Jueves 16 Mayo 2024
Por Agustín Saiz, desde Argentina-20 de abril de 2022

Adriana Calvo Laborde vive. Sus frutos están presentes, rompiendo la linealidad del tiempo para hablarles a través de sus hijos con una voz renovada a las generaciones que vienen. Sus palabras son claves porque forman parte del árbol de una historia, que, de manera transgeneracional, nos explica quiénes somos y hacia donde vamos. Nos dan la oportunidad de volver a elegir lo que queremos ser. 

Al igual que Adriana, sus hijos llevan grabado en el cuerpo un mapa del terror. Saben dónde está, cuando y donde opera. Ellos resisten a la apatía generalizada de una sociedad débil que mira indiferente y sigue delante, naturalizando luego los horrores cotidianos. Resisten, al calor de los abrazos de los compañeros de lucha, de los que están y de los que ya no, pero que forman parte de ese tesoro único y precioso, que pocos tienen el honor de conocer y más aun de merecer.

Los hijos de Adriana Calvo y Miguel Laborde han testimoniado en la causa conocida como de los pozos (1). En la jornada número 60, del día martes 29 de marzo, se escucharon los testimonios de Martina, Teresa y Santiago Laborde. En sus miradas está el fuego heroico de sus padres y el de toda la generación de sobrevivientes al genocidio. Son ellos quienes han forjado y abierto el único camino posible que hasta ahora nos permite ver un rayo de luz en la noche. Sus palabras son dardos de fuego que incendian la conciencia. La historia reciente de la Argentina está marcada en cada gesto, pausa, llanto o expresión desesperada que invocan. No solo se trata del recuerdo del terror vivido por sus padres siendo niños, durante la dictadura. Sino también del otro. Del que persiste en este presente. Del que existe impunemente en medio de una sociedad anestesiada por el miedo y que busca una salida, cobarde y errada, insistiendo en mirar hacia otro, para dar vuelta la página.  

Pero la semilla de nuestra libertad continúa esparciéndose en el viento, por encima de esa marea de agua sucia, que tiende a arrastrar a muchos y diluirlos en los laberintos infinitos de nuestra mediocridad individual. Más tarde o temprano, nuestros sueños y anhelos, encontrarán finalmente suelo fértil donde arraigar y un lugar para crecer. Todo lo vivido se volverá aprendizaje y el nunca más la piedra fundamental de una sociedad nueva.

Los testimonios

"Después de 46 años seguimos acá exigiendo justicia y se da tarde y en cuentagotas. La verdad que la virtualidad me hizo ver en el living de su casa a estos mierdas como Berges (2) y se me revolvieron las tripas. Uno se los imagina en un cuartito oscuro, no sabe que están en prisión domiciliaria. Sabe, pero no, la cabeza no lo quiere aceptar. Te lo imaginas detrás de los barrotes en un lugar oscuro y sin luz, pero bueno están sentados en el living de su casa tomándose un vinito mientras nosotros declaramos".

Así hablaba Martina Laborde, de la única manera posible con la que se puede contar esta historia. Con la crudeza y la emoción desbordada. Con rabia, bronca, impotencia, lucidez y si estuvo también sentada allí dando testimonio, con esperanza: "Después de 46 años solo se puso en el banquillo de acusados a un puñado de militares y nunca se jugó a civiles, a periodistas, a responsables de medios de comunicación, empresarios, a curas. Sin ellos la dictadura y el genocidio no hubiese sido posible. Porque ningún pueblo acepta, normaliza semejante aberración si no es a través de la mentira y el engaño. Lograron justificar lo injustificable, lograron que la sociedad naturalice la violencia y están todos libres. Y siguen ostentando el mismo poder que antes y mientras no se juzgue a todos esos responsables no creo que cambie mucho nuestro país, por qué siguen generando herramientas cada vez más sofisticadas para engañarnos. Y no hace falta una dictadura para qué nos impongan modelos económicos que nos llevan a la ruina a la pobreza y al hambre. Vamos solitos y votamos a nuestros opresores".

