Hoy, a su muerte, la gran prensa uruguaya poco valoró ese pasado de entrega y de compromiso, mencionando su deceso casi al pasar. Y eso verdaderamente –e irónicamente- lo hace más grande y lo mantiene preservado de las hipocresías de un sistema en apariencia tonificante y grato, aunque en realidad es sofocante e ingrato. Diría más bien, nefasto.
Hace cinco años, el sacerdote Uberfil Monzón a sus 80 años fue director del Instituto Nacional de Alimentación y presidente honorario del Patronato Nacional de Encarcelados y Liberados, al tiempo de formar parte del Comité de Ética del Frente Amplio.
Fue el primer sacerdote católico en ejercer un cargo público en un gobierno de izquierda. Luego vendría otro caso, igualmente mediático: el del sacerdote Mateo Méndez, al asumir un puesto de mando muy importante en el INAU, donde debió enfrentarse duramente al cerco impuesto por la corrupción enquistada en el funcionariado y el sindicato del sector, dentro de los establecimientos de reclusión de menores infractores, al punto que debió renunciar, quizás para no agravar las adversidades existentes.
Sin desmerecer a Mateo Méndez, y continuando con Uberfil Monzón, no hay que olvidar o ignorar que el periodista Mauricio Cavallo escribió un libro sobre él, titulado:” Uberfil Monzón. Cristianismo, martirio y compromiso político”. Un texto testimonial que recomendamos leer expresamente.
Cuando lo entrevistamos en el 2009 ,Uberfil Monzón, mirándonos con esos ojos de ternura ensamblados con la dureza del hombre luchador, nos dijo –sin tapujos, sin remordimientos- que al ser consultado por la prensa a poco de asumir como director del Instituto Nacional de Alimentación (INDA) le fue imposible no decir que “hay gente que se muere de hambre, y ante situaciones críticas el hombre tiene derecho a preservar su vida y su salud, y en esos casos no le queda otra opción que robar. El Estado debe asegurar la soberanía alimentaria”
Fue seguramente la esencia de su gestión, defender y asegurar la soberanía alimentaria de la comunidad en la que le tocó vivir. Tal era el pensar de este hombre que una y otra vez repetía: ”no hay mayor pobreza que haber perdido la dignidad de ser personas”.
En lo que concierne a su extensa obra social, no hay que olvidar también, que en los años sesenta, Monzón tuvo activa participación en la transformación del barrio “La Cachimba del Piojo”, mientras que en sus últimos años de vida trabajó, con el mismo ímpetu de los tiempos jóvenes y la misma entrega, en un merendero en la zona de Colinas de Solymar, brindando atención a más de 80 niños carenciados.
Uberfil Monzón, mucho nos recordó (y nos seguirá recordando) al sacerdote italiano Don Luigi Chiotti, hoy en día una batallador incansable en su tierra natal.
Uberfil Monzón, mucho nos recordó (y nos seguirá recordando) al sacerdote uruguayo Ruben Isidro Alonzo, conocido como “Padre Cacho”, que falleciera hace algunos años dejándonos a los uruguayos un legado invalorable, especialmente entre los más necesitados que viven en zonas suburbanas de la ciudad de Montevideo.
Uberfil Monzón, mucho nos recordó (y nos seguirá recordando) al sacerdote uruguayo Mateo Méndez, hoy, todo un emblema de la lucha social en apoyo a los jóvenes en situación de calle o prisioneros de las adicciones y de la exclusión , de la ciudad de la Piedras, en el departamento, en una obra denominada “Minga”
Uberfil Monzón, mucho nos recordó (y nos seguirá recordando) al sacerdote argentino Carlos Mujica, asesinado por integrantes de la triple AAA en Argentina, en los terribles momentos de la dictadura militar encabezada por Videla.
Uberfil Monzón, mucho nos recordó (y nos seguirá recordando) al obispo de Recife, Brasil, Hélder Cámara, quien en vida dejó de lado su investidura jerárquica para entregarse a los más necesitados de su comunidad, recibiendo el calificativo de “el Obispo rojo”, por su dedicación al prójimo.
Uberfil Monzón, mucho nos recordó (y nos seguirá recordado) al sacerdote colombiano Camilo Torres, muerto a balazos cuando luchaba junto a la guerrilla de su país.
Uberfil Monzón, mucho nos recordó (y nos seguirá recordando) a los hombres y mujeres, laicos, ateos y religiosos, que lucharon, y luchan, por un mundo mejor. Por un mundo sin pobreza, sin “esos seres que perdieron la dignidad de ser personas”.
Aún curtidos por las adversidades y las torturas de los poderosos, inspirados por la fe, y los ideales de justicia, los hombres (y los religiosos como Uberfil Monzón) no hacen otra cosa que revolucionar esta sociedad patética en la que nos encontramos.
Estando encarcelado en el Paraguay, por considerarlo un nexo del MLN Tupamaros, fue sometido a tortura. Uberfil Monzón , en la entrevista periodística para el libro escrito por Mauricio Cavallo recordó esos momentos:” En el contexto de la tortura que no es algo fácil de sobrellevar porque debe ser una de las cosas más demoníacas que uno puede concebir, yo viví la experiencia de Dios que se hizo presente. Un día dije que iba a hablar. Me llevaron para otra pieza y sentí que no podía hacerlo, que era una canallada. Desde ese momento, estando al borde de la muerte, sentí que Dios me daba la fortaleza para enfrentar el sufrimiento”
Más adelante, el colega autor del libro le pregunta: ¿Cómo le gustaría irse de esta vida?. El sacerdote contestó: "Consciente de que he hecho todo lo posible para hacer el bien”
Por esa sencilla y simple razón (bastante poderosa por cierto) es que nos acompañarán las ideas del sacerdote Uberfil Monzón, cuya lucha continuaremos, aún a sabiendas que no llegaremos a igualarlo. Gracias, padre Monzón, compañero y hermano .
*Foto de PORTADA: www.elobservador.com