Sábado 4 Mayo 2024

Un informe de la Universidad Católica de Argentina arrojó un dato demoledor que parece consolidarse con el paso del tiempo. Cuatro de cada diez argentinos se ubican por debajo de la línea de pobreza, mientras que seis de cada niños y adolescentes no pueden escaparle a la daga de un sistema que desprecia la vida en todas sus formas. 

¿Cómo mide la UCA la pobreza? La Universidad Católica de Argentina mide la pobreza multidimensional que, a diferencia del INDEC, evalúa otras variables más allá del ingreso. Esto es: la educación, vivienda, digna, alimentación, impacto psicológico y medioambiente en el que se desarrolla una persona. En el segmento de menores ingresos, los ingresos mensuales totales del hogar no superan el valor de 1 canasta básica total tipo 2 ($248.962,01).

La proyección de la Universidad Católica muestra que el índice de pobreza en la Argentina alcanza al 38,9% de la población. Si bien es un poco inferior al que arrojó la última medición del Indec, que fue del 39,2% para el segundo semestre de 2022, la cifra es la más elevada desde 2006 según los registros de la UCA. Sin los planes sociales y subsidios, la cifra ascendería al 50%. Estas cifras son más altas en la franja etaria hasta los 17 años, en donde la cantidad de niños y adolescentes pobres rondan el 61,6%.

Actualmente, entonces, para cuantificar la pobreza, hay tres métodos de medición internacionalmente reconocidos: el de la Línea de Pobreza (LP), el de las Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), y el Integrado, que combina las dos anteriores. Las zonas con mayor incidencia de la pobreza del país fueron Concordia en Entre Ríos con el 55,2% y el área del Gran Resistencia en Chaco con 54% y luego Santiago del Estero-La Banda con 46.5% y los partidos del Gran Buenos Aires en cuarto lugar con el 45% de pobres.

En 2013, el gasto social representaba el 12,5% del PBI y la pobreza rondaba el 25,3%. En cambio, en 2023 el gasto social es de 17% del PBI y el índice de pobreza llegó al 38,9%. Una realidad asfixiante que no puede ser naturalizada, si bien los programas políticos de cara a las elecciones presidenciales no tienen en su agenda la necesaria redistribución de la riqueza. La concentración deshumanizante de los privilegios, es tan exasperante como inaceptable, ya que cuanto más sufre el pueblo, más ganancias amasan los inescrupulosos de siempre. 

Volviendo a las elecciones presidenciales del 22 de octubre, y tomando como referencia la importancia de la injerencia del estado a través de distintos planes, si quién ganase la contienda electoral decidiera dar por tierra esa ayuda, la Argentina pasaría a tener un millón de nuevos indigentes. Una verdadera encerrona, un intríngulis que solo puede encontrar una luminosa salida de este oscuro laberinto, ajustando el espurio negocio de un puñado de facinerosos, que, a costillas de las mayorías, han construido una opulenta hegemonía. 

Mientras el actual eligió firmar un acuerdo suicida (por lo inflacionario) con el Fondo Monetario Internacional, a sabiendas que serían los trabajadores y desvalidos quienes iban a pagar el banquete organizado por Mauricio Macri y su runfla, la pobreza se consolida en uno de los territorios más ricos en torno a sus recursos, y a la vez menos poblado del mundo. La tierra productiva en pocas manos, los monopolios alimenticios manejando la mesa de las y los argentinos, junto a la evasión (Argentina tiene 400 mil millones de dólares no declarados en el exterior) y la especulación financiera, siguen manejando el destino de un país que se desangra ante la mirada impertérrita de quienes lo habitan. 

La disputa de sentidos que emerge desde los grandes medios de comunicación incluyendo a las redes sociales, es una alerta a la cual se le debe contestar con más y mejor trabajo periodístico, sumado a la imprescindible militancia social. Frases como; “es pobre el que quiere”, “el campo somos todos”, “el problema son los planes sociales”, “hay que destruir al estado”, “necesitamos la militarización de los barrios”, ofician de caldo cultivo para la construcción de un sentido que tiene en la finalización de su camino, no interpelar los privilegios de un sector minoritario que nada debería envidiarle al accionar mafioso. 

Ahora bien, ¿cómo se puede desarticular un aparato mediático que derrama en carne viva su odio visceral hacia las clases populares? No es nada fácil, por ello se deben rever las estrategias informativas, redoblar el trabajo social, fortalecer la comunicación popular en los sectores más vulnerables, y ocupar los espacios públicos para dar esos debates a cielo y corazón abierto en un terreno que incomoda de sobremanera a la palabra dominante. Nadie puede permanecer en paz mientras que seis de cada diez pibes, transitan la vida alejados de las necesidades y derechos humanos más básicos. 

Mientras que el confort tiene acorralada la conciencia de un porcentaje de la sociedad, los adolescentes de los barrios populosos de la Argentina ofician de carne de cañón del lúgubre negocio del narcotráfico. Una moneda de cambio barata para disputar territorios y puntos de ventas, sangre joven que se derrama ante la vista de gobiernos cómplices de un dolor que se ramifica y amenaza con solidificarse. El sistema capitalista oficiando de “huevo de la serpiente”, de garantía para que el reparto de los “dones” no escape de ese círculo rojo que hace las veces de titiritero del hambre y marionetista del dolor. 

El modelo productivo extractivista, enemigo del valor agregado y por ende la industrialización, solo puede garantizar la estabilidad para poco más de 4 millones de personas que dependen de su “derrame”. Mientras tanto, las mayorías trabajadoras y desvalidas, sobreviven bajo las reglas de una economía primarizada y manejada por unos pocos. La pobreza se ha convertido en un botín de guerra para darle forma a promesas de campaña que no trascienden jamás su naturaleza, un dolor enquistado en el corazón de los sensibles, y naturalizado por aquellos que han sido quebrados en sus sentires por el deshumanizante individualismo. 

Mientras que el cadalso amenaza con hacer transitar hacia el mismo a las mayorías que suelen mirar azoradas como la fiesta de unos pocos los empuja al permanente cultivo de la desesperanza, el debate por la puja distributiva sigue siendo el núcleo de la discusión político económica de este país. Como supieron sostener un puñado de curas en opción por los pobres, esos que entendieron el verdadero significado del cristianismo; “Una República sin los pobres en el centro, es una ficción”. 

Foto: Salvador Hamoui