Domingo 19 Mayo 2024

El exsecretario de Estado de los Estados Unidos fue un alma oscura clave en el entramado geopolítico moderno

Murió Henry Kissinger. Una frase que a esta altura de los acontecimientos mundiales trae poco alivio. Se podría decir que fue un diplomático, quizás el más importante de la historia norteamericana, y aunque en algún momento -hipócritamente-, fue premiado con el Nobel de la Paz, fue uno de los grandes hacedores de la guerra imperialista promovida por los Estados Unidos. Kissinger acompaño cuanto genocidio ocurrió durante los años de la guerra fría. Su figura fue un emblema de la silueta del cóndor que sobrevoló sobre Latinoamérica durante los cruentos periodos de las dictaduras anticomunistas, y cuando no, nazifascistas. Henry Kissinger llevó destrucción y muerte a donde fue. Ahora, la fiel amiga de los agonizantes, llegó a su puerta y de la mano lo escoltara al pabellón de los criminales de guerra.

Kissinger nació en Alemania en mayo de 1923, y siendo judío se vio obligado a migrar junto a cientos de refugiados que escapaban del naciente nazismo. Tenía 15 años cuando llegó a la que adoptaría como su tierra, y a la cual le dedicaría su vida, con un enfermizo sentido patriótico. Volvería a Alemania ya como soldado, y en poco tiempo se sumaría a los cuerpos de traductores e inmediatamente a los de inteligencia, donde daría sus primeros pasos. De regreso al nuevo continente, amparado por la colectividad y ciertos círculos de influencias, se formó en la universidad de Harvard donde obtuvo títulos de grado en Ciencias Políticas. En poco tiempo, gracias a sus notables cualidades y contactos, comenzó a realizar tareas de asesoramiento en el Consejo Nacional de Seguridad, y también en la Junta de Coordinación de Operaciones de Seguridad. Llegaría incluso a realizar publicaciones sobre armas nucleares.

Siempre “bien acompañado”, Kissinger inició su carrera dentro de la política partidaria con el republicano Nelson Rockefeller, quien fue gobernador de New York. Pero el salto al Salón Oval, y los principales puestos de poder, lo hizo de la mano de Richard Nixon, otro que debería ser recordado como un genocida. El sudeste asiático fue su campo experimental, donde Kissinger firmo su tesis. Los bombardeos indiscriminados sobre Laos y Camboya, la invasión a Timor Oriental, la destrucción de Bangladesh, fueron los objetivos satelitales de la guerra contra el comunismo que impuso sobre el suelo vietnamita. El control de daños, a nivel público y mediático, que realizó en los Estados Unidos, durante la crisis política por la guerra de Vietnam, lo consolido como una de las figuras de Estado indispensables de la época. Fueron sus amistades las que permitieron a Nixon lograr la reelección. Situación que este premió otorgándole a Kissinger la secretaria de Estado, desde donde definitivamente se volvería uno de los personajes más importantes de la geopolítica. En este sentido se podría decir que fue uno de los precursores en las relaciones de los capitales estadounidenses (y no solo) con China. Sin lugar a dudas un adelantado.

En el cono sur, Kissinger aterrizo con sus negras alas en el marco del golpe de estado contra Salvador Allende, un hecho histórico que repercute directamente hasta nuestros días. Primero con la profesionalización del terrorismo de Estado, y después con el despliegue de la lógica del capitalismo exacerbado. Ambos fenómenos pilares de la ruptura política y cultura que enfrentan los pueblos latinoamericanos sometidos, por propia voluntad, a gobiernos de neto corte nazi. Kissinger fue más que un consejero para Pinochet, fue un maestro, un mentor, una suerte de padrino, se podría decir.

En paralelo colaboró con el triunfo del Estado de Israel en la guerra de Yom Kipur, al asegurar la provisión de armas, además del apoyo logístico y de inteligencia, consolidando la posición de Occidente en el Medio Oriente. Una acción genocida que repercute hasta hoy.

Aunque ha sido solicitado por numerosos tribunales, para dar cuenta de los crímenes cometidos, Kissinger murió en la impunidad de aquellos señores de la guerra y de la muerte que moldean el orden mundial. Pero algo deberá quedar en claro, los pueblos no olvidan.

Foto: Imagoeconomica