Jueves 16 Mayo 2024

Haciendo añicos todo pronóstico -porque definitivamente dejó sorprendidos a muchos- Javier Milei, mascarón de proa del partido “La Libertad Avanza” (Libertario) venció en las urnas a Sergio Massa, prácticamente con el 55.66 por ciento de los votos, y ahora el próximo día 10 de diciembre será el nuevo presidente de los argentinos. La Argentina se ha dividido, porque el presidenciable de más de ultraderecha de este país marcó presencia y se impuso por sobre otro personaje no menos reaccionario, no menos controvertido, y hasta hoy ministro de Economía y hacedor de uno de los períodos más críticos del país hermano, en lo que concierne a su realidad económica. Javier Milei, ganó, porque está claro que tuvo una campaña exitosa, y porque, además, su excentricismo (y su postura harto reaccionaria) lo hizo navegar sobre aguas profundas, dentro de un país, socialmente corroído por la desesperanza y por la desidia, y, en consecuencia, caldo de cultivo de la indiferencia y de la falta de compromiso, por más que hubo en la mesa de propuestas presidenciables, otras opciones. Pero éstas no alcanzaron a superar la de Milei. No alcanzaron a neutralizar todo un cúmulo de planteos “libertarios”, notoria y visiblemente desconcertantes -hasta para los más expertos analistas políticos, locales y extranjeros- permitiendo así el triunfo inequívoco de una corriente ideológica, más sobrada en interrogantes que en certezas coherentes.

Durante toda la campaña política, en este año que está próximo a terminar, Javier Milei acarreó a su molino toda suerte de críticas -y en particular de parte de los partidos de izquierda o sectores populares, y ni hablar de las organizamos de DDHH, que lo tildaron desde el arranque como un archi enemigo, y con justa razón por cierto, porque su vicepresidenta Victoria Villarruel, no es ni más ni menos que la negacionista más dura de la dictadura cívico militar empresarial y eclesiástica de los años setenta y una defensora incondicional de la casta represora- y toda suerte de adhesiones. Matices van, matices vienen, la derecha y la ultraderecha, cerró filas a la hora de votar, por más que antes del balotaje, el debate público de los presidenciales fue encendido y virulento, al punto que los más obstinados seguidores de Milei, supusieron que él iba a sufrir las consecuencias de la confrontación, que en octubre fue vista por millones de personas, dentro y fuera del país. Pero no ocurrió nada de esto. Los candidatos de las derechas más recalcitrantes de la Argentina de hoy se abrazaron a última hora y hoy festejan a cara feliz.

Pero mientras una franja de los argentinos, sigue en esa línea, otra, reflexiona con pesar y estoicamente deberá seguir con sus resistencias y sus luchas para poder sobrellevar un ya anunciado embate de las hordas reaccionarias, que ya desde un primer momento se comenzaron a ver, a pocas horas del triunfo, en las calles de las ciudades argentinas, como antesala de cuatro años que serán definitivamente controvertidos, muy ásperos, quizás muy violentos {porque las luchas sociales no cesarán y las represiones menos, ergo, los bastonazos, los gases y las balas del terrorismo de Estado, que estarán a flor de piel, desafortunadamente) , dado que entre los triunfadores están personajes que aunque no se identificaron con los libertarios, a último momento, los apoyaron, tales como Mauricio Macri y Patricia Bullrich, ésta última un emblema descarnado de no pocos episodios de violencia estatal en su administración, siendo el más mediático y el más destacado, el de la desaparición forzada seguida de muerte de Santiago Maldonado, solo por nombrar uno.

En sus primeros anuncios dentro de un marco de euforia, el presidente electo Javier Milei -literalmente apoyado por todo el antiperonismo unido, de Juntos para el Cambio- prometió avanzar en su gestión sin gradualismos. Es decir, a paso rápido, refiriéndose a los cambios que prometió en la campaña blandiendo una motosierra.

El sello anunciado, para su gestión, carece de consensos y más bien, está dirigido a cambios radicales en no pocas áreas: el cierre del Banco Central, el retorno a la jubilación privada, la reducción a la mínima expresión de la educación y la salud pública, y, por si fuera poco, la presencia de una fuerte práctica de privatizaciones. Victoria Villarruel, es su vicepresidenta, y ella ejercerá un papel preponderante, en toda su administración, quizás con el agravante de que su perfil de no a los consensos resulte ser mucho mayor, y más agresivo, y más descarado, o lo que es decir, bastante más destructivo, especialmente en relación a lo que encierra el reclamo masivo y popular de preservar la memoria de los 30.000 desaparecidos y los efectos de la bota militar, presidida por Videla, que no es ni más ni menos que uno de sus héroes más predilectos, entre otros represores.

