Viernes 3 Mayo 2024

Desaparecidos en dictadura uruguaya, enterrados por los militares

¿A quién corresponden los restos hallados en el Batallón 14 de Toledo?

Se especulan posibles identidades: desde Elena Quinteros hasta Claudia García de Gelman

La persistencia de las familias de los detenidos desaparecidos, que sostuvo y empujó el trabajo de la Institución Nacional de Derechos Humanos (INDDHH) -con ellos el Grupo de Investigación en Antropología Forense (GAIF) y Fiscalía de Delitos de Lesa Humanidad- en la búsqueda de los restos de las víctimas desaparecidas de la dictadura, logró dar con los restos óseos de una persona, presumiblemente una de esas 197 que aún después de 50 años del golpe de Estado, se siguen buscando en Uruguay.

Los restos fueron hallados en los fondos del Batallón n°14 de Infantería, ubicado en Toledo, en Canelones. Ese lugar, de 410 hectáreas, ha sido señalado muchas veces como lugar de enterramientos clandestinos. De hecho, fueron ubicados en 2011 los restos del maestro Julio Castro, y en 2012, los de Ricardo Blanco, con 50 metros de distancia entre ambos.

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Esta vez, a unos 100 metros de los anteriores hallazgos, la pala retroexcavadora de la Intendencia de Canelones, intentaba por enésima vez, encontrar un indicio para dar alivio a las familias que hace tantos años buscan sin éxito a sus desaparecidos. Sobre las 10:30 de la mañana del pasado martes 6, en un movimiento, el brazo del gran aparato se topó con una espesa capa de cal, y en un nuevo movimiento tocó algo que salió rodando: un cráneo humano. Luego, gracias a las tareas del equipo de antropólogos forenses coordinado por Alicia Lusiardo, fue quitada la losa que durante tantos años escondió la tumba secreta, y permitió dar con otros huesos que conformaron, hasta la tarde del miércoles, un 70% del total de un cuerpo humano que se presume, es de una única persona. Una losa y la cal, son dos patrones comunes en los enterramientos de los detenidos desaparecidos, explicó la antropóloga.

El cuerpo habría sido enterrado por única vez, boca abajo, y cubierto con una losa, algo que hasta el momento los técnicos no encuentran explicación. La profundidad del enterramiento alcanzaba los 40 centímetros. Hasta el momento no se hallaron restos de materia textil y tampoco se detectaron metales, lo que en un análisis primario in situ hacen pensar que no tendría impactos de bala. Se pudo determinar que se trata de un adulto, y que el largo que ocupara en la fosa va desde 1.70 a 2 metros. Según afirmó Lusiardo, la cal si bien quemó tejidos blandos –motivo por el cual se le suele echar cal a los cuerpos- a la misma vez permitió preservar material genético y el molde de algunas partes como los glúteos, talones y muslos. Los análisis de ADN serán realizados en Argentina, por el Equipo de Antropología Forense, referente en toda la región y el continente.

“Todo lo que tiene que ver con el análisis del perfil biológico, como el sexo, la edad, la estatura y todo lo que es patología y traumatismos, va a ser analizado posteriormente en el laboratorio una vez que se limpien y acