Miércoles 15 Mayo 2024

El penalista será titular de un órgano académico sobre “la temática de Derechos Sociales, migración y colonialismo”

El papa argentino, Jorge Mario Bergoglio, nombró recientemente al exjuez y abogado penalista Raúl Eugenio Zaffaroni como presidente del Instituto de Investigaciones Jurídicas Fray Bartolomé de Las Casas, un órgano académico y de formación en “la temática de Derechos Sociales, migración y colonialismo”, que dependerá administrativa y económicamente del Comité Panamericano de Juezas y Jueces por los Derechos Sociales y la Doctrina Franciscana (COPAJU), la cual en el mismo quirógrafo, Francisco, elevó a la categoría de Asociación Privada de Fieles con carácter internacional, bajo órbita de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales.  

El evento tuvo lugar el pasado 15 de agosto -un día de especial sintonía en el mundo cristiano, en el que se celebra la asunción de la Virgen María-, en Ciudad del Vaticano. Este gesto del sumo pontífice parecería seguir la serie de denuncias que realizó, en los pasados meses, en contra del Lawfare, y en particular de las campañas mediáticas y judiciales contra referentes del progresismo latinoamericano, como Dilma Rousseff, Rafael Correa o Cristina Fernández de Kirchner.

El COPAJU se creó en junio del 2019, en la Ciudad del Vaticano, “bajo la inspiración de las palabras de Su Santidad el Papa Francisco, quien la suscribió personalmente”, según se lee en el sitio web del organismo. “En este contexto de crisis planetaria -afirmó Bergoglio-, hacemos un llamamiento a todos nuestros colegas jueces de las Américas para asumir el rol que la hora nos exige, coordinando esfuerzos, diseñando estrategias y fundamentalmente ratificando en forma cotidiana nuestro compromiso por la dignidad humana y la paz global, como también para la realización de los derechos humanos en todas las dimensiones”.

El comité está presidido por el juez argentino de primera instancia Roberto Andrés Gallardo, quien tuvo varios encontronazos con el gobierno porteño de Rodríguez Larreta por cuestiones de orden público en el marco del atentado fallido contra la vicepresidenta. Completan el cuadro la jueza Federal de Porto Alegre, Ana Inés Algorta Latorre; la magistrada del Tribunal Administrativo de Boyacá, la colombina María Julia Figueroa Vivas; la jueza de la Corte Suprema del Perú, Janet Ofelia Lourdes Tello Giraldi; el juez de Garantías chileno, Daniel Urrutia Laubreaux; el asesor tutelar ante la Cámara de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Gustavo Daniel Moreno; y la norteamericana Tamila Ebrahimi Ipema, jueza del Tribunal Superior del Condado de San Diego en California.

En tanto la junta del órgano académico presidido por Zaffaroni se completará con la participación del filósofo ítalo-venezolano Alberto Filippi y al profesor argentino Marcelo Suárez-Orozco, canciller permanente de la Universidad de Massachusetts de Boston. Esta trilogía tiene una amplia y vasta trayectoria académica, pero también de participación activista en materia de derechos humanos. Zaffaroni particularmente, desde su especialidad como abogado penalista, es una eminencia en la interpretación de ciencia penal y su aplicación sobre el concepto moderno del derecho humano. Señalado desde ciertos sectores como “garantista”, permanentemente ha denunciado la disparidad de fuerzas que enfrentan los marginados durante los procesos legales y las condiciones infrahumanas a las que son sometidos los condenados en las cárceles de todo el mundo, y particularmente en Latinoamérica.

El COPAJU, ha centrado en el tiempo mediato sus esfuerzos en desglosar los conceptos de injerencia e independencia en términos contemporáneos. Esta labor se expresó durante la “Cumbre sobre Colonialismo, Descolonización y Neocolonialismo: una justicia social con perspectiva de Bien Común”, que tuvo lugar en Ciudad del Vaticano en marzo de este año. En la carta de iniciativa firmada por Bergoglio, el Papa contemplaba que “La historia siempre nos abre la mente para una lectura del presente y una proyección hacia el futuro; a esta luz, este no es un encuentro de revisión estrictamente histórica del colonialismo, sino un ámbito para reflexionar sobre sus expresiones actuales, sus derroteros y sus implicancias para el desarrollo, la salud y el bienestar de los pueblos”. Y continúa diciendo, “si ‘técnicamente’ en el siglo XXI ya no podemos hablar de naciones geográficamente “colonizadas”, aunque las hay, el término ‘colonialismo’ todavía se usa comúnmente hoy, sobre todo en un sentido económico e ideológico (…) La colonización ideológica tiende a estandarizar, a igualar todo. Obedece a una mentalidad que no tolera las diferencias y se centra sólo en el momento presente, en las necesidades y los derechos individuales, a menudo descuidando los deberes hacia los más débiles y frágiles”.

“El protector de los indios”

Fray Bartolomé de Las Casas llegó a América en los primeros años del 1500, cuando el colonialismo europeo y eurocentrista se esparcía por el “nuevo” continente con la lógica de las pestes y del genocidio, bajo el amparo de la Iglesia Católica y su Santa Inquisición. Las Casas, llegó como un laico a las costas americanas, pero no tardó iniciar su vocación religiosa y se sumó los dominicos, llegando en breve tiempo a ser nombrado obispo de Chiapas. Las Casas fue para la época un personaje incomodo, que constantemente denunció los atropellos y abusos que los europeos hacían en detrimento de las comunidades originarias, entendidas en el lenguaje de aquellos tiempos como indios. Actividad que le valió el mote de “protector de los indios”. Sus primeras impresiones quedaron registradas en su obra “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”, donde quedaban en claro sus posturas respecto de la reducción a la servidumbre y a la esclavitud de los nativos. Incluyó también en sus estudios la condición trágica a la que eran expuestos los africanos, cuyo estatus social para el mundo eurocentrista y católico era infrahumano. 

En tiempos donde el gen fascista -o neofascista, según a quien se le pregunte-, vuelve a expresarse como una doctrina digitada desde los espacios de poder, pero alimentada desde el vulgo mismo de la sociedad, estas iniciativas -públicas, privadas, laicas o religiosas-, tendientes a reconsiderar los parámetros de la dignidad humana se hacen más necesarios que nunca.  

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