

Quattrone es parte de un pequeño grupo de psicoterapeutas que tratan a jefes del crimen organizado o a sus familiares. Entre los pacientes hay jefes que sufren pesadillas, traidores atormentados después de entregarse a las autoridades, esposas que quedaron heladas por los duros códigos de lealtad y muchos más.

Quattrone, un neuropsiquiatra, atendió a su paciente integrante de la `Ndrangheta (la organización criminal operante en Calabria) en prisión, con tranquilizantes e intentó una valiosa introspección.
"Es el estrés de ser un fugitivo por 20 años, de pasar por un juicio", le dijo al hombre, uno de los principales jefes en Reggio Calabria, en el extremo sur de Italia. "Sí, claro que estoy estresado, es verdad. Estoy estresado porque soy inocente", respondió el mafioso.
En verdad estos son momentos difíciles para los criminales italianos. Una mayor efectividad de la policía y una rebelión entre empresarios, que se resisten a pagar por protección, han dejado a algunos hijos del crimen organizado dudando de sí mismos, inseguros sobre si están hechos para tomar el puesto de sus padres y sus abuelos en el mundo de la venganza y la sangre.

"Si eres un mafioso y estás ansioso no eres una persona de confiar y tienes que ser eliminado", dijo Lo Verso. "Un mafioso siente paranoia por todo" y confían en el código de silencio de la mafia, "omertá", más que en el código médico que protege la confidencialidad del paciente.
La guerra del gobierno contra el crimen organizado ha puesto a cientos de mafiosos detrás de las rejas, a veces por décadas. Y pocas veces revisa la salud mental de las esposas, los hijos o los mafiosos mismos.
Quattrone, director de neuropsiquiatría en un hospital de Reggio Calabria, fue convocado una vez a un edificio de apartamentos en un barrio lujoso. Un ascensor sin botones con puerta blindada lo llevó del estacionamiento a un apartamento con las ventanas cerradas y las cortinas corridas.
En la enorme habitación principal, que incluía un pozo de agua, estaba acostada la esposa del mafioso, severamente deprimida. El doctor y la paciente se vieron a los ojos, la presencia del esposo hacía que la comunicación fuera difícil, pero la mirada de la mujer le dijo a Quattrone todo lo que necesitaba saber.
"Nos entendimos", comentó el especialista. "Ella estaba oprimida dentro de su papel como esposa de un mafioso".
El diagnóstico: soledad existencial. La mujer estaba deprimida porque apenas podía salir de su casa y, las pocas veces que lo hacía, salía en un auto con chofer y vidrios polarizados. El psiquiatra le recetó antidepresivos y la revisó en los meses siguientes.
Quattrone se rió cuando se le preguntó si el esposo consideraría la psicoterapia para sí mismo. Como lo dijo alguna vez el mafioso televisivo Tony Soprano a su terapeuta en la serie "The Sopranos": "Entiendo la terapia como concepto, pero en mi mundo eso no funciona".
Muchos mafiosos se quedan callados cuando Quattrone los visita en la prisión. Algunos se quejan de pesadillas, ven imágenes aterradoras, pero no de las personas que han matado. Un mafioso preso solía soñar con su hija de 12 años enferma en estado terminal. "No puedo dormir porque escucho la voz de mi hija", se lamentó. "No es justo que no la pueda ver, no lo puedo aceptar".
El psicólogo calabrés Paolo Pratico recordó una charla de grupo en la prisión de máxima seguridad de Reggio Calabria en San Pietro. El grupo estaba integrado por presos perfumados con agua de colonia, peinados y vestidos elegantemente, sentados en sillones dispuestos en un círculo. Pratico organizó tres sesiones.
Los prisioneros se mostraron dispuestos a ganar puntos por "buena conducta" para que los liberaran antes, pero ante Pratico se negaban a admitir que la `Ndrangheta existiera. En cambio, insistían en que eran víctimas de una injusticia. Si la mafia no existe, argumentaban, ¿por qué los pueden culpar de asociación delictuosa?
Alberto Cisterna, fiscal en la oficina nacional contra la mafia en Roma, es un calabrés entre cuyos compañeros de clase había futuros jefes de la `Ndrangheta. Cree que "la psicología ayuda mucho" a tratar de convencer a un capo de que suelte información.
En las escarpadas montañas de Calabria, dijo Cisterna, la policía paramilitar sale cada noche en busca de mafiosos fugitivos, la mayoría de las veces en las casas de campo de sus familias. "Vamos a las cuatro de la mañana", dijo Cisterna en una entrevista. "Envolvemos a los niños en sábanas y los dejamos en la calle, todo dentro de la casa queda patas para arriba. Después de varias redadas, la esposa comenzará a odiar al estado o tal vez a su esposo, que la hace pasar por eso".
Fuente: AP