Domingo 28 Abril 2024

*Extraído de La Izquierda Diario, Diana Assuncao-30 de octubre de 2022

En este artículo Diana Assunção, dirigente del Movimiento Revolucionario de Trabajadores (MRT) de Brasil y editora de Esquerda Diário que es parte de la Red Internacional analiza el escenario político brasileño y debate sobre las vías para enfrentar al bolsonarismo.

Después de cuatro años de gobierno de Bolsonaro, el odio de clase se apodera de todos los que vemos en este gobierno el símbolo de la barbarie, es decir, de una política reaccionaria de extrema derecha contra los trabajadores, las mujeres, los negros, los LGBTIQ+ y los pobres. Ante este escenario vemos como amplios sectores de la izquierda señalan frecuentemente que estas elecciones son un choque entre "democracia o barbarie". ¿Y dónde está el socialismo?

Estas elecciones no son normales. ¿Cómo pueden ser normales unas elecciones en las que los militares supervisan las urnas a petición del Tribunal Superior Electoral (TSE) y en las que Alexandre de Moraes, juez de la Corte Suprema, actúa como un emperador que decide quién puede decir cada cosa? El fenómeno que está ocurriendo ahora, se da ante la primera elección después de cuatro años del odioso gobierno de Bolsonaro, pero también después de las elecciones amañadas de 2018 con el encarcelamiento arbitrario de Lula, donde el conjunto de las instituciones del régimen político del golpe institucional actuaron para impedir que la población pudiera decidir a quién votar. Desde los tweets de los generales hasta la deliberación del Supremo Tribunal Federal (STF), y dónde la detención de Lula fue una coronación del proceso que se inició en 2016 con el impeachment de Dilma, en una fuerte ofensiva de la derecha, que desde entonces se conoce como golpista, para profundizar los ataques que ya hacía el gobierno del PT. El objetivo, por supuesto, fue descargar la crisis capitalista sobre las espaldas de los trabajadores y los pobres.

Este robo del sufragio universal fue avalado por todo el régimen político. Recordemos que el candidato más popular en 2018, era Lula y fue detenido unos meses antes de las elecciones, mientras encabezaba todas las encuestas. Carmen Lucia, Alexandre de Moraes, Luiz Fux, Edison Fachin, Luis Roberto Barroso y Rosa Weber, todos ellos ministros de la Corte, que no fueron electos por nadie, votaron el encarcelamiento de Lula. ¿Es posible creer que algunos de ellos ahora sean parte de una supuesta "brigada democrática" contra la barbarie? Sería más lógico concluir que las instituciones del régimen actúan según los designios e intereses de los capitalistas, y que a veces oscilan o chocan entre sí porque la burguesía también está dividida con respecto a cuál es la mejor manera de imponer sus intereses. En la tradición marxista es común la definición de que el Estado actúa como un verdadero administrador de los negocios de los capitalistas. En Brasil, es necesario destacar con énfasis el papel del poder judicial en esta definición, ya que desde el golpe institucional ha adquirido el aura de árbitro político sobre todo y todos. ¿No está claro que para el golpe institucional el papel del poder judicial y de un juez como Sérgio Moro, pero también del Supremo Tribunal Federal, fue esencial para el mantenimiento de un régimen degradado y marcado por los ataques contra las mayorías? El papel es aún más nefasto cuando vemos que el resultado de esta bonapartización de las fuerzas judiciales en Brasil ha significado el fortalecimiento de la ultraderecha y la llegada de Bolsonaro al poder. Al fin y al cabo, con el pueblo vetado por el STF para votar por quien quisiera, ¿quién ganó las elecciones de 2018? Ya lo sabemos.

