Miércoles 15 Mayo 2024

El cartismo dice que el sicario miente

El presidente del Senado Silvio Obelar dice que detrás de todo esto está el gobierno de EEUU

Exsenador colorado Juan Galaverna hace siete años ya hablo de asesinatos políticos

“El principal testigo nunca brindó datos falsos en la causa Pecci” fueron las recientes expresiones del fiscal colombiano Mario Burgos, refiriéndose a los datos aportados por uno de los detenidos por el magnicidio del fiscal Marcelo Pecci, Francisco Luis Correa -considerado como el cerebro del atentado- quien desde hace días dejó expuesto al expresidente Horacio Cartes como uno de los autores intelectuales del primer crimen trasnacional de hace un año y pocos meses. La noticia de la acusación a Cartes se extendió por el mundo entero, y las repercusiones fueron múltiples, pero la principal fue que el Ministerio Público paraguayo decidió -en las últimas horas- abrir causa penal contra el ex primer mandatario guaraní. Toda esta situación desencadenó en el Paraguay una muy áspera ronda de opiniones, siendo una de ellas la del presidente de la cámara de Senadores Beto Ovelar quien afirmó contundentemente que “no hay que descartar, que detrás de las acusaciones del sicario que se hicieron, esté el gobierno de los Estados Unidos”. La cuestión es que, hasta el momento, todo este panorama deja más preguntas que respuestas, dentro de un contexto de complejidades que conciernen a la vida política paraguaya y que se relacionan estrechamente con hechos propios de una ideología mafiosa, minada de encubrimientos bajo la mesa, y de realidades invisibles al ojo público y hasta mediático. Un contexto que permitiría -quizás en el momento menos pensando- sacar a la luz pública las facetas más insondables del submundo del hampa, vigente dentro del Paraguay, desde hace ya algunos años, como ser, la narco política y la ideología criminal funcional a las instituciones. Episodios recurrentes, que ya no nos asombran, porque están, en muchos casos, teñidos de sangre de justos, algo que ya desgraciadamente se ha naturalizado en las entrañas mismas de las sociedades humanas de Latinoamérica.

A la noticia que divulgamos oportunamente, de que Horacio Cartes fue acusado por uno de los sicarios involucrados en el magnicidio Cartes, como uno de sus autores intelectuales, se sumó otra novedad que involucra al Ministerio Público. Ocurre que el actual fiscal general Emiliano Rolón Fernández, dispuso se le abra a Cartes una causa penal, destinándose a tales efectos a los agentes fiscales de la Unidad Especializada de Crimen Organizado, Cristian Ortiz y Carlos Alejandro Cardozo, y de la Unidad Especializada de Delitos Económicos y Anticorrupción Osmar Legal y Francisco Cabrera, los cuales habrán de trabajar bajo la supervisión de la fiscala adjunta Matilde Moreno, siendo el agente fiscal coadyuvante Manuel Doldán Breuer, responsable de la Dirección de Asuntos Internacionales y Asistencia Jurídica Externa.

¿Y esto qué significa? Pues puede que mucho o quizás, mucho menos de lo que uno piensa. ¿Por qué motivo no se continúa esa investigación fiscal en territorio colombiano? ¿Sirve verdaderamente a la verdad investigarlo acá en Paraguay? ¿No será que hacer esa investigación en Asunción, en realidad no hará más que protegerlo y mantenerlo en la impunidad? Un tema demasiado complejo, y que está sobrado de recovecos. Sinuosidades, así de literal.

El testigo Francisco Correa Galeano, para la fiscalía colombiana, les fue de mucha utilidad. Según el fiscal de Colombia Mario Burgos, por sus recientes declaraciones, se supo nombres propios respecto a los mandantes del magnicidio: Horacio Cartes y Miguel Ángel Insfrán, alias “Tio Rico”, éste último ya preso haciendo parte del operativo A Ultranza.

Desde Colombia, el fiscal Burgos enfatizó ante el periodismo local, que Paraguay tiene competencia de indagar sobre el vínculo de Horacio Cartes y de “Tio Rico” con el crimen de Pecci, con la colaboración de su fiscalía, con asiento en Bogotá. Como se recordará, precisamente fue Burgos quien tomó las riendas del caso desde un primer momento, lo que permitió la captura y el procesamiento de Francisco Luis Correa Galeano, Andrés Felipe Pérez Hoyos, de su hermano Ramón Emilio, que fueron condenados a 25 años de cárcel por este hecho; de A. Wendret Carrillo (sicario), de Eiverson Zabaleta, Marisol Londoño y Cristian Camilo Monsalve Londoño, sobre los que también pesan condenas; en estos días se viene llevando a cabo el juicio a Margaret Chacón, supuesta financista. Y fue precisamente en ese contexto de investigación fiscal, que Francisco Correa, quien busca acogerse a la delación premiada para bajar su condena, mencionó como autores morales, nada menos que a “Tío Rico”y al expresidente paraguayo. En el expediente de Correa Galeano consta que él fue contratado para reclutar a los sicarios y para organizar la apropiada logística para cometerse el atentado.

En medio de todo, desde el Senado del Paraguay, su titular, Silvio Ovelar salió al cruce con declaraciones nada insignificantes: “Yo no sé, pero no puedo descartar que el gobierno de Estados Unidos esté detrás de las acusaciones. Sería una muestra más de que existe todo un dispositivo que busca golpear el gobierno de Santiago Peña. ¿Cómo le voy a dar validez a las declaraciones de un sicario, de un asesino, que cobra para matar, y qué optaría como mínimo cobrar para mentir?”.

