Jueves 5 Diciembre 2024

Pobre Gramsci, tener a los Pretendientes dentro de "su" diario

Desde hace unos días, la televisión y los periódicos siguen con gran atención el caso de la muerte de Giulia Tramontano, la joven asesinada por su novio estando embarazada de siete meses. Horror, desconcierto, rabia y dolor son solo algunas de las sensaciones vividas tanto por los protagonistas como por los espectadores que los siguen desde casa.

Una desesperación que involucró principalmente a los familiares de la mujer, pero también a los del asesino confeso, Alessandro Impagnatiello. Precisamente la madre de este último, ante las cámaras de La Vita en Diretta declaró: "No me atrevo a imaginar a los familiares de Giulia. No me lo quiero imaginar... La madre, Loredana, es una persona fantástica. Alessandro es un monstruo, lo sé. Le pido perdón, como madre, pero no sé qué hacer. Le pido perdón por tener un hijo así, le pido perdón a toda la familia". Y luego otra vez: "No ¿cómo se hace para perdonar? Alessandro lo hizo, eso sí, pero es imperdonable. ¿Por qué hizo eso? No debía hacerlo, no debía hacerlo Alessandro. Arruinó la vida de todos".

Muchos comentaron el caso. Nosotros también, con nuestra revista, quisimos reproducir el comentario, tomado de las redes sociales, del magistrado Sebastiano Ardita.

Consideraciones compartibles sobre un sistema penal que “ya no da miedo” en la conciencia de que, más allá del delito cometido, será posible iniciar caminos de justicia restaurativa, obteniendo beneficios y atenuantes. Una invitación a no olvidar a las víctimas, que merecen la certeza del castigo.

Las palabras expresadas por el fiscal adjunto de Catania, sin embargo, hoy fueron duramente atacadas por cierta prensa ("El magistrado Ardita como Mara Venier" titula l'Unità) y por ciertos abogados y magistrados que las tildaron de "charla de bar" o "programa de entrevistas".

Hubo también quienes fueron más allá, como el presidente de la Unión de Cámaras Penales, Gian Domenico Caiazza, quien incluso habló de "populismo penal", de "agitación libre, engañosa e instrumental del sentimiento de indignación, de dolor, de condenación social, para condicionar y deponer las reglas del juicio y del proceso penal" y de "justicia entendida como venganza".

Nada más erróneo, además de ser absolutamente incompartibles y engañosas todas aquellas expresiones que van más allá del derecho a la crítica o a la opinión.

El derecho de defensa del infractor, aun cuando se trate de atroces homicidas, es un derecho legítimo, consagrado en la Constitución. No hay duda de esto.

El tema que se plantea es muy diferente.

No estamos ante un caso en el que hay pruebas para verificar, o para discutir si alguien es inocente o si puede haber absoluciones o circunstancias atenuantes. Hablamos de un delincuente confeso, feroz y cínico. Quizás ciertos sujetos también deberían releer las declaraciones de la madre de Impagnetiello.

La realidad, quizás, sin que se me acuse de conspirador, es que con la excusa de la defensa de los derechos humanos pretendemos alcanzar objetivos muy distintos generalizando, sin hacer las distinciones necesarias.

Un sistema que se sigue también en la lógica del desmantelamiento (como en parte ya ha ocurrido) de institutos como el 41 bis o la cadena perpetua obstativa.

¿A quién le importa si esto es hacerle un favor a esa organización malvada y criminal que es la mafia?

La certeza de la pena es un punto fundamental tanto como el concepto de reeducación, pero hay que hacer distinciones entre los delitos que se cometen.

Porque hay, en la historia, casos de atroces criminales que, después de la prisión, a pesar de los cursos de "rehabilitación", volvieron a cometer esos mismos delitos y perversiones.

El respeto de los derechos humanos es fundamental, pero algunos delincuentes tienen que pasar todos los días en prisión si realmente se quiere preservar la sociedad.

Mirando a L'Unità y la deriva que ha tomado en el ataque a ciertos magistrados (hace apenas una semana el ataque a Luca Tescaroli y la increíble defensa de Silvio Berlusconi, actualmente investigado junto a Marcello Dell'Utri como instigador de las masacres de 1993) me viene a la mente el pobre Antonio Gramsci.

¿Quién sabe qué diría hoy, viendo el amargo final de "su" diario, fundado en 1924? Tal vez se sentiría como Ulises cuando, de regreso a Ítaca, vio a Penélope rodeada por los pretendientes, en un intento de conquistar su reino.

Porque lo que llegó a los quioscos el 16 de abril seguro que no es su Unità.

Tampoco es l'Unità que conocían miles de miembros del PCI (Partido Comunista Italiano) y que era seguida por miles y miles de lectores.

La nueva Unità del empresario Romeo, dirigida por Piero Sansonetti, realmente se ha hundido hasta el fondo.

La esperanza es que algún día regrese un Ulises que, intelectualmente hablando, pueda barrer a los "nuevos pretendientes, trayendo de vuelta las ideas y las batallas de Gramsci".

Imagen de portada: Paolo Bassani

Foto 2: Sebastiano Ardita / Deb Photo