Martes 7 Mayo 2024

La fotografía de Víctor Jara, es un eterno emblema, no solo de un crimen cometido por el fascismo chileno (horrendo para el arte mundial, para la libertad de expresión, y para la libertad del hombre) sino, además, de lo que fue un incesante pedido de justicia, en tierras chilenas, en tierras de Latinoamérica y del mundo. Pero finalmente, ahora, ese rostro del artista, es una señal inequívoca de que la condena a prisión de sus asesinos -siete militares retirados- es un hecho. Y significa que se ha hecho justicia, pero justicia con mayúsculas. Y esto conlleva, además, una implícita condena pública a esas ideologías rancias, autoritarias, criminales, que hicieron posible segar la vida de Jara, al instalarse la dictadura militar en Chile, horas después de la muerte de Salvador Allende, en el Palacio de la Moneda, el 11 de setiembre de 1973, es decir, hace 50 años. Ocurre entonces que, en todas las redacciones del mundo, la noticia de la condena a 25 años de prisión, de los militares que le quitaron la vida se ha sentido estrepitosamente, porque Víctor Jara, fue y es un artista del mundo entero. Porque tanto su vida, sus canciones, su obra militante, como su martirio y su muerte, hacen parte ya de todo el planeta. Pero se suscitó un hecho imprevisto, como si se tratara de una suerte de respuesta al fallo judicial: uno de los condenados -Hernán Chacón- no soportó ser alcanzado por los brazos de la ley. Según se informó, al redactarse estas líneas, optó por quitarse la vida poco antes de que las fuerzas de seguridad se hicieron presentes en su casa para detenerlo.

Si bien los condenados, porque el tiempo ha seguido su curso inexorablemente, tienen entre los 73 y 75 años, esto no ha sido obstáculo -como debe ser, cuando se trata de delitos del terrorismo de Estado, o de delitos de lesa humanidad- para que sobre ellos -aunque sea cincuenta años después- cayese todo el peso de la Ley. Y no hay que olvidar, por si fuera poco, que estos militares gozaban de impunidad, porque se encontraban en libertad. Se encontraban Impunemente conviviendo en las entrañas mismas de la sociedad chilena, como si nada hubiesen hecho. Como si el atentado a Jara no hubiese existido. Como si esa atroz dictadura, no hubiese sido más que un episodio de guerra más en sus respectivas vidas de militares, de un régimen pinochetista asesino, desde el vamos.

La resolución judicial estuvo a cargo de los integrantes de la Corte Suprema de Chile. Según lo informado a los medios de prensa chilenos y al periodismo internacional, el fallo -para cada uno los siete militares- fue el siguiente: 15 años de prisión por los homicidios de Víctor Jara y del ex director de prisiones Littré Quiroga Carvajal (un honesto militar que se rebeló al golpe), y 10 años por los secuestros de ambos, para los oficiales militares retirados Raúl Jofré, Edwin Dimter, Nelson Haase, Ernesto Bethke, Juan Jara y Hernán Chacón, más unos 8 años al oficial Rolando Melo, por su rol de encubridor.

Pero hubo más, en este caso: se informó desde los Estados Unidos, que otro militar, de nombre Pedro Barrientos, que igualmente está sindicado como otro de los involucrados en el asesinato de Víctor Jara, acaba de perder su ciudadanía estadounidense, precisamente por estar vinculado directamente con el asesinato del artista chileno. En consecuencia, no es de descartarse que más adelante pueda ser detenido en el país del Norte, para ser eventualmente extraditado a Chile, para seguir los pasos de los restantes militares, es decir, ser sujeto a proceso y ser confinado en una cárcel.

Hay que consignar, que los abogados defensores de los militares presentaron recursos de casación, pero estos fueron rechazados, en su forma, señalándose además que, en la órbita civil, se dispuso que el fisco deberá pagar a cada uno de los hermanos de Víctor Jara, unos 80 millones de pesos, equivalentes a 93.600 dólares, y a la viuda e hijos -a cada uno- unos 150 millones de pesos, es decir 175.500 dólares estadounidenses.