La diferencia, sin embargo, es precisamente hacia dónde apuntan las órdenes y el desdén de esa misma justicia, que ahora se enfrenta a su "hijo no deseado". El bolsonarismo se ha consolidado con un discurso reaccionario antistablishment, pero incluso este discurso ha encontrado su lugar dentro del régimen político post golpe: sí, hay lugar para todos. Un régimen político que aceptó el resultado de la primera vuelta, dónde los militares pactaron una fiscalización "a medias" proponiendo un informe hasta 30 días después del resultado, con la excusa de "no tener disturbios", mientras que dejan pasar los discursos golpistas de Bolsonaro. Roberto Jefferson, el aliado de Bolsonaro que salió a los tiros para evitar ser detenido, se ha convertido en un "matón", en palabras de Bolsonaro, y ha reafirmado que actuará “bajo la Constitución", mientras sigue con un discurso golpista por si pierde las elecciones. Pero la verborragia ultraderechista fue contenida en la campaña electoral de Bolsonaro, la misma se concentró sólo en los núcleos más radicales y fascistas. Para las masas el diálogo era otro, era un diálogo electoral. Esto expresa una especie de "institucionalización" de la extrema derecha, que se pretende contener, también, con el papel de "juez de todos" que asume el juez de la Corte Alexandre de Moraes en las elecciones. Él decide qué cuentas de redes sociales deben prohibirse y cuáles no, qué contenidos deben eliminarse y cuáles no. Para la extrema derecha, eso infla la bandera de la "libertad de expresión" utilizada continuamente como excusa para explotar y oprimir mejor, combinada con la seducción liberal del individualismo llevado al extremo. Pero los que aplauden a Alexandre de Moraes tienen las manos atadas cuando él, por ejemplo, prohíbe la denuncia de que Paulo Guedes ha anunciado un cruel recorte salarial sobre el salario mínimo o prohíbe la denuncia de en torno a las declaraciones del canalla de Bolsonaro sobre que se habría “generado un clima” entre él y unas niñas venezolanas de 14 años. Este es sólo un pequeño indicio de que, si bien el aumento del poder en manos del poder judicial en un momento dado se vuelve contra la extrema derecha, se volverá especialmente contra la izquierda y los trabajadores. Y esto no es sólo una predicción para el futuro, es una constatación del pasado cuando el poder judicial le robó al pueblo su derecho de decidir en las elecciones amañadas del 2018. ¿Por qué confiar tanto en ellos en este momento?

Con esto, toda la discusión sobre democracia y barbarie queda al descubierto. En este caso, no se trata de la famosa frase "socialismo o barbarie" que tomó fuerza en las ideas de Rosa Luxemburgo antes de la tragedia que terminó siendo la Primera Guerra Mundial. En la actualidad, algunos lo ven como un cierto “etapismo”. Para otros, no tanto, ya que su proyecto es gestionar abiertamente el capitalismo con responsabilidad fiscal, junto a los empresarios y manteniendo los pilares de la labor económica del golpe institucional. Con esto, ya se puede decir que el PT se propone el papel de ser una incubadora de una nueva derecha en el país, como queda explícito en la necesidad presentada por Renato Janine Ribeiro sobre la búsqueda de un nuevo partido de derecha, tras el hundimiento del PSDB. Pero aquí nos interesa el discurso de la izquierda que se hace llamar socialista, como las corrientes del PSOL, que señalan la disputa entre democracia y barbarie como una etapa de la lucha por el socialismo.

Esto era de esperar de las corrientes de tradición estalinista, con su política de innumerables alianzas con alas de la burguesía, como es el caso de la Unidad Popular (UP) y el PCB, que ahora afirman que no hay "burguesía progresista", pero se han embarcado con entusiasmo en el frente amplio de Lula con el gran capital urbano, industrial y financiero (Fiesp y Febraban), con el objetivo de "defender la democracia", que quedó claro desde la firma del Manifiesto del 11 de agosto, que el Senado de EEUU apoyó por unanimidad. A su vez, ya sabemos que muchas corrientes en Brasil tienen su origen en el “morenismo”, corriente centrista que es conocida por su revisión de la Teoría de la Revolución Permanente de León Trotsky, dando lugar a una mal llamada teoría de las revoluciones democráticas con "cualquier" dirección. Aquí se trata de algo menos que eso. No hay ninguna revolución en marcha, ni lucha contra una dictadura, ni siquiera hay una movilización en marcha, ya que las centrales sindicales actúan para dividir e impedir cualquier resistencia efectiva. Lo que está en marcha son elecciones entre una extrema derecha odiosa, un frente amplio con Lula-Alckmin y gran parte del régimen político y con apoyo del ala demócrata del imperialismo norteamericano, una profundización del autoritarismo judicial y una tutela militar avalada por el TSE y no cuestionada por el PT.

En este sentido, el lema “democracia o barbarie” es contradictorio, porque si, por un lado, Bolsonaro representa las cloacas más podridas de la extrema derecha y de los militares, no se debe dejar de ver la profundización del autoritarismo judicial con tutela militar. Lo que el PT y sectores de la izquierda vienen aplaudiendo como "mano dura" del poder judicial para disciplinar a la extrema derecha no es el "fortalecimiento de la democracia" sino la degradación de la misma, que le dará cada vez más a los jueces, que no fueron electos popularmente, el poder de decidir, tal vez algún día, la detención de un candidato popular o la capacidad de presionar para la destitución de un presidente electo. Si la presión de los generales se hace sentir, esto puede suceder aún más rápido. El proceso de degradación galopante de la democracia para ricos en Brasil es uno de los elementos cruciales del último período y, probablemente, de los próximos años, y una parte constitutiva fundamental de la lucha por una posición de independencia de clase.

Esto significa, en primer lugar, enfrentar con firmeza cualquier tipo de ataque golpista contra el derecho del pueblo a decidir a quién votar. Rechazamos la vigilancia militar avalada por el TSE, el arbitraje de Alexandre de Moraes impidiendo las denuncias contra el programa esclavista de Paulo Guedes, y todos los ataques bolsonaristas inspirados en la toma del Capitolio de los trumpistas que puedan surgir, a pesar del "tiro en el pie" del fascista Roberto Jefferson. Cualquier intento bolsonarista de no aceptar una eventual victoria de la candidatura Lula-Alckmin debe ser respondida con movilización. Así como el impeachment derechista a Dilma Rousseff, el encarcelamiento arbitrario de Lula y cada una de las contrarreformas antiobreras que armaron el combo de la alegría capitalista, y que hizo llorar de emoción hasta a Rodrigo Maia cuando se aprobó la reforma previsional, la cual nos hará trabajar hasta morir.

Pero también significa plantear que la defensa de una verdadera democracia no puede consistir en aplaudir la degradación de este régimen político, que se profundizó a partir de 1988. La misma con la que hoy se encuentran alineada la fórmula Lula-Alckmin, que se mueve al compás del capital financiero internacional. Es necesario desarrollar una política de independencia de clase que luche por todos los derechos democráticos en medio de esta democracia de los ricos, pero con una perspectiva socialista, que es incompatible con la alianza con la derecha y la patronal. Cómo mencionamos más arriba, la frase famosa que pasó a la historia en boca de Rosa Luxemburgo, "socialismo o barbarie", hacía referencia a un momento trágico para la clase obrera internacional. Fue formulada ante la barbarie de la Primera Guerra Mundial, es decir, de una guerra imperialista que tenía como objetivo "disputar las riquezas del mundo" entre unas pocas potencias imperialistas que estaban destruyendo las fuerzas productivas de innumerables países sólo para reafirmar su dominación. Ante esto, Rosa señaló que esta barbarie no podía ser enfrentada de otra manera que con la fuerza de la clase obrera internacional en acción. Y que, por lo tanto, la política de la socialdemocracia alemana de alinearse con la entrada de Alemania en la guerra imperialista para defender a su país del mal mayor de la guerra, era criminal. No estamos en un momento tan dramático, pero hay que sacar conclusiones de esa frase. Aunque no estemos ante una guerra, la conexión con Rosa está en reconocer que sólo la fuerza independiente de los trabajadores puede allanar el camino para derrotar la barbarie bolsonarista. Y que el frente amplio y el bonapartismo judicial no tienen como objetivo crear mejores condiciones para el desarrollo de esta fuerza independiente, sino, en cambio, están para impedir este desarrollo.

