Para evitar dudas, lo decimos de inmediato: ¡estamos en contra de la guerra, sin peros! Las bombas que la Rusia del presidente Vladimir Putin arroja sobre los civiles no son otra cosa que crímenes de guerra.

Como ciudadanos libre pensantes, sin embargo, el análisis que hay que hacer sobre este nuevo conflicto que ha estallado en Europa no puede ser el que cuenten los diarios. ¿O deberíamos llamarlos diarios de propaganda?

Porque en el frente del análisis crítico nuestro país se está hundiendo en una época que parece peor que el período fascista.

Y esto sucede mientras se señala con el dedo a Putin por su propaganda de régimen con continuas represiones contra la prensa libre.

Es correcto informar cuando esto sucede, pero antes de hacerlo, quizás, se debería tener el coraje de mirarse en el espejo.

Teniendo en cuenta la profunda y dramática crisis que nos está empujando hacia el abismo de una tercera guerra mundial (es noticia en los últimos días que incluso el presidente francés Emmanuel Macron ha invitado al país a "prepararse para una guerra de alta intensidad"), es tan inquietante como nefasta la propaganda bélica que se está perpetrando en nuestro país, a pesar del texto del artículo 11 de nuestra Constitución ("Italia repudia la guerra como instrumento de ofensa a la libertad de otros pueblos y como medio para resolver disputas").

Es una actitud fascista que en las universidades se censure a intelectuales como el profesor Alessandro Orsini, que con extrema claridad tuvo el valor de criticar la guerra y las operaciones equivocadas del presidente "títere" norteamericano, Joe Biden, o de la Unión Europea que sigue con la locura de enviar armas, escondiéndolas aquí y allá, entre la ayuda humanitaria a la población ucraniana.

Así Orsini, en esta "propaganda goebbeliana en salsa italiana, espagueti y mandolina", fue criticado, deslegitimado y obligado a humillarse en vivo en la televisión diciendo: "Yo no represento a nadie, condeno la invasión de Rusia y estoy del lado de Ucrania". Luego agregó con extrema amargura: "Creo que cuando un profesor universitario, antes de hablar, tiene que hacer todas estas aclaraciones, es porque no hay un buen clima".

Es justo así. No hay un buen clima para la información en Italia. Son pocos los diarios, como Il Fatto Quotidiano de Marco Travaglio, que, tratando de brindar información a 360° sobre la guerra, destacan las graves acciones de nuestro país. También nosotros tratamos de hacer nuestra parte. Así como algunos otros sitios de información dispersa, o blogs, fuera del coro que da voz a los intelectuales libres. Y son muy pocas las transmisiones televisivas que, aunque sea por una vez, den espacio a quienes resaltan las contradicciones de este conflicto.

Si quitamos algunos episodios de Piazzapulita o Atlantide, en los que Andrea Purgatori incluso transmitió la entrevista de Oliver Stone a Putin, nunca se sale de la propaganda.

Por supuesto que lamentamos ver el sensacional traspié, en el programa de Corrado Formigli, sobre Giulietto Chiesa, señalado como "el ventrílocuo de Putin". Un calificativo que fue rechazado con razón por los verdaderos amigos del histórico periodista, como el dibujante Vauro Senesi ("Llamé a la redacción de Piazzapulita para pedir una breve intervención telefónica sobre la presentación, en mi opinión indigna, del análisis hecho hace siete años por Giulietto Chiesa sobre la situación en Ucrania. Me dijeron que, debido a problemas técnicos no especificados, no sería posible transmitirlo. Entonces, a partir de esta noche, el abajo firmante evitará la vergüenza del anfitrión garantizando que nunca más participará, como invitado, en su programa"). Un lapsus enorme teniendo en cuenta que el propio Giulietto Chiesa fue capaz de predecir, casi proféticamente, de forma precisa y detallada los hechos que se suceden hoy, en una guerra generada por Putin en respuesta a las continuas provocaciones de Estados Unidos y la OTAN.

Eliminada esta cáscara, en conjunto, a Formigli se le debe reconocer el mérito de haber dado espacio a otras voces libres y valientes como la de Orsini que pudo decir en directo: "Mi preocupación es Europa, porque no sabe hacer la guerra, pero tampoco puede mantener la paz. Y esto condena a Ucrania a la tragedia. Para mantener la paz, en primer lugar, hay que dejar de demonizar al oponente político, es decir, representarlo como un animal, tal como hizo Di Maio; lo segundo es normalizarlo y el último paso es humanizarlo: el enemigo no es un cerdo, sino un ser humano como nosotros. Estas son las condiciones previas para sentarse a la mesa de la paz. Si Putin es un monstruo, seguramente nosotros también lo somos. Y puedo proporcionar evidencia documentada: Bush pasó por alto a la ONU y libró una guerra ilegal en Irak; en esta misma guerra, un grupo de marines estadounidenses masacró a 24 civiles a sangre fría, disparándole a un niño en la cara. Si Putin es un perro rabioso, entre perros rabiosos podemos entendernos y llegar a la paz".

Pero a temas como éstos, las principales cadenas de televisión y los periodistas se "alinean y los tapan", alimentando el clima de terror, utilizando sin escrúpulos todo tipo de fake news (en particular con imágenes que nada tienen que ver con la guerra de Ucrania) o, peor aún, proscribiendo a todos aquellos que "se atreven" a ir en contra del "pensamiento único".

Es el mismo sistema adoptado por Goebbels, uno de los más importantes jerarcas nazis, ministro de propaganda del Tercer Reich, ministro plenipotenciario para la movilización de la guerra total y general de la Wehrmacht, cuya propaganda permitió la llegada al poder del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán en Alemania, en 1933.

