Jueves 2 Mayo 2024

Cuánto se dijo -y dijimos-, cuánto se ha escrito -y escribimos- sobre el alma buena de Giulio Andreotti, en su interminable carrera.

En cuántos misterios de Italia, grandes crímenes, excelentes y oscuros, masacres, pesadas páginas de la mafia y la Camorra, escándalos y quiebras bancarias, apareció como autor intelectual o director oculto, incluso en el asesinato de periodistas, como el de Mino Pecorelli.

Él seguía por su propio camino.

Fiel al lema un poco siciliano y mucho más mafioso: "Calati juncu, ca passa la china" (dóblate junco, que llega la riada), es decir, cuando llega la inundación, lo importante es no romperse. La crecida, así como viene, se va.

Pero lo bueno es que Andreotti, a los juicios, iba para defenderse, aunque las acusaciones en su contra fueran graves, y nunca para demandar a alguien o pedir platos de lentejas como forma de indemnización de los daños.

¿Saben cómo terminó la historia?

Que hoy Andreotti es considerado uno de los grandes estadistas de Italia. Ni más ni menos que como acabó Berlusconi que, sin embargo, a diferencia de Andreotti, se enloquecía como un caballo cuando alguien -muchos, en verdad- pretendía llevarlo a juicio por los crímenes más dispares.

En definitiva, también Berlusconi es considerado hoy uno de los grandes estadistas de Italia: la nueva primera ministra, Giorgia Meloni, le ha concedido siete días de luto nacional, y quieren que el correo italiano emita una serie de sellos con su imagen.

Que quede claro, dicho sea de paso, que si esto sucediera promoveríamos una campaña a favor de un sello similar en memoria de Andreotti. Lo justo es lo justo.

En cuanto a Berlusconi, como primer ministro, nunca llevó a nadie a los tribunales. De hecho, no exigió ni un euro a sus detractores. Al contrario. A menudo prefería comprarlos por su peso en oro.

Hemos dedicado esta introducción a la figura de los "estadistas" que tenemos en Italia, porque nos resulta muy conveniente para abordar el tema del caso "Meloni vs Luciano Canfora" dado que, para variar, estamos haciendo que hablen de nosotros hasta en el extranjero. Siempre hacemos las cosas a lo grande.

Ahora, por el amor de Dios, no vamos a entrar en el mérito del proceso. Ya verán.

Sabemos, no obstante, que a Meloni le molestó mucho haber sido definida por Canfora, filólogo de fama indiscutible, como una "nazi de alma". Y pide, con su grupo de abogados, muchas disculpas y una suma que asciende a veinte mil euros.

¿Qué decir? La historia futura nos dirá, cuando eso suceda, si Meloni va a llegar a enriquecer o no la mencionada galería de los estadistas, con un sello adjunto.

Aquí, sin embargo, Meloni, habiéndose distanciado del dúo Andreotti-Berlusconi, que como ya hemos dicho no llevó a nadie a los tribunales, parece destinada a explorar un terreno virgen, y algo cuesta abajo, para un primer ministro.

Voy a explicarme mejor.

Dado que el profesor Canfora tendrá que argumentar, para defenderse, sobre el supuesto "nazismo de alma", la discusión se va a prolongar durante largo tiempo.

¿Vale la pena?

Antes de la iniciativa judicial de Meloni, la historia era prácticamente desconocida para la opinión pública.

Ahora está destinada a convertirse en tema de noticias, reportajes televisivos en horario de máxima audiencia, micrófonos, profundizaciones y editoriales candentes, de una parte y de la otra.

¿Valía la pena?

Italia -y su historia nos lo enseña- siempre ha estado dividida por igual entre inocentes y culpables. Repetimos: ¿era necesario?

Y quiero concluir con una vieja historia contada por mi abuelo que, dos siglos atrás, era carpintero en Canicattì.

Un buen día, un ciudadano se subió a una silla en la plaza principal del pueblo y comenzó a gritar, en medio del desinterés general: "El rey está desnudo, el rey está desnudo". Aunque repitió el insulto decenas y decenas de veces, muy pocos transeúntes se detuvieron a escucharlo. Pero el asunto llegó a oídos del rey. Lo cual exigía una manifestación reparatoria similar.

Dicho y hecho.

Las autoridades del país anunciaron la contramanifestación con mucha antelación, contrataron a un funcionario de fe comprobada, lo subieron a una silla y él repitió hasta la saciedad: "El rey no está desnudo, el rey no está desnudo". Sólo que esta vez, para escucharlo, se reunió en el lugar una multitud oceánica atraída por la gran expectación y los rumores que corrían por el pueblo tras la primera función que quedó prácticamente desierta.

Mi abuelo dijo: el rey habría hecho mejor en dejarlo pasar. Y no agregó nada más.

Desde aquel día, en efecto, y después de tanto alboroto, a algunos habitantes del país nunca se les pudo sacar de la cabeza que el rey estaba realmente desnudo.

Moraleja del cuento: si una parte del pueblo está dispuesta a creer que el rey está desnudo, ¿por qué no podría, siempre una parte del pueblo, convencerse de que quizás Giorgia Meloni es realmente una "nazi de alma"?

En resumen, mi abuelo, en lugar del rey, lo habría dejado pasar.

Foto: © Imagoeconomica