Más allá de esto, las lecciones de Rosa Luxemburgo, desde su enfrentamiento directo con el reformismo y el electoralismo, planteando siempre la necesidad de una fuerte autoorganización de la clase obrera, enriquecen enormemente la perspectiva sobre la que debemos reflexionar hoy. Considerar el desarrollo de fenómenos de nuevo tipo de la extrema derecha, como el bolsonarismo, como una novedad histórica nunca vista que permitiría, por tanto, cualquier tipo de política y alianza, no encuentra ninguna base marxista que la sustente. El capitalismo ya ha producido fenómenos como el fascismo, es decir, una política deliberada del capital financiero para el exterminio físico de la clase obrera y sus instituciones de clase y otras aberraciones de la época imperialista. Pero incluso, en estos casos la política revolucionaria nunca ha sido sucumbir al Frente Popular, es decir, a la alianza con la burguesía. Nuestro odio contra la barbarie capitalista debe estar en consonancia con una caracterización precisa de la situación política actual y del propio fenómeno, para enfrentarlo. Y esto sin ceder a los encantos del discurso reformista que hoy ve a la golpista Simone Tebet como un "ejemplo de mujer" después de que defendiera con uñas y dientes la reforma laboral esclavista y durante años, a los intereses de la reaccionaria bancada rural que tanto ha atacado a los pueblos indígenas y al medio ambiente.

En este sentido, contra la barbarie bolsonarista, hay que levantar con fuerza las banderas de la revolución socialista. No como propaganda sectaria, sino como una necesidad vital ante lo que se avecina. Esto significa una política que no sólo se enfrente a los golpistas de hoy, sino también a los golpistas de 2016, defendiendo el derecho del pueblo a decidir a quién votar sin tutela militar, y planteando un programa político acorde con los intereses de la clase trabajadora, rechazando el autoritarismo judicial y militar que ha sostenido y seguirá sosteniendo a la extrema derecha. La barbarie de Bolsonaro es producto de este sistema y de cómo, en nombre de la protección de sus ganancias y la propiedad privada, los capitalistas atacan incluso los derechos básicos de la propia democracia burguesa. Por eso es más necesario que nunca, un programa socialista para hacer frente a este sistema totalmente irracional en el que en uno de los países que más carne produce en el mundo, miles de personas tuvieron que hacer la “fila do osso”, es decir colas eternas donde las personas más pobres en las favelas esperaban para recibir restos de carnicerías. Donde los terratenientes hacen el “día del fuego” produciendo impactos mucho mayores a la nube de humo que convirtió el día en noche a más de 3 mil kilómetros de distancia. Un programa socialista para enfrentar un sistema que para mantenerse, más aún en tiempos de crisis, necesita profundizar la precarización y explotación de nuestra clase, beneficiándose en particular de la opresión contra las personas negras, indígenas, mujeres y LGBTIQ+.

Derrotar a Bolsonaro y al bolsonarismo va mucho más allá de las elecciones. Estamos del lado de todos los que quieren repudiar a Bolsonaro con su voto, pero hacemos un fuerte llamado a preparar la lucha para enfrentar lo que nos espera después de estas elecciones. Para la intelectualidad marxista, estará el desafío de pensar en qué ideas podrán armar la trinchera para nuestra clase y para la izquierda, también estará el desafío de debatir y reflexionar sobre los caminos de la lucha socialista en el país cuando el “frenteamplismo” en curso quiere actual para lograr un régimen más controlado y domesticado, basado en la desmoralización de la clase obrera que construyeron las direcciones burocráticas en los sindicatos y los movimientos sociales. El resultado dependerá de la lucha por las necesidades vitales para nuestra clase, y el desarrollo de un combate que va más allá de las elecciones y que nos encontrará en la primera fila.

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*Gentileza de La Izquierda Diario / Diana Assuncao

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*Foto de portada: laizquierdadiario.com