Pero al mirar el mapa veo cuál es el estado de cosas hoy en día. Veo lo que era Palestina en 1946, lo que era en 1947, lo que quedó en 1967. Y ahora veo un puzzle de micro territorios separados unos de otros, un quinto, un décimo, quizás menos, de aquel territorio original, formado por míseros nichos aislados, empobrecidos, sin agua, sin derechos, vejados, atormentados. Y pienso: ¿acaso aún es posible que esta telaraña de vidas y de tierras constituya un Estado para el pueblo palestino, para los 15 millones de palestinos que han tenido que escapar, o retirarse, o renunciar incluso a sus propias casas? Creo que no. Creo que ya es demasiado tarde para la idea de dos Estados, dos pueblos. Sencillamente porque uno de los dos pueblos avasalló al otro, con la fuerza, con el engaño, con la protección de los Estados Unidos de América y Arabia Saudita, con la connivencia de Europa y del Occidente en general.
David ha sido el pueblo palestino, y no ha tenido ninguna honda como para abatir a un Goliat armado hasta los dientes. Bien, mejor dicho, mal. Para ellos y para nosotros, me temo. Pero igualmente yo fui a darle mi solidaridad a David.
Lo hice por un simple sentido de justicia y además porque pienso que esta es realmente la última oportunidad para ayudar a recobrar la razón al pueblo de Israel y a sus gobernantes. Luego comenzará para ellos el descenso a los infiernos en el cual han forzado a estar  a los palestinos en este más de medio siglo de torturas. Porque tal vez logren adueñarse de esas últimas telarañas de tierras que han quedado en manos de los palestinos, pero no podrán resistir  frente a la venganza de la historia, de la demografía, de la lenta e inexorable agonía de su protector de Washington y de Wall Street. Creo que los dirigentes de Israel no recobrarán la razón. Es más, se volverán cada vez más malos, intransigentes, dueños.
Han sido hábiles: hicieron creer, a aquellos que fingieron creer, que estarían dispuestos a negociar.
Y año tras año, mientras decían que negociarían, fueron llevándose más tierras, crearon nuevos asentamientos, ampliaron su poderío. Apoyados por el mainstream mundial instalaron la idea de que quienes no querían negociar eran los “extremistas” palestinos. Ahora tampoco negociarán. Espero que mi previsión esté equivocada. Así lo espero realmente. Pero temo que sea un error, como lo ha sido siempre en el pasado, el de aplicar al Estado de Israel la categoría del politically correct.
El hecho es que el sionismo fanático de los actuales dirigentes de Israel no puede ser, por definición, politically correct.
Si la idea fundadora de la política de este Estado confesional es que la tierra de Palestina fue entregada por Dios al pueblo elegido, entonces no puede haber ningún razonamiento politically correct, capaz de convencer a esa gente. Ya que no puede haber ninguna negociación con Dios. La idea misma equivale a una blasfemia. Así es: ya estamos fuera de toda política, de toda diplomacia.
Por consiguiente habrá una única forma a través de la cual el Estado número 194 de las Naciones Unidas pueda vivir: obligar a Israel a entregar lo que ha robado.
David no podrá hacerlo. Quienes tendrán que hacerlo, antes que se precipite lo peor, son aquellos que, hasta el día de hoy, le han permitido a Goliat que se convirtiera en un verdugo. Es decir los Estados Unidos y Europa. Si alguien ve señales de sabiduría en Washington y en Bruselas, por favor que me de un chiflido.

http://www.megachip.info/tematiche/guerra-e-verita/6873-la-finta-pace-sia-con-tutti-voi.html