Martes 7 Mayo 2024

Massimiliano Giannantoni y Federico Carbone ofrecen un punto de partida para la búsqueda de la verdad

"Hay dos historias, la historia oficial, mentirosa, la que se enseña, la historia ad usum delphini; luego está la historia secreta, en la que están las verdaderas causas de los acontecimientos, una historia vergonzosa". En esta cita de Honoré de Balzac (Ilusiones perdidas) podemos ver el esfuerzo que tuvieron que hacer el periodista de SkyTg24 Massimiliano Giannantoni y el criminólogo Federico Carbone para escribir el libro Las mujeres de las masacres (publicado por Editorial Chiarelettere) investigando en los meandros más tortuosos de la historia de Italia y de los secretos indecibles que acompañaron a aquellas masacres estatales que ensangrentaron a Italia en los años '90.

Recopilando documentos y testimonios directos, pudieron seguir caminos que ponen de relieve no sólo la existencia de "autores intelectuales externos", sino también la presencia de figuras "más allá" de Cosa Nostra. Hombres y mujeres en los que, en los últimos años, las fiscalías de Caltanissetta, Florencia, Palermo y Reggio Calabria, coordinadas por la Fiscalía Nacional Antimafia, han intentado centrar su actividad investigadora.

Desde las investigaciones sobre las masacres de 1992 (Capaci y vía d'Amelio) hasta las de 1993 (Florencia, Roma y Milán); desde las investigaciones sobre la estructura paramilitar Gladio hasta las de la infame sigla Falange Armada cuyas afirmaciones marcaron la historia del país a principios de los noventa. Y también la investigación sobre Giovanni Aiello (conocido como Cara de Monstruo), cuya muerte repentina (ocurrida en el 2017) siempre ha suscitado dudas.

El propio Aiello es una figura central. Varios colaboradores de justicia habían declarado que a menudo iba acompañado de algunas mujeres.

La búsqueda de Giannantoni y Carbone permitió, en algunos casos, encontrar nombres y apellidos precisos.

El criminólogo Federico Carbone descubrió un documento según el cual "en 1993 cinco mujeres formaban parte de la VII división del SISMI (Servicio de Seguridad e Inteligencia Militar) cuyos miembros eran muchos más que los 16 conocidos a través de la llamada lista Fulci".

"Las mujeres -dice el libro- están en la misma lista de soldados sospechosos y nunca investigados en la causa sobre la Falange Armada". En efecto, según una fuente confidencial, "de estos cinco agentes, al menos tres estarían todavía en servicio hoy" y también habrían sido localizados por los autores que al mismo tiempo se preguntan: "Por su papel de instructores de Gladio, ¿podrían haber entrenado y por tanto conocido los perfiles femeninos sospechosos de haber participado en los atentados de Capaci, Roma, Florencia y Milán?".

La pista sobre la presencia de figuras femeninas en los lugares de las masacres se refuerza con la presencia de ADN en un par de guantes de látex a pocos metros del cráter de Capaci; o incluso los testimonios sobre la presencia de mujeres vistas antes de las explosiones en via Fauro; cerca de via dei Georgofili y via Palestro.

El lector se adentra así en un viaje que lo lleva a descubrir los rostros de Antonella, Rosalba, Nina, "la libia", perfiles de mujeres que pudieron haber tenido un papel importante en la consumación de las masacres o que tomaron conocimiento de hechos y circunstancias. "Aunque no sabemos con certeza los nombres de todas ellas, sabemos que se trata de mujeres peligrosas -dice el libro- durante mucho tiempo se escondieron detrás de identidades falsas y vidas que sólo eran aparentemente normales. Las investigaciones sobre los crímenes en los que supuestamente estuvieron involucradas, aunque en parte estén archivados, después de tres décadas aún no están concluidos".

 

Y es a partir de ellos que se reconstruye la existencia de un "complejo sistema criminal que incluye exponentes de la masonería desviada, la derecha subversiva, expertos en terrorismo y técnicas de comunicación de masas", tan extenso como inquietante.

Algunas de estas mujeres habrían desempeñado funciones militares, como entrenadoras de la estructura paramilitar Gladio nacida del acuerdo entre la CIA y los servicios secretos italianos.

¿Esto quiere decir que las masacres se llevaron a cabo bajo presión internacional? La sospecha es legítima.

Hace unos años, el propio Carbone, en una entrevista con Il Giornale, dijo que se había enterado por una fuente (un general del ejército estadounidense destinado en Camp Darby, una mujer cercana a la CIA), que le habló confidencialmente de la muerte de Marco Mandolini, el paracaidista de la Brigada Folgore encontrado muerto el 13 de junio de 1995 cerca de Livorno, y de la masacre de Capaci.

"Una de las cosas que más nos hace pensar e impone una serie de preguntas -dicen los autores en el libro- es que se pudo constatar que la VII división de SISMI fue la que acogió a los instructores de Gladio, aquella donde se encontraban los espías italianos. Se les enseñó a disparar, a sumergirse en todas las profundidades del mar, a escalar montañas y a montar bombas. En 1997, un informe pericial de la Comisión de Masacre sobre el archivo del SAD, el Centro de Estudios Especiales y Formación de la que dependía la estructura Gladio, descubrió que el inicio de las actividades del grupo Ossi se remontaba a 1987. Por tanto, parece claro que nuestro aparato de seguridad, ya en los años en que se produjeron las masacres, sabía de la existencia de secciones de los servicios secretos utilizados para operaciones definidas como "sucias". La VII división era una propagación del Stay Behind italiano y estaba estrechamente interconectada con la inteligencia estadounidense, la CIA; el acusado en los años noventa por Francesco Paolo Fulci de haber sido escondite y corazón de las reivindicaciones de la Falange Armada, el misterioso grupo terrorista que se atribuyó todas las masacres del bienio '92-'94; el que fue desmantelado precipitadamente en 1993, inmediatamente después del atentado en via Palestro de Milán". Éstas son algunas de las rarezas que destacan Giannantoni y Carbone.

En el libro no faltan entrevistas inéditas hechas a personas que acabaron bajo la lupa de los investigadores. Desde el ex policía Giovanni Peluso, investigado y luego desestimado de la acusación de haber sido "participante y ejecutor material de la masacre de Capaci" hasta su ex esposa Marianna Castro (también acusada con Peluso por el colaborador de justicia Pietro Riggio); están documentados los intercambios que mantuvo con los colaboradores de justicia Elmo Palmeri (ya fallecido) y Pasquale Nucera.

Al leer este libro me vienen a la mente las palabras que nos dijo el ex magistrado Carlo Palermo en una entrevista hace unos años: "En muchos episodios de nuestra historia podemos ver la presencia de componentes externos. Frente a los secretos de Estado que se han desarrollado a lo largo de nuestra historia, es preciso tener una visión de conjunto".

Es desde aquí, desde esta visión de conjunto, desde donde debemos empezar de nuevo. Y este libro puede ser un punto de partida para nuevos desarrollos y para comprender por qué, y sobre todo quién, quiso y ordenó las masacres que cambiaron la historia de nuestra República.

 

* Foto de Portada: Diseño gráfico de Paolo Bassani