Viernes 17 Mayo 2024

Se trata de Cristina Catalina Galzerano fusilada por una patota el 24 de octubre de 1977

La empresa Xerox Argentina la había despedido por “abandono de trabajo”

El secretario de Derechos Humanos de la Nación de la República Argentina, Horacio Pietragalla Corti, firmó de manera conjunta con el secretario de Trabajo, Marcelo Claudio Bellotti, una resolución mediante la cual el Estado argentino ordenó, a la empresa Xerox Argentina, realizar la reparación histórica del legajo laboral de Cristina Catalina Galzerano, quien fue despedida por la empresa en noviembre de 1977, por “abandono de trabajo”, siendo que en realidad, la joven -en ese entonces de 31 años- había sido fusilada y desaparecida por un grupo de tareas dependiente de Campo de Mayo, el 24 de octubre de 1977.

Esta medida -que entra en línea con la ley 27.656 (de Reparación Histórica), sancionada en diciembre de 2021-, pretende corregir los legajos laborales de las personas que fueron detenidas desaparecidas durante el periodo militar de la dictadura cívica empresarial y eclesiástica, y que fueron desafectadas de sus espacios laborales sin profundizar en la verdadera naturaleza de sus ausencias. Estas omisiones en muchos casos formaban parte de un correlato del horror y de la hipocresía, puesto que los directivos y empleados jerárquicos de algunas empresas afines al régimen genocida, eran quienes confeccionaban las “listas negras” con los nombres de los obreros y las obreras que eran “incómodos” para la patronal.

Esta reparación -que la empresa Xerox Argentina deberá concretar en un periodo menor de 30 días a partir de la firma de la resolución-, será la primera que se cumple en el ámbito privado. Recordemos que igual medida se implementó mediante decreto presidencial en julio del 2012, para los obreros y las obreras, detenidos desaparecidos del sector público. 

“Jamás te olvido mi querida madre subversiva y guerrillera”

El pequeño Esteban corría entre los juegos del Parque Saavedra, entremezclado con los otros niños, mientras desde los bancos su mama, Cristina, junto a su compañero Luisito -como él le decía-, lo miraban atentamente, con la suficiente distancia para estar cerca sin perder la vista panorámica. Cristina y José Luis Tagliaferro eran miembros del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Aquella tarde de domingo, del 23 de octubre de 1977, llevaban horas ocultos entre las demás familias, esperando por el contacto con una pareja de compañeros que hacía varios días habían cortado su contacto. Nunca llegaron a la cita. 

Ya de vuelta en el domicilio, en el barrio porteño de la Chacarita, luego de una breve cena, Cristina acompaña a Esteban a su cuarto, lo ayuda a cambiarse, lo arropa, y entre bromas y cuentos, se despide por última vez. “Viví en total junto a ella primero nueve meses en su panza, luego fueron seis años, tres meses y veinticuatro días juntos. A todos lados, a las plazas, a las citas con los compañeros, a la escuela, a su trabajo... Y así seguimos juntos, en mi memoria, en mi corazón, para siempre, porque jamás te olvido mi querida Madre subversiva y guerrillera”, escribía Esteban un 30 de marzo de 2012.

Aquella fatídica noche del 24 de octubre del 77, una patota dependiente de la estructura represiva de Campo de Mayo -uno de los campos de concentración y exterminio del régimen-, ingresó con una violencia irrefrenable al domicilio de la calle Guevara 30, donde la familia vivía. Cuando escucharon el arribo de las hordas, Cristina y Luisito rápidamente treparon a los techos, intentando escapar y al mismo tiempo alejar al terrorismo de Estado de su hijo y sus abuelos. No pudieron llegar muy lejos. Según las reconstrucciones que pudieron realizarse, ella herida de bala en una pierna, fue rematada de un tiro en la cabeza mientras yacía en el piso. José Luis, atrapado con vida en el lugar, continúa desaparecido. 

“Despido justa causa legal por abandono de trabajo”

Además de su militancia política, Cristina trabajaba, desde 1974, como administrativa en la empresa Xerox Argentina, marca originaria de los Estados Unidos, dedicada a la fabricación de impresoras y electrodomésticos. El 3 de noviembre de 1977, Xerox Argentina envía un telegrama de despido para Cristina, justificándose en las ausencias sucesivas registradas entre el 24 de octubre y el 2 de noviembre. “Comunicamos despido justa causa legal por abandono de trabajo”, decía la breve y estigmatizante nota. Una lógica que inexplicablemente -dentro de los parámetros de la ingenuidad-, apuntalaba la figura del desaparecido. Simplemente el obrero, la obrera, no estaban. No importaba comprender las condiciones, alevosas e inocultables, de su ausencia. Simplemente era reemplazada como un objeto descartable, sin identidad.

El cuerpo de Cristina pudo ser recuperado por medio de las gestiones realizadas por el padre biológico de Esteban, Luis Gregorio Santamaria quien era topógrafo e integraba el Instituto Geográfico Militar. “Realizó averiguaciones -contó Esteban en una entrevista con Página/12-, le confirmaron que en el operativo de mi mamá había intervenido personal de la Escuela de Suboficiales General Lemos, de Campo de Mayo, y que el cuerpo de mi mamá había sido llevado al cementerio de Grand Bourg”. Pero más allá de haber mediado para recuperar el cuerpo, “Mi viejo nunca me quiso dar detalles. Cuando se habla del pacto de silencio entre los milicos es así, se respetan entre ellos, se cuidan. Mi viejo no podía no saber lo que estaba pasando y tampoco no recordar los nombres de quienes mataron a mi mamá”.

“A mi madre, la encuentro en las plazas, en las calles, sigue siempre en mi corazón”, escribía Esteban.

Foto: Página/12