Pero la información de hoy es aún peor. Porque aquí se quiere construir el pensamiento único y unilateral. Otra que Orwell y su famoso libro, "1984".

La uniformidad del pensamiento parte de la política, donde hombres pertenecientes a un partido fundado por un mafioso (Marcello Dell'Utri) y por otro que le pagaba a la mafia (Silvio Berlusconi) se sientan a la misma mesa, junto a los traidores a la patria del Movimiento Cinco Estrellas, liderado por Luigi Di Maio.

Él es el verdadero líder en este momento. No Giuseppe Conte, ciertamente un hombre honesto pero que no puede superar la autoridad del bufón Beppe Grillo, colega, en cuanto ex-comediante, del presidente ucraniano Zelensky.

El ministro de Relaciones Exteriores, Di Maio, prometió "el máximo esfuerzo para encontrar la paz y detener la terrible guerra que está causando sufrimiento y muerte".

En los últimos días, la Cámara, por amplia mayoría, aprobó el orden del día para el decreto Ucrania que compromete al ejecutivo a aumentar el gasto militar hasta en un 2% del PIB, con un aumento de más de 10 mil millones al año. Según datos del Observatorio Milex, se pasará de un gasto de 26 mil millones (68 millones diarios) a 38 mil millones anuales (104 millones diarios).

Y es un hecho conocido que las armas también se envían bajo cuerda. No se pueden entregar directamente a Ucrania, que no es un país de la OTAN. Y de esta forma se enriquecen los señores de la guerra, las milicias privadas de contratistas y los mercenarios.

Pero nuestro país, según se dice, "repudia la guerra".

En este contexto, la propaganda funciona en los flancos.

Como decíamos anteriormente, a quien recuerda las palabras del difunto Giulietto Chiesa sobre el nacimiento de esta crisis, con una OTAN que se expandía traicionando las promesas y los pactos hechos con Putin y antes incluso con Gorbachov, en el momento final de la URSS, se lo acusa de ser un "prorruso".

Sin embargo, según los primeros pactos, la OTAN nunca debería haber ido más allá de Trieste, no debería haberse asentado en el Este, no debería haber estado presente en Ucrania, donde hay centros de entrenamiento militar y tropas pronazis, como el batallón Azov, que ciertamente no fue blando con el pueblo ruso en Donbass.

Entonces, ¿quién tiene la culpa de esta situación? ¿Quién puede decirle a Putin que debería haber permanecido en silencio y aceptado impotentemente este avance indiscriminado? Durante años, Putin advirtió a Occidente que no se tolerarían ciertas provocaciones. Y también lo hizo con acciones contundentes, como ocurrió en Crimea y en el mismo Donbass.

Y ahora la situación se ha vuelto tan irreversible que la "guerra fría" parece solo un recuerdo desvanecido con el tiempo.

Hoy, como entonces, hablamos con el sonido de las armas. La diferencia es que mientras se ponían en escena golpes de Estado (ver lo que hizo Estados Unidos en Chile, Argentina, Paraguay o Uruguay), se tomaban acciones terroristas (ver en Italia el caso Moro y las continuas bombas de la estrategia del terror) o guerras como la de Vietnam, Afganistán y así sucesivamente, los grandes líderes estadounidenses y soviéticos (Kennedy, Carter, Reagan, Bush, Jrushchov, Brezhnev, Černenko, Andropov y Gorbachov) encontraron la manera de reunirse en Finlandia, Islandia o Suiza, para mantener apagado el llamado "botón nuclear".

Esta vez la situación es peligrosa, más aún que en la época de la crisis cubana, porque aquí la guerra está en marcha y no se trata de conquistar territorios. Rusia se ha desatado contra Europa y Estados Unidos de América porque se han violado pactos y ahora hay condiciones específicas que cumplir para que retire sus tropas. Hay que tomarlo o dejarlo.

Esta verdad, incómoda y fuera del mainstream, con el que a menudo chocaba Giulietto Chiesa, es silenciada.

¿Debemos creer que todos los editores y periodistas que han tenido el coraje de hablar de ello pronto serán incluidos en verdaderas listas de prescripción? ¿Debemos esperar una represión violenta, verbal o de otro tipo, simplemente porque intentan hacer su trabajo, es decir, informar?

No obstante, dados los tiempos que corren, no nos sorprendería.

Lo cierto es que seguiremos haciendo nuestro trabajo, desde nuestras oficinas.

Al contrario de lo que hacen algunos otros periodistas que optan por mentirle a la gente, volviéndola sumisa e ignorante.

Porque cuando los intelectuales "goebbelianos" de los diarios "La Repubblica", "Il Corriere della Sera" o "La Stampa", el brazo violento de la propaganda, llenan ríos de tinta para promover la entrada de Ucrania en la OTAN, en cuanto pueblo libre de elegir, fingen no saber que esa supuesta libertad es falsa. Porque saben bien que los pueblos no son libres, que están condicionados e influenciados por las potencias económicas mundiales (por un lado, las europeas y americanas y por el otro la ruso-china). Así que decirle "tonterías" al pueblo italiano es igual, si no peor, que tirar bombas en las ciudades, ya que anula y destruye la inteligencia de las personas, haciéndolas andar a tientas en la oscuridad.

Por tanto, las responsabilidades de quienes llevan a cabo esta propaganda "goebbeliana" no son menos graves que la puesta en marcha por el presidente Putin en su patria.

Hay poco que enseñar. Sólo queda golpearse el pecho y decir, como en las misas en latin, "mea culpa, mea máxima culpa".

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*Foto de portada: reelaboración gráfica de Paolo Bassani