El asesinato de Víctor Jara se cometió exactamente el día 16 de setiembre, luego de que fuera detenido a poco de concretarse el golpe militar, unos cinco días antes, es decir el 11 de setiembre, momento en que todo el mundo siguió por televisión el asalto fascista a la sede gubernamental que fue ocupada valerosamente por el presidente Salvado Allende, junto a sus allegados, para que finalmente fuera bombardeada y ametrallada, en el curso de una batalla infernal que culminó con la muerte del presidente electo constitucionalmente y con la detención de sus colaboradores, algunos de ellos más tarde muertos por el régimen que se impuso a pura violencia.

Como dato histórico, para no dejar en el tintero, la noticia de la condena se dio a conocer en paralelo a un acto realizado en la Universidad de Santiago de Chile (USACH) al que asistió el presidente Gabriel Boric para inaugurar una muestra fotográfica denominada “Por la vida Siempre”. Esta muestra fue postergada, literalmente, unos 50 años, porque la misma se iba a realizar el 11 de setiembre de 1973, debiendo ser presidida por Allende. Al sobrevenir el accionar golpista la muestra no se realizó, hasta hace pocos días, cuando en ese marco se dio a conocer la novedad de las condenas a los militares golpistas.

Desde hace 50 años, el llanto popular por la muerte del artista, del militante comunista, del director de teatro, del profesor y escritor, músico y cantautor Víctor Jara, se transformó en una muy fuerte señal de denuncia que se hizo en el mundo, de lo que es capaz de hacer el fascismo instalado en el poder. Víctor Jara fue un mártir desde el segundo exacto en que fue detenido, torturado y baleado con armas largas (su cuerpo presentaba 44 impactos de bala, y sus manos estabas destrozadas a golpes de culata de fusil) en el Estadio Nacional en el que se hallaba preso, con miles más de militantes. Así y todo, prisionero, y con la muerte a sus espaldas, fue Víctor el emblema de una lucha tenaz al fascismo devorando su país. Una lucha que trascendió fronteras, y perdura hasta hoy.

Por su parte, el militar que siguió su misma suerte, nos referimos a Littré Quiroga Carvajal, de 33 años de edad, fue detenido el 11 de setiembre mismo, en el momento que se presentó ante sus superiores, manifestando su total desacuerdo con el régimen que se imponía con la violencia. Fue preso en el Estadio Nacional de Chile, fue torturado junto a Víctor Jara y luego asesinado, habiéndose hallado su cuerpo (y el de Jara) lapso después, en las proximidades del Cementerio Metropolitano junto a otros cadáveres.

La dictadura chilena, fue feroz, ilegal, y asesina en su accionar, en su imposición. Cincuenta años después, la justicia chilena, en su accionar, fue lícita, constitucional y democrática, respecto a los militares acusados de hacer parte del secuestro y del asesinato de Víctor Jara, y Littré Quiroga. No hubo venganza con los militares condenados. Hubo un acto de justicia. Y en ese contexto, como una mueca del destino, uno de los condenados, el Brigadier Oficial Hernán Chacón, al saberse condenado y a punto de ser detenido para ser conducido a prisión, optó por el camino más fácil: quitarse la vida, para no acatar la resolución judicial. Hasta el último instante, parece que quiso mantenerse en el negacionismo de su acto atroz, como represor, siendo que en aquellos días del 73’ hacía parte de la inteligencia y del poder para decidir a qué persona se debía detener y enviar al Estadio Nacional de Chile, para ser interrogada, y, de hecho, torturada, y asesinada. Un negacionismo en Chile y en otros países de la región, que acompañó siempre -junto a la cultura de la impunidad- a los esbirros del fascismo dictatorial, a la hora de vivir en democracia.

El abogado Nelson Cauto, especialista de derechos humanos, refiriéndose al fallo de la Corte Suprema de Chile -que por otra parte fue con el voto unánime de todos sus integrantes- dijo categóricamente: “La justicia ha hecho su tarea con absoluto apego al derecho, tanto nacional como internacional, trayendo consuelo a los familiares de las víctimas que esperaron tantos años para este momento”.

Entonces, hoy, con Víctor Jara, en términos literales, se hizo justicia. Sus asesinos están condenados. Y sépanlo, los represores chilenos que están libres, que ese fallo es irrevocable y es ejemplar.

Foto: Alainet