Este es, a mi juicio, el núcleo, el corazón de lo que sucede en Gaza. Deseo fervorosamente que todos mis amigos y compañeros judíos comprendan que al profesor Filkenstein le asiste plena razón. Ojalá.
Por Norman Filkenstein
Los 2.000 jóvenes que irrumpieron en las puertas de Gaza el 7 de octubre de 2023 nacieron en un campo de concentración. Durante dos décadas estuvieron encerrados en una franja de tierra de 40 kilómetros de largo por 8 kilómetros de ancho que se encontraba entre los lugares más densamente poblados del mundo. La gran mayoría de ellos nunca podría esperar salir. Sólo caminar cada día por el asfixiante perímetro del campo; nunca podría aspirar a un empleo remunerado ni a comer una comida completa; nunca podrían casarse y formar una familia. Abandonados por todos, fueron “restados” para languidecer y morir. Para acelerar este proceso, Israel lanzó periódicamente “operaciones” que provocaron muerte y destrucción en Gaza: miles de personas fueron acribilladas metódicamente; hogares e infraestructuras críticas fueron pulverizadas sistemáticamente. Puede parecer el guion de una mala película de serie B, pero la noche del 6 de octubre cada uno de esos 2.000 hombres probablemente dio un beso de despedida a su madre y luego a su padre. Para siempre. Y luego cada uno de ellos prometió en silencio reivindicar la tortura implacable de una existencia crepuscular y vengar el asesinato de un abuelo, una hermana, un hermano, una sobrina y un sobrino por ese poder satánico que maldijo sus vidas.
(*) Gentileza de Juan José Salinas, de Pájaro Rojo
Imagen de portada: captura de video