Estados Unidos al borde del fracaso económicoLa deuda nacional bruta de Estados Unidos ha superado los 32 billones de dólares. Esta es la cifra más alta de su historia y quien lo dice es precisamente la página del sitio web del Departamento del Tesoro norteamericano. El dato llega pocas semanas después de que el presidente Joe Biden firmara la ley que suspendía el techo de la deuda hasta el 1º de enero de 2025, evitando así el default al que se habría arriesgado Estados Unidos. Una ley que es el resultado de un acuerdo alcanzado por el presidente y el republicano Kevin McCarthy, presidente de la Cámara de Representantes, luego aprobado en tiempo récord por dicha Cámara y el Senado. La Oficina de Responsabilidad Gubernamental, organismo independiente que asesora al Congreso de los Estados Unidos, estimó recientemente que la deuda pública para el año fiscal 2022 equivalía al 97 % del producto interno bruto, gracias a una reducción del 50% del déficit federal en el último año. Mientras que otra agencia, la Fundación Peter G. Peterson (una organización sin fines de lucro enfocada en temas fiscales), ha previsto que en los próximos 30 años la deuda de EE.UU. alcanzará los 127 billones de dólares y que para el 2053 el gobierno se verá obligado a gastar el 40% de todos los ingresos federales para pagar intereses. He aquí pues, si es que era necesario, la prueba del nueve del fracaso económico estadounidense. El default evitado en el último minuto, seguido de grandilocuentes declaraciones de fuerza del propio Biden ("Nuestra recuperación económica es la más fuerte entre otras grandes economías. Mi objetivo ahora es proteger este progreso. Nuestro trabajo no ha terminado, y podemos encontrar nuevos contratiempos en el camino. Nuestro progreso en los últimos dos años ha reafirmado mi creencia de que nunca es una buena idea apostar en contra de la economía estadounidense") no son tranquilizadores sobre el futuro. Están lejos de serlo. Y una de las formas más rápidas de evitar el desastre económico es "crear" enemigos y desencadenar guerras. Ocurrió en 1999 en Kosovo, con el pretexto de derrocar al régimen de Belgrado. Ocurrió con la guerra en Afganistán, iniciada después de los hechos del 11 de septiembre del 2001, que llevó a Estados Unidos a gastar 2.000 millones de dólares, causando 38 mil muertes civiles, con el resultado de que hoy los talibanes siguen al frente del país, mientras que la OTAN y Estados Unidos, después de veinte años de conflicto, han retirado sus tropas. Ocurrió en el 2003 cuando el gobierno de George W. Bush invadió Irak acusando a Saddam Hussein de tener armas de destrucción masiva, aunque no fuera cierto (es memorable la imagen del entonces secretario de Estado Colin Powell que se presentó ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, con un frasco lleno de un líquido amarillento en su mano diciendo que Estados Unidos tenía las pruebas). Pasó en Libia, Siria, y hoy pasa en Ucrania, donde se alimenta un conflicto que ya era previsible desde el 2014. Si Putin atacó fue tras las continuas provocaciones y agresiones de Occidente. Y hoy continúan esas provocaciones con Estados Unidos y la OTAN, que arman la mano de Zelensky, convirtiéndose en protagonistas de la guerra y acercándonos cada vez más a un conflicto mundial. La razón no es el mero cinismo o las agendas imperialistas estadounidenses, sino el dinero. Hace unos meses, el SIPRI (Instituto Internacional de Investigaciones para la Paz de Estocolmo) volvió a confirmar la primacía de Washington como principal inversor en armamento. En general, Estados Unidos alcanzó los 877 mil millones de dólares en 2022, equivalente al 39% del gasto militar global total y tres veces superior al gastado por China, el segundo mayor inversor mundial en armas, seguido de Rusia (tercero según el instituto). Maná del cielo para la industria bélica de las multinacionales americanas (Lockheed Martin, Raytheon y Boeing) que son las tres principales empresas del mundo. Así se alimenta la economía de una de las potencias mundiales. No esperemos paz, por tanto, en los próximos cuatro o cinco años. Suponiendo que Estados Unidos logre recuperar su deuda, aún escucharemos "hablar de guerras y de rumores de guerras". Imagen de portada: Paolo Bassani |
GIORGIO BONGIOVANNI
LA ‘PRUEBA DEL 9’ DE LOS ESTADOS UNIDOS EN GUERRA
- Giorgio Bongiovanni
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