“Cualquiera que te diga lo que Corea del Norte quiere, te está mintiendo o adivina”. Palabras de Jon Wolfstahl del Carnegie Endowment for International Peace.
Por Giulietto Chiesa – 6 de septiembre del 2017
De hecho, en medio de un torbellino de conversaciones infundadas, ni siquiera sabemos lo que Kim come en el desayuno y cómo pasa su tiempo libre. Vemos sus programas de televisión, porque le gusta ser visto por el resto del mundo, lo que no nos lleva mucho más allá de la apariencia. Los occidentales también hacemos lo mismo. Son muy pocos los que conocieron a Kim Jong Un en sus siete años de gobierno, incluyendo a aquellos que, en Occidente, son considerados sus protectores, esto es, los chinos. Y si ni ellos lo conocen, mucho menos el resto. Xi Jinping, por ejemplo, nunca lo conoció. Tampoco Vladimir Putin.
Edward Snowden, hace unos años, reveló que los hackers de la inteligencia estadounidense habían conseguido penetrar en la "Oficina General de Investigaciones", es decir, en la CIA de Corea del Norte. Pero añadió que entendían poco o nada de sus actividades. Este es el estado real de las cosas.
“Los datos que tenemos disponibles, al margen de nuestra ridícula propaganda, nos muestran un pequeño país de 25 millones de habitantes, con una economía pequeña, casi totalmente militarizada, sin ninguna relación económica con el exterior, con una población muy ajena a lo que está sucediendo en el mundo, totalmente centrado en objetivos de defensa. Una anomalía económica, política y social que no se involucra en ninguna de nuestras "narraciones" del mundo. Sabemos tan poco que ni siquiera podemos estar seguros de que la última prueba atómica subterránea haya sido realmente "hidrógeno". Preferimos creer en las fanfarronadas de Kim, y no sabemos si son fanfarronadas. Pero ahora no hay duda: el potencial nuclear existe. Cálculos más o menos confiables dicen que Corea del Norte "podría" poseer una docena de armas atómicas. El condicional es una necesidad. Pero, a pesar de (y también debido a) los lanzamientos de misiles experimentales, sabemos que por el momento no puede llegar muy lejos. Kim hizo saber que sus misiles podrían llegar a la isla de Guam. Es decir, lejos de la costa occidental de los Estados Unidos”
Se puede decir, sin embargo, que Kim Jong Un ha logrado que el mundo exterior le tenga miedo. Si este fue uno de sus objetivos, debemos decir que ha hecho centro. Pero esto es sólo el arranque. ¿Qué hay detrás? Los "expertos" occidentales, especialmente los de Estados Unidos, están estudiando los motivos subyacentes que mueven al "dictador". Empecemos por el más trivial: ¿un narcisista que sobreestima sus posibilidades? No está excluido, pero no nos dice mucho. ¿Problemas de gestión interna en su régimen absoluto? Esto también es una posibilidad, pero no hay la más mínima información al respecto. De vez en cuando algún fugitivo llega a alguna capital enemiga, en América o en Seúl, pero la información que tienen es casi nula. No hay noticias de una subversión interna, ni de ninguna alternativa política al régimen. Pyong Yang no parece ser el lugar para acoger una "revolución de colores".
“Un objetivo que se considera posible es la ambición de reunir a las dos Coreas. ¿Pero cómo? Tal negociación nunca ha existido (ni siquiera hay un tratado de paz entre las dos Coreas y los Estados Unidos). La reunificación, en estas condiciones, estaría entre un gigante industrial de clase mundial como Seúl y un enano con algunas prótesis nucleares pero con un estilo de vida treinta veces inferior. Esto equivaldría a una anexión del Norte por el Sur, es decir, un cambio de régimen en Pyong Yang. La otra "reunificación" tomada como hipótesis sería la de la fuerza. Una guerra. Pero tal reunión es impensable desde la voluntad de Kim Jong Un. Loco, quizás (y no sería el único), pero definitivamente no suicida.”
Pero ni siquiera es seguro que la reunificación sea una meta de Kim Jong Un. En cualquier caso no sería manejable con él (y su séquito) en el poder, o en la vida. Lo más sensato parece resumirse de la siguiente manera: "No soy Gaddafi". Kim simplemente se defiende a sí mismo y a su régimen. En el 2003 Gaddafi, bajo una poderosa presión política de Occidente, abandonó su programa nuclear. Y ocho años después fue masacrado. ¿Cómo confiar en América? Esto explicaría la táctica de Kim: mientras sea temido seguirá vivo. Si esta fuera realmente la razón del líder norcoreano, difícilmente podríamos calificarlo de tonto.
Este razonamiento puede ir acompañado de un corolario que no es para nada tonto: un país nuclear suficientemente armado para golpear, en caso de agresión externa, a los aliados más cercanos de su principal enemigo, podría acordar una negociación, por ejemplo un congelamiento de su desarrollo nuclear. Para obtener un estatus similar a Pakistán e India, el reconocimiento internacional y algunos acuerdos económicos.
Pero tal negociación no es posible si Estados Unidos no pone fin a los ejercicios militares anuales tanto en el territorio como en el mar coreano, y a los sistemas de misiles que se están desplegando en Seúl. Nunca se intentó una verificación de las intenciones de Kim. Nuestros medios de comunicación despliegan sus amenazas, pero no hablan de sus propuestas. Un análisis simple y silencioso de la situación real nos lleva a concluir que una ofensiva nuclear, o convencional, de Pyong Yang contra el sur es inimaginable e impensable. Tres o cuatro millones de muertes (en el norte y en el sur) y la destrucción total de Corea del Norte sería el resultado. ¿Por qué entonces estamos en esta situación aterradora?
“Porque lo contrario no es impensable. Estados Unidos ya ha logrado al menos tres beneficios estratégicos de esta crisis. Ha reforzado de forma extremadamente agresiva su presencia con armas nucleares en el territorio de Corea del Sur. Ha movilizado a Japón y lo están presionando para el rearme estratégico. Finalmente llevó su flota a las inmediaciones de la costa china. En otras palabras, han predispuesto los peones fundamentales para una confrontación militar estratégica con China.”
Cuando en Washington esta preparación se considere terminada, tendremos el resultado de la actual crisis coreana. Eso podría ser mortal para Kim Jong Un, o no, dependiendo del estado de cosas en el mundo y, en primer lugar, de las relaciones entre los EE.UU. y China. Pero no será Kim Jong Un quien ciertamente decida el tiempo y el modo. Está experimentando la triste vida del ratón, forzado a esconderse. Seguramente los satélites estadounidenses se ocupan en todo momento de localizarlo. Y, si así lo deciden, lo van a golpear. No es tan difícil.
Foto © AP Photo/ Korean Central News Agency