Lunes 29 Abril 2024

Después de la muerte del pequeño migrante sirio de 3 años Aylan Kurdi nada ha cambiado

Navegar sobre las profundidades de un vasto océano sin saber nadar, ir hacia un destino incierto sin más que tu ropa puesta, días y días conviviendo con cientos de extraños, cada uno de ellos haciendo sus necesidades en el lugar donde están apretujados, expuestos a las inclemencias del tiempo, sin poder comer ni beber tan solo una gota de agua. Puedes correr el riesgo de que te separen de tus seres queridos, y que no los veas nunca más, en definitiva, estás a la merced de criminales que maman de tu desesperación. Del otro lado, si llegas a destino, lo más probable es que te esperen la desidia, la exclusión, los aprovechadores de siempre, las políticas racistas y el odiador de a pie. Puede que rápidamente seas deportado de vuelta al infierno de donde te escapaste: guerras, hambrunas y pandemias, todo un insufrible escenario, muy probablemente provocado por los ilustres ciudadanos del primer mundo, que habitan el lugar en donde pretendes comenzar de nuevo. Hoy, ya nada de eso importa, solo quieres mirar hacia adelante y que tu vida tenga un respiro.

La tan perseguida utopía, se va alejando del horizonte, demasiados culpables tapan el camino. Por eso, es urgente para nosotros elevar una fuerte apelación para los colegas periodistas que cubren estas historias. Realmente, ¿es necesario afirmar que la comunidad europea se ve sacudida por los naufragios de migrantes que cada año son más numerosos y trágicos?

Claramente no, luego de la escandalosa, conmovedora e interpeladora imagen del pequeño Aylan Kurdi, nada más queda por hablar; nunca debió un niño pasar por esta procesión hasta su muerte, nunca una retina humana debió ver una pequeña figura de cara contra la arena, sus manitos salpicadas de sal y arena que dejaron detrás cientos de fantasías, ensoñaciones, y amor del más profundo, de la mano de sus progenitores que imaginaron una realidad muy distinta. Una de las sensaciones más desesperantes que un ser humano pueda vivir, es cuando sabe que no puede proteger a sus hijos, y ve a la muerte llevándose a sus parvulitos pasando por delante de sus ojos.

Es inevitable pensar, que, en este momento, allá afuera, en lo profundo del océano hay niños sufriendo y viviendo las mismas tempestades que Aylan padeció. Es necesario recrearnos en la idea de que esos pequeños el día de mañana podrían ser nuestros niños, quizás hasta nosotros mismos, en un futuro no tan lejano, y nos veríamos en la obligación de proteger lo más preciado que tenemos, de un fatal destino. Hagamos un esfuerzo entonces por entender que los migrantes son personas que alguna vez estuvieron en sociedades prósperas, o no tan prósperas, y que por la desmedida ambición humana sufrieron un quiebre en sus vidas, y un camino sin retorno a casa. Somos, en definitiva, nosotros mismos mirándonos en un espejo.

En días en los que estamos atentos a noticias donde los millonarios también mueren en las profundidades de las aguas, pero lo hacen haciendo turismo. Mientras las condolencias circulan en los canales de noticias, en lo que va del año ya hay 1166 personas que no volverán a ver un nuevo amanecer, y que no iban de excursión, sino solo aspirar a un simple derecho de vivir en paz.

Una de esas historias silenciosamente incómodas se centra en una elocuente imagen: un joven esta con las manos prendidas a unos barrotes, el pesar cubre su rostro, y del otro lado otro joven trata de salvar lo inconsolable. La imagen corresponde a la organización Open Arms Italia que difundió a través de redes sociales para visibilizar el drama que vivieron y todavía están padeciendo las víctimas del último naufragio en el mar Jónico, en el que fueron afectadas más de 700 personas. La foto difundida, viene acompañada con la siguiente denuncia: “Sobrevivientes del naufragio en Grecia son recluidos como presos en un centro con rejas y alambre de púas sin poder salir. Los familiares de los sobrevivientes y los de los desaparecidos no pueden ingresar. Cualquiera que haya perdido hijos, hermanas, hermanos está obligado a mostrar fotos a través de los barrotes. Y nadie dice nada ¿Todo esto te parece normal? A nosotros no".