Luego de más de una hora, siguió el turno de Teresa Laborde, la hermana menor de Martina y Santiago. Y aunque todos conocemos su historia, se nos presenta de igual modo, de una manera elocuente para cumplir con las formalidades del juicio y por las dudas, para que ninguno nos olvidemos: "Hola, buenos días, fui víctima directa de la dictadura. En mi familia siempre fui Teresa la que nació presa, pero a decir verdad si hubiera nacido presa hubiera tenido mejores condiciones, porque la verdad es que nací desaparecida y torturada".

Teresa relata su historia y nos proyecta dentro un mundo que muchos pretenden que permanezca lejano y oculto en el tiempo. Pero sin embargo es presente y futuro, una historia que está viva y resurge siempre, cada vez que se la relata con más fuerzas. Como una misión secreta, va forjando un punto inflexión en cada uno cuando nos encuentra y acorrala, hasta poder definirnos por blanco o negro, por todo o nada: "Esa realidad paralela que vivía decía cómo es que la gente vive normal cuando están esos militares afuera y siguen estando. Yo nunca podía entender cómo el mundo seguía girando. Lo mismo le debe pasar a los papas y mamas de Tehuel, lo mismo le debe pasar a todas las pibitas y madres que no están, también la policía es cómplice de eso. La policía es cómplice de todo y los medios de comunicación también (...). Lo que están haciendo es que el umbral de tolerancia a los derechos humanos, sea cada vez más alto. Si un torturador de bebés, torturador de embarazadas, ladrones de bebes, torturadores por gusto (siempre es por gusto)  sí una lacra sádica de esa calaña está sentada en su casa (2), si una persona que vulneró tantos derechos está sentada en su casa, ¿cualquier cosa de ahí para abajo es posible? Cualquier cosa. Entonces toda la sociedad va a quedar colgando de ese cordón si no se hace justicia de verdad, si no tienen oportunidad de hacer historia de verdad y mandarlos a la cárcel, porque yo quisiera saber que impedimento jurídico tienen para no mandarlos a la cárcel. Y que impedimento jurídico tienen para no ir a allanar los lugares donde sabemos que puede haber información sobre todos los bebés que faltan. Si hay tantos testimonios que dicen que iban y eran extorsionados por curas, por qué no van a ver si en alguna iglesia, el poder eclesiástico en algún lugar, no tiene registro de lo que hicieron con todos esos bebés. Son los únicos que lo pueden hacer, son los únicos, no le falta ningún tipo de prueba, no le falta nada se los impide".

En el pozo de Banfield existió una maternidad clandestina donde pasaron al menos 16 mujeres embarazas. Teresa es la única sobreviviente bebe de ese calvario, que pudo recuperar su identidad. En su testimonio jamás dejó de recordar a cada uno de los niños que aún no aparecen, ni de agradecer el coraje de todas las mujeres, que aun indefensas la protegieron evitando ser separada de su madre. "Cuando decían 'algo habrán hecho' y por ahí hay gente lo creo, que se los llevaron porque 'algo habrán hecho', la respuesta es sí. Es contundentemente sí. Algo hicieron e hicieron algo fundamental. Hacían algo fundamental que era ponerse en lugar del otro. Algo que nos quieren hacer creer ahora que no es posible. Nos quieren hacer creer ahora que no somos así, que en realidad somos esencialmente egoístas y que nos miramos el ombligo. No es verdad. No es verdad porque si en esas condiciones de supervivencia, las compañeras de mi mamá le daban su plato de comida de caldo que venía cada tres días, es que en realidad somos esencialmente empáticos. Nada más que nos estaría faltando empezar a ejercerlo un poco más y los 30 mil que se llevaron eran eso, eran eso porque además escuchamos los testimonios de los hijos, de las hijas, de los hermanos y eran obreros que defendían los derechos laborales, o eran abogadas que defendían los derechos de las mujeres o de las infancias. Cada una y cada uno de los 30.000 hicieron algo y es algo que deberíamos hacer todas nosotras y todos nosotros".

Por último, llegó el testimonio de Santiago Laborde, el hermano del medio. Rescatado primero por una vecina, que lo tomo de los brazos de los represores cuando fueron a secuestrar a su mamá Adriana. Y luego, de nuevo puesto a salvo, cuando por segunda vez volvieron para buscar a su padre Miguel, quien para protegerlo lo pasó por medio de la medianera que da a la casa lindera. Santiago al igual que sus hermanas, recuerda también la desaparición trágica de Julio López como un punto de inflexión en la lucha y toda la catarata de amenazas que llegaron a quienes promovían los juicios. "Uno la veía a mamá y a sus compañeras de la asociación como superheroínas que no las paraba nadie y lo de López fue un cimbronazo terrible y que te daba miedo de verdad. En esa época no tenía hijos, pero si sobrinos y te planteas y decís hasta qué punto y el punto fue redoblar. Redoblar la puesta y bueno y aquí estamos juzgándolos 40 años después en sus casas".

Santiago analiza con equilibrio el alcance de los juicios impulsados por los familiares de víctimas. Hace un balance con perspectiva de lo ocurrido, reconoce el valor del logro de sus padres, compañeros y los compara, por ejemplo, con otros países como España, donde nunca llegaron a juzgar los crímenes del Franquismo: "Acá no pueden salir a comprar el pan. No pueden salir a comprar un asado, no se pueden juntar con sus amigos si es que tienen. Se van a quedar en su casa y se van a morir en sus casas. Y así como mi familia mis hermanas y a mí nos tocó tener una infancia que te daba, no sé si la palabra era vergüenza, pero te daba no éramos la norma, lo bueno es que 40 años después los que son una vergüenza son ellos. Los que tienen vergüenza de portar el apellido de sus padres son ellos. Nosotros los llevamos con mucho orgullo, no tenemos nada que esconder, decimos el nombre y el apellido completo. Yo sé que hay una organización que se llama historias desobedientes, que son hijos de genocidas y que de la vergüenza que les generaron sus padres se tienen que cambiar el apellido. Me parece que de eso no hay retorno".

Tenemos memoria, pero ellos también

Nací en el 76. Quien escribe forma parte de la generación de los hijos de Adriana Calvo y los bebes secuestrados durante la dictadura, a quienes les fueron cambiados su identidad y todavía no los encuentran. Por ello, es que, a pesar de tener una experiencia de vida completamente distinta, tengo un doble interés en narrar este artículo. De algún modo, al hacerlo también se completa parte del recorrido que todos debemos hacer, hasta poder encontrarnos en un punto común de la historia.

Pude terminar de asimilar recién de adulto lo que significa para esta generación, haber nacido y crecido en el contexto del horror de un exterminio. De manera mucho menos dolorosa que las víctimas directas, he intentado desentrañar en cada etapa, parte de una historia sepultada bajo piedras, para poder descubrir y realizar con el tiempo que también era la nuestra. De hecho, toda nuestra incapacidad actual para resolver las múltiples crisis y las psicosis emergentes en este presente, no hay dudas que se resumen y tienen origen en este trauma todavía inconcluso.

Conocí a Adriana Calvo durante un breve periodo, siendo estudiante y ella docente e investigadora, en la facultad de ingeniería de Buenos Aires. Recuerdo desde siempre el día que ingrese a su despacho y tenía pegado en una pared, un artículo de un periódico muy conocido hablando de Teresa, su hija. Por primera vez comprendí con quien estaba y sentí algo, que con el tiempo identifiqué como el peso de la historia cayendo sobre mí, toda junta.

Seguí mi propio camino, me gradué, conseguí trabajo y continué mi proyecto de vida. Jamás hubiese imaginado, que mis años de estudiante habían sido contemporáneos al periodo que precedió, lo que luego fueron la apertura a los juicios, en donde gracias a Adriana y otros lograron condenar a Etchecoltaz, por primera vez en el marco del genocidio. Es decir, mientras nosotros cursábamos materias y nos abríamos paso en la vida, Adriana y sus compañeros trabajaban para conquistar esta instancia reparadora de la historia.

Una sensación de insuficiencia desde entonces me recorre. La historia había pasado por al lado mío sin poder comprenderla. Desde allí comencé a realizar que el horror que vivieron las víctimas, es el mismo que nos cubre de ignorancia. Ahora vivo consciente, o al menos lo intento y veo en este presente resquebrajado en mil partes, a la sociedad luchando para sobrevivir en sus márgenes. Se que quienes niegan estas calamidades, son equivalentes a quienes vivieron el genocidio y lo negaron en su momento. Su victoria se extiende bajo la forma de un manto infectado que tiene ese sesgo de ignorancia y de locura. Y que a medida que nos cubre, nos enferma y mata. En el fondo, no es otra cosa, que la consecuencia de vivir subordinado siempre a un mismo terror, que actúa libre, escondido en la muchedumbre.

Causas pozos de Banfield y Quilmes en Argentina no todo esta guardado en la memoria 2

Los crímenes que vemos se ejecutan a plena luz del día, delante a todos. Para desterrarlos hay que primero poder confrontarlos. El terrorismo de Estado, cuando está individualizado a través de algún representante de la sociedad, algún genocida militar o cómplice civil de la dictadura que aparece sentado en el banquillo de los acusados, es una escena que debemos comprenderla como consecuencia del coraje de quienes, siendo víctimas, lograron sobreponerse para abrirnos el camino. Son esos pocos quienes hoy siguen señalando un horizonte de salida y a modo ejemplo, se ponen sin proponérselo, como muestra de la humanidad que debemos conquistar para responder con altura. Luego, todo tiende a diluirse en la amalgama de una democracia enferma que todo lo tolera y de la cual, por lo tanto, lo peor todavía está por emerger.

Los testimonios de los tres hermanos Martina, Teresa y Santiago Laborde, forman parte hoy de otra pieza fundamental en los juicios de lesa humanidad y en el camino de la reconstrucción de la memoria. Son elementos de una historia que se ensambla como una relojería sin tiempo, en la conciencia colectiva. Ya forman parte de ella, desde aquel primer testimonio de Adriana en el juicio a la junta, las palabras de Miguel su padre y el de todos los compañeros sobrevivientes y familiares.

La transmisión online nos permite volver a ellos una y mil veces, cada vez que sea necesario. Sus vivencias quedan traspasadas por lo mejor y lo peor de nuestra sociedad. La indiferencia y el cobarde prejuicio, por un lado. Y del otro, por haber vivido y ser fruto del ámbito desde donde se gestaron y llevaron en alto la bandera de los derechos humanos, como uno de las épicas más nobles y dignas, de toda nuestra historia. A todos ellos está dedicada esta nota.

"Reivindico la lucha de los ex detenidos desaparecidos, de los familiares, de las abuelas, de las madres que la lucha de ellas se convirtió en estos pañuelos de colores que van a seguir, aunque ellos no estén. Estamos haciendo esto para que no se vuelva a repetir. Para que nunca más exista un campo de concentración, ni vuelos de la muerte, ni picanas y robos de bebés".

Las palabras finales de Martina Laborde, al igual que las dichas por sus hermanos, copian la emoción y profundidad de nuestro sentir.

Y también nos deja una reflexión, que depende de nosotros se convierta o no en advertencia, si es que como pueblo no tenemos la capacidad de responder con la determinación necesaria, a cada llamado de lucha, que se renueva y lo seguirá haciendo, hasta que exista justicia.

"No todo está guardado en la memoria, convivimos con los cómplices y socios de genocidas. Nos han gobernado y nos pueden volver a gobernar. No son fantasmas, están acá, se los vota, se los aclama: nosotros tenemos memoria pero ellos también".

Son 30.000.

Por las generaciones que vienen, para que Nunca más sea Nunca más.

Ni olvido, ni perdón, ni reconciliación.

Hasta la Victoria Siempre! ¡Siempre! ¡Siempre!

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(1*) Juicio los pozos. La causa de Pozo de Banfield nuclea 254 víctimas. Las de Pozo de Quilmes son 175. El Pozo de Banfield funcionó también como maternidad clandestina donde la mayoría dio a luz en ese lugar. El juicio se realiza de manera unificada con la causa por los crímenes ocurridos en el Centro Clandestino del Infierno que funcionó en la Unidad Regional II de la Brigada de Investigaciones de Lanús que dependía de la Dirección General de Investigaciones de la Policía Bonaerense. En total son 18 imputados, 442 víctimas y en el jucio se incluyen 468 testimonios

(2*) Berges, Jorge Antonio, exmédico de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, Argentina condenado por delitos de lesa humanidad cometidos durante el Proceso de Reorganización Nacional. Implicado en el Terrorismo de Estado, participaba directamente en las torturas, como en el caso de Jacobo Timerman, a quien le sostuvo la lengua para que no se ahogara mientras lo torturaban. Era responsable de los partos de las secuestradas embarazadas.

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*Foto de portada: pagina12.com.ar

*Foto 2: laizquierdadiario.com