Restan 20 días de transición, es cierto. Pero los suficientes como para ya darnos cuenta que el nuevo titular de la Casa Rosada, Javier Milei, no habrá de andarse con medias tintas, ni remilgos, tanto así que en algunas de sus intervenciones -en las últimas horas, en su primer discurso en el Hotel Libertador- dijo, enfáticamente, con la sonrisa en los labios: "Hoy comienza la reconstrucción de la Argentina”.

Tras todo este contexto, desde nuestra redacción nos cabe la pregunta: ¿Javier Milei será el presidente de la Argentina o la llave del destrozo de un país? Pregunta que deben estar formulándose no pocos, también en la región, y en el mundo.

Mauricio Macri, fue más allá en su reflexión más reciente: “No hay dudas de que hoy (por la jornada del domingo, día de elecciones, ndr) comienza una época” y agregó: “Las responsabilidades del desastre económico producido por el gobierno actual, especialmente por la gestión de Massa, no pueden exoneradas tan fácilmente cuando entregan un país quebrado. No podemos aceptar en silencio que el culpable se despida como Salvador”.

La Libertad Avanza y aliados de por medio, trajeron bajo el brazo, no un pan flauta para el azado dominical, sino un aluvión de votos, pero eso no quiere decir que Milei ganó gracias a todos y cada uno de los antiperonistas, sino que, en el aluvión de votos, participaron los grandes desilusionados, dentro de un contexto de una muy pesada crisis económica, donde lo social tuvo mucho que ver, a la hora del voto. Un voto ciudadano marcado por un sentimiento de desazón enorme y de una harta indiferencia, y de una harta desidia, porque la triste realidad del día a día, y de los gobernantes gestionando a sus anchas -y pasando ante sus narices- con más desaciertos que aciertos, alimentaron un sentimiento de desconcierto tal, que alcanzó la presencia de un personaje novedoso, archi excéntrico, y sobrado en dialéctica de cambios y promesas radicales, para deslumbrarse y otorgarle su voto, a convicción, por más que ese personaje, llamado Javier Milei, aunque hablo para todos -ricos y pobres- no es más que una pieza del engranaje de las clases dominantes de un país, rico, hoy por hoy, empobrecido.

Entonces, desde nuestra redacción, con todo este contexto, nos cabe insistir con la pregunta del título, a sabiendas de que la realidad ya no la podemos modificar. Solo resta asumirla con aristocracia popular, porque las evidencias nos anuncian que la sociedad argentina parece despeñarse por un barranco ideológico mordaz y horripilante, que perfectamente la pondrá en la antesala de una autodestrucción pavorosa.

Otro aditamento a todo este caos, que no es nada menor, pero en absoluto, es sin duda, el asombro generalizado (y mío personal, también), de cómo se cedió a la ultraderecha rancia de la Argentina, el sólido espacio ganado en años y en años de vida democrática, en defensa de los derechos humanos, haciendo caso omiso, o viviendo una amnesia generalizada con relación a la memoria histórica de un saldo tremendo de desaparecidos, durante el desarrollo del período dictatorial.

Estamos entonces, como región, sumidos en un momento de oscurecimiento, porque esto de tener a Milei y a Villarruel, en los mandos del país hermano, nos repercute también. Y se les ha venido encima de los argentinos -porque lo eligieron- un personaje hacedor, gestor, y promotor de un hiperneoliberalismo espeluznante, seguramente de consecuencias inimaginables.

Entonces, desde el día 10 de diciembre de este 2023, los argentinos -in situ- deberán dar comienzo a una resistencia, para poder sobrellevar la cotidianidad, la sobrevivencia, porque a lo que ya está en crisis, se suma una nueva crisis, la que el nuevo administrador les depara, legítima y constitucionalmente.

Entonces, solo resistir y luchar; luchar y resistir, a brazo partido, unión de por medio. Que no es metáfora, ni consigna. Que deben ser hechos, en el Congreso, en calles y plazas.

Resistir, solo resistir.

Foto: revistaceara.com.br