El Evangelio es palabra de vida, de libertad, de esperanza: es promesa y anuncio de lo que el crimen organizado, con su cultura de muerte, en cambio niega y elimina. Y junto con el Evangelio, actuando como referencia para los sacerdotes como para cualquier otro ciudadano, están la


Este compromiso que sella la tierra con el cielo encuentra expresiones importantes en la Iglesia, no sólo en el Sur y no sólo en nuestro país. Personas y comunidades que cada día se empeñan sin clamor, por construir dignidad y derechos allí donde las mafias los oprimen a través de las lógicas del chantaje y de los favores. Personas que en situaciones, a menudo muy delicadas, se ponen en juego por el bien de todos, creyentes y no creyentes, y es entonces tarea de todos apoyarlos, ayudarlos, darles fuerza.
Luego, claro está, no podemos hacernos los desentendidos de que en el interior de la Iglesia han habido debilidades, comportamientos ambiguos, tolerantes, en algunos casos incluso cómplices. Y se ha “pecado” a veces de valor, de insuficiente determinación en la oposición a la ilegalidad mafiosa. Y es así que quien a ese valor lo vivía en primera persona se encontraba más expuesto, más vulnerable, «Éste aquí era un cura incómodo – dijo el mafioso arrepentido Salvatore Cancemi hablando de Don Puglisi – un cura que seguramente molestaba a Cosa Nostra, al cien por ciento». Si se hubiese «dedicado a sus cosas», continúa, «habría vivido cien años». Pocos meses antes del homicidio del párroco de Brancaccio, otro mafioso arrepentido, Francesco Marino Mannoia, declara al magistrado: «En el pasado la Iglesia era considerada sagrada e intocable. Ahora en cambio Cosa Nostra está atacando incluso a la Iglesia porque se está expresando en contra de la mafia. Los mafiosos mandan mensajes claros a los sacerdotes: no interfiráis».


Son palabras que nos piden coherencia, credibilidad, empeño, como cristianos y como ciudadanos. Y que me recuerdan una “advertencia” de mi “maestro”, el Padre Michele Pellegrino:

Fuente: liberainformazione.org