En otro comunicado por redes, la misma ong con sede en España, denuncia que las autoridades griegas “estaban al corriente de lo que pasaba muchas horas antes del naufragio y nadie los rescató”. Entre el raconto de las víctimas, más de 100 niños y mujeres murieron ahogados, atrapados bajo la cubierta del barco que se tumbó de costado, dicen algunas versiones, cuando intentaron remolcarlo. Eran aproximadamente 750 seres humanos a bordo de esta embarcación, muchos de ellos aún sin paradero, que boyaron por cinco días y noches en condiciones infrahumanas.

Por el naufragio que se hundió en una madrugada reciente al suroeste de la península griega del Peloponeso, se declararon tres días de luto, una receta para el tan recurrido cinismo de estado de primer orden y ante la peor tragedia por tráfico de personas desde África a Europa jamás ocurrida.

Ante estos hechos como el de Pilos, no alcanza con culpar a las mafias que trafican personas. Según el eurodiputado Stelios Kouloglou: "También es culpa de los Estados europeos y políticos como la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, que no quieren aplicar políticas de solidaridad en las que compartan la carga de los flujos de refugiados e inmigrantes".

Kouloglou apunta, además, que hay países como Francia "que han causado problemas de refugiados con sus intervenciones militares", y otros como Polonia y Hungría "que no acogen a los refugiados que se les asigna".

La comisaria europea de Interior, Ylva Johansson, señaló en rueda de prensa que las migraciones mediante embarcaciones pesqueras zarpando desde la costa este de Libia, aumentaron un 600% en lo que va del año.

La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) resaltaron en un comunicado conjunto que "el deber de rescatar sin demora a las personas en peligro en el mar es una norma fundamental del derecho marítimo internacional".

En medio de la polémica de cómo debería haber actuado la guardia costera griega, el experto en accidentes marítimos, Nikos Spanos, aseveró que “no se pide a las personas a bordo de un buque a la deriva si quieren ayuda (...) se da ayuda inmediata”.

En cuanto a los supuestos responsables directos de la trata de migrantes, la policía detuvo a nueve egipcios, de entre 20 y 40 años. Estos hombres, que se encontraban entre los sobrevivientes y comparecieron ante la fiscalía de Kalamata, fueron acusados de “tráfico de seres humanos”.

Lo que se conoce hasta el momento sobre el derrotero del pesquero, es que zarpó desde Egipto sin pasajeros rumbo a Tobruk, una ciudad del este de Libia, para subir a los afectados y seguir rumbo a Italia.

Los hechos sobre los momentos previos al incidente, siguen estando confusos. Lo cierto es que quizás nunca sepamos el número real de víctimas, dado que el barco se hundió en la llamada Fosa de Calipso, la mayor depresión del Mediterráneo, con más de 4.000 metros de profundidad, y se les hace muy difícil a los rescatistas operar bajo dichas condiciones.

Todos los supervivientes hasta el momento fueron varones jóvenes, con edades cercanas a los 20 años provenientes de Egipto, Siria, Pakistán y Palestina. Eran los que se encontraban en la cubierta de la embarcación al momento del incidente. El resto quedó atrapado en un lugar sin salida en el interior del bote, que se hundió en pocos minutos. Solo nos queda preguntarnos a modo reflexión que mientras las tumbas ausentes de los indefensos viajeros sigan rellenando los espacios que dejan nuestra trunca humanidad ¿Cómo es que persistimos en culpar al mar?

Foto: barca a la deriva en aguas internacionales con 47 personas, una mujer embarazada en estado grave y un bebé entre ellas / Fundación Open Arms