CUANDO TODOS PERDEMOS
- 846
Y si un ministro cuestiona la palabra de aquellos que han dado toda su vida a la honestidad intelectual, pagando precios muy altos, todos hemos perdido. Porque en este choque no sólo hay un servidor del Estado peligrosamente sobreexpuesto, sino que, al perder de vista el objetivo real, el debate se reduce a una mera controversia. La cual es montada inmediatamente por escuálidas maniobras políticas y mediáticas, completadas con chacales bipartidistas. La oportunidad es tentadora, el país está en desorden después de una cuarentena agotadora, y las incógnitas son muchas: desde los riesgos de la recuperación económica, hasta la interferencia del crimen organizado en la fase de reconstrucción. En el medio están las vidas de millones de ciudadanos postrados, desorientados, asustados y desilusionados. Que piden estabilidad, seriedad, certezas y sentido del Estado. El mismo Estado al que magistrados como Di Matteo han decidido servir, honrando siempre la Constitución. Todo lo demás son sólo palabras, por decir lo menos, "funcionales" a una estrategia sutil. "Montañas de palabras –escribió el místico ruso Grigorij Rasputin hace más de 100 años– se gastarán en vano y las trampas de palabras minarán los caminos del sentido común. Muchos hombres serán destruidos por las pestes, muchos otros serán destruidos por las armas y muchísimos serán destruidos por las palabras estériles". Las que, con una fuerza cada vez más disruptiva, tienen el efecto de debilitar y aislar a quienes insisten en tener el coraje de decir la verdad. Y si no tomamos medidas inmediatas para detener este fenómeno, exigiendo la máxima coherencia y honestidad en quienes nos gobiernan – con todas las formas de la protesta civil y apoyando efectivamente a aquellos que son injustamente aislados – hoy será el turno de Nino Di Matteo, mañana el de alguien más, el día después de otro. Y seguiremos perdiendo.
Mientras tanto, el nudo de la gravísima liberación de los jefes sanguinarios continúa minimizándose, o peor aún, explotándose. Más o menos culpablemente. Y si incluso un intelectual como Roberto Saviano llega a definir a las excarcelaciones como "el acto antimafia más poderoso", estamos realmente en el mal camino.
Paradójicamente, sin embargo, todavía estamos a tiempo de jugar un papel activo en esta partida, aún si muchas veces parece que está manipulada. Una partida donde el "fuego amigo" mezcla hábilmente lo falso y lo verdadero. "La falsificación es una ilusión que nos gusta –cantaba Giorgio Gaber en el 2003– la falsificación es lo que todos creen, es la historia enmascarada de los hechos. La falsificación es misteriosa y mucho más oscura si se mezcla con una pequeña verdad. Lo falso es un truco, un truco maravilloso para que no entendamos a este, nuestro mundo". El cual, para ser verdaderamente entendido, debe ser vivido hasta el final con mayor conciencia. Porque, en un momento en que todos afirman la necesidad de volver a la "normalidad", es bueno recordar, como lo hizo el arquitecto Stefano Boeri, que "regresar a una normalidad que tenga dentro de sí las causas y las concausas de esta tragedia sería un suicidio colectivo". Sin embargo, dentro de la "tragedia" a la que se refiere Boeri, hay mucho más que todo lo que generó el Covid-19.
Está nuestra indiferencia hacia la injusticia, nuestras omisiones, cada vez que dejamos solo a alguien para luchar por nosotros. Si esta vez no queremos perder definitivamente, tenemos la posibilidad – pero sobre todo el deber moral – de revertir el curso.
--------------
*Foto de Portada: © Imagoeconomica