¿Cómo? Y la respuesta, de Olga Bianconi, fue una sola: “Mi hija mayor y la de Pablo, Marianela, se recibió de abogada”.
Una muy buena y reconfortante noticia me llegó hace pocos días. Una novedad que nos halaga, porque la historia de vida de esta flamante abogada, de 23 años de edad, hace parte de la vida de nuestro redactor Pablo Medina, que fuera asesinado en un apartado camino rural de Villa Igatimi, en la zona fronteriza de los departamentos de San Pedro y Canindeyú, distante unos 50 kilómetros de la ciudad de Curuguaty, el 16 de octubre de 2014. Hace ya diez años de esa tragedia, en la que también perdió la vida Antonia Almada, asistente de nuestro colega. La hija de Pablo, Marianela de Jesús Medina Bianconi, era una adolescente. Su hermano Virgilio, era más chico. Ambos, con su mamá Olga, debieron asumir la ausencia del jefe de familia. Y asumir esa muy dolorosa circunstancia les significó sacrificios, serenidad, valor y ante todo fuerza. Fuerza de voluntad para reconstruirse individualmente y como familia.
Adversidades mediante, el instinto de supervivencia colectiva no estuvo ausente. Como tampoco la fe, seguramente. Las contrariedades, propias de la vida, no paralizaron a la familia.Los dos hermanos y su madre derramaron lagrimas y se abrazaron, para superar todo, contra viento y marea. Y nada los detuvo para seguir adelante, con los cometidos. Y felizmente hubo manos amigas, a veces solidaridades anónimas. Alientos. Y todos ellos, en su casa de Curuguaty -reconstruida gracias al apoyo de los empleadores de Pablo- miraron hacia adelante, como una forma de honrar la memoria de un padre, y de un esposo, caído en lucha contra el crimen.
Y esa honra, esa memoria, ese recuerdo maravilloso de un padre presente en el hogar, alternando sus afectos y sus obligaciones, con sus actividades, con sus viajes a la capital Asunción y a otras regiones, se fue edificando jornada tras jornada.
Una honra, no solo a un “papá”, sino además a un luchador, que tuvo el coraje de confrontar al mal, traducido en el narcotráfico reinante en la región. Una honra a un periodista del diario ABC Color,, y que fue uno de nuestros redactores. Una honra a un periodista comprometido con la denuncia. La denuncia de la corrupción. La corrupción que hoy por hoy deteriora a la sociedad paraguaya, en sus cuatro puntos cardinales.
El tiempo fue el mejor sanador de la ausencia paterna y del dolor. Ese tiempo -a veces tiránico- tomado de la mano de la fortaleza emocional de Olga Bianconi, sumado a ese no bajar los brazos de esos dos hijos, fue reparador. Fue constructor. Fue estrepitosamente revolucionario, porque contribuyó al cambio, a la urgente necesidad de dar vuelta la página. El tiempo, revolucionó ese hogar. Diez años después los frutos fueron más que óptimos. Más que reconfortantes. Más que esperanzadores. Los hijos de Pablo comenzaron a transitar por la vida, con identidad propia. Tanto Marianela como Virgilio.
Marianela de Jesús Medina Bianconi , que además ya es madre y tiene un hogar propio, egresó finalmente como abogada, en la carrera de Derecho, de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de Canindeyú (UNICAN) de la Filial de Curuguaty. Fue el pasado 22 del mes de marzo.
Marianela, que supo vivir en carne propia -junto a su hermano y a su madre- el embate de la criminalidad organizada en la región,eligió como tesis un tema, nada ajeno a su microcosmos: “El crimen organizado en Curuguaty periodo 2020 - 2023. Desde el punto de vista etnográfico”.
Marianela hizo su debida presentación. La defensa oral y pública del trabajo final de grado. Y las loas académicas sobraron, de parte de los abogados examinadores:
Hugo Valdés, Ramón Florentín y María Jonez.
Su gran salto, para el futuro, fue dado sin impedimentos. Más bien, con la aprobación unánime de cada uno de los integrantes del Tribunal. Un gran salto, también en favor de la verdad. Un gran mensaje, suyo y de una generación. Una estocada a la criminalidad, si se quiere. Aquel día de dolor, y de desesperación, de hace diez años mutó, se transformó. De una espina, nació una flor.
La flamante abogada marcó presencia, y me atrevería a decir, que ese título es como un símbolo, de esa lucha contra el crimen que hoy todavía está vigente, desafortunadamente, en ese su país de tierra colorada, donde campea la muerte, fruto de la violencia mafiosa, y de una narco-política dominándolo todo.
Las esperanzas de los jóvenes -como Marianela- para desarticular, y para neutralizar el avance de la criminalidad, están depositadas en las herramientas de la legalidad. En los instrumentos del conocimiento. De la honestidad y de la transparencia. Y ser abogada es uno de los instrumentos legítimos para hacerlo. Un instrumento enaltecedor. Y todo se lo debe a su tenacidad, para superar las tormentas del pasado.
Y Marianela, la hija del extinto Pablo Medina, eso lo sabe perfectamente. Y estamos seguros que no defraudará.
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Foto: gentileza de Olga Bianconi