
Juan recuerda claramente el día en que se fue para el monte: habían citado a los de su vecindario a una reunión de la junta comunal. Ese día, como pocos, había estado jugando fútbol, a pesar de que a los niños les tenían prohibido salir, con las cosas tan revueltas como estaban.
"Llegaron ahí y nos preguntaron de qué lado estábamos (...) Y ahí nos fuimos varios", recuerda. Él no tenía nada que pensar, pues eso no es una consulta, sino una orden, el destino de quienes viven en medio de la violencia. "Yo no quería irme, ¡qué tal!, pero ¿quién les dice que no a esos manes?".


Según el documento, todos los niños y niñas reclutados provienen de la fracción más pobre (12,6%) de la población. Por lo general, su origen es rural y sus padres son campesinos (69%). Hoy se recluta en las ciudades 17 veces más que hace cuatro años.
Los menores son reclutados alrededor de los 12 años. La mayoría son varones (57%), pero el reclutamiento de niñas crece precipitadamente. Uno de los resultados más preocupantes señala la extrema vulnerabilidad de los pueblos indígenas: un niño indígena tiene 674 veces más posibilidades de verse directamente afectado por el conflicto armado o de ser reclutado y usado por un grupo armado ilegal o una banda.

No menos de 18.000 niños y adolescentes están vinculados a grupos armados ilegales y organizaciones criminales. Y, en un sentido más amplio, unos 100 mil niños y adolescentes están vinculados a sectores de la economía ilegal directamente controlada por grupos armados.
Juan, como otros excombatientes, está lleno de cicatrices. Al principio, lloraba en la noche y solo pensaba en escapar. "Me pusieron a cargar muertos, para que se me pasara el miedo", cuenta. Algo similar cuenta José: "¿Cuál era el entrenamiento? Nos dividían en dos grupos y nos tocaba emboscarnos". "Vea, la cosa era así -comenta Esteban- la primera arma que te dan es la parte de un muerto, un pedazo, para que te acostumbres al olor de la muerte". En efecto, el 76% de los niños reclutados ha experimentado o presenciado "castigos ejemplares", que erradicaron, por la vía del terror, cualquier voluntad de escapar.
Y la situación de las niñas dista de ser muy diferente.
"Al `Cucho` todos le temían. Desde que llegué, me ponía en cuatro todos los días. De novia, pero me iba bien". Así relata Jenny su iniciación sexual en el grupo armado, cuando tenía 13 años. Para otras niñas, la situación era insostenible. El 42% de las entrevistadas consideraba una obligación atender sexualmente a los superiores.
Fuente: El País digital/El Tiempo/GDA/AFP