En el otro extremo, hubo otra voz que salió a la luz pública. Una voz de fecha de fecha 7 de agosto de 2017. Una voz que el periodismo exhumó. Se trata de la voz del exsenador del Partido Colorado Juan Galaverna, quien -hace siete años- afirmó enfáticamente ¿quizás en tono profético?, refiriéndose al equipo de Horacio Cartes: “Esta gente es capaz de cualquier cosa. Tengo miedo de que lleguen a cometer barbaridades y ruego a Dios que eso no suceda. Esta gente es capaz de cualquier cosa. Son capaces del crimen político. Tengo plena conciencia y lo reflexiono durante varios días. En el equipo de Horacio Cartes hay gente que ya ha participado de asesinatos políticos”.

Y a esta altura de los acontecimientos, y aun sin profundizar en el caso, uno va descubriendo que detrás de este y otros hechos, de igual naturaleza, el nudo gordiano es definitivamente intrincado. Un camino, el del cartismo, recubierto de una criminalidad que ha sido aludida, nada menos que de un referente muy importante -desde 1989- del Partido Colorado; de un conocedor muy serio, de los recovecos de esa agrupación política. Un camino que una y mil veces se describe en las calles de Asunción.

Y solo en tren de conjeturas, nos compete entonces, reconstruir ciertos episodios, que serían -quizás- piezas de ese rompecabezas trágico y manchado de sangre. Solo en tren de conjeturas, insisto. El cartismo estaría, presuntamente involucrado en tres hechos anteriores al magnicidio de Pecci: el 1ero de agosto de 2014, la muerte del ex intendente de Ypehú, Julián Nuñez (vinculado estaría el Clan Acosta, el mismo que luego mató a un periodista de la región); el 16 de octubre de 2014, o sea dos meses después, el asesinato del periodista de nuestra redacción Pablo Medina (vinculados oficialmente por resolución judicial, el Clan Acosta, es decir Vilmar Neneco Acosta, que era intendente entrante de Ypehú, y que fue el ideólogo, razón por la cual fue condenado a casi 39 años de prisión; sus parientes Wilson Acosta Márquez y Flavio Acosta Rivero, sicarios ambos, condenados en Brasil);y el 1ero de abril de 2017, el asesinato -en manos de un policía- del joven Rodrigo Quintana, el 25 años de edad militante del Partido Liberal Radical Auténtico. Y en el episodio de Medina, a la senadora Cristina Villaba (obviamente del cartismo más recalcitrante) se la asumió como una protagonista muy cercana al Clan Acosta, lop que no pasó desapercibido en su momento y ahora mismo.

Con la acusación del sicario detenido en Colombia, el cartismo, en la persona de Horacio Cartes cobró entonces una sólida dimensión de protagonista, que podríamos decir resulta ser macabra, al menos así se desprende de los dichos del ex senador colorado Galaverna, que se consignan en un párrafo anterior.

La muerte del fiscal Marcelo Pecci, fue para muchos ámbitos, uno de los más impactantes de los últimos tiempos, en el Paraguay, en Latinoamérica y en el mundo. Y su tras nacionalidad -inconfundible por leguas- da cuenta de todo lo que hay en la trastienda de la tragedia. Una trastienda donde predominarían figuras del poder institucional paraguayo; y hasta del Estado. Una trastienda en la que los teje manejes a nivel político (movilizando intereses financieros, influencias, dinero, propiedades, contrabandos y seguramente voluminosos embarques de cocaína) son y siguen siendo moneda corriente. Como son moneda corriente, la presencia en esas actividades –desarrolladas a espaldas de la legalidad y del pueblo- de personajes como Sebastián Marset, narcos de Primer Comando Capital ,delincuentes de la talla de “Tío Rico” o de elementos del hampa de la Triple frontera, haciendo cotidianas conexiones con sus pares de Rosario (Argentina) , de Uruguay, de la ‘Ndrangheta italiana, y de grupos criminales locales, en particular de Pedro Juan Caballero, escenario ya emblemático de muerte de periodistas y de funcionarios públicos honestos.

¿Todo por qué? Porque mientras lo sistémico siga agarrado a la corrupción pública, al narcotráfico, y a la ideología criminal, todo este patético panorama seguirá agudizándose y posicionándose en nuestra américa latina, desgarrando democracias, como primera cosa, y causando más derramamientos de sangre, como acto seguido.

Y ni hablemos de pacificaciones o de políticas sociales, las que siguen siendo trocadas por las mezquindades, los egoísmos, los individualismos y el fascismo, que ahora esta tomando cuerpo, como parte indispensable y funcional a la lógica mafiosa mundial.

Marcelo Pecci, debe haber percibido ese cáncer social, mirándolo a los ojos, y en cada una de sus investigaciones. En eso estaba, cuanto tocó los resortes de los poderosos de turno. Confrontarlos con órdenes de allanamiento y de detención, le costó la vida.

Fue la vida de un justo. Y es por eso que no nos quedamos callados. Lamento, sinceramente, el silencio respetuoso de su familia, que no se da la libertad para denunciar junto al periodismo antimafia y a quienes luchan contra el crimen, tanta podredumbre vestida de democracia (ficticia) y de hipocresía.

Sería de mucha ayuda su aporte, sinceramente. Pero, bueno, tiempo al tiempo. Nosotros como periodistas, y los operadores y los funcionarios públicos honestos, seguiremos con lo nuestro, como todos los días.

Foto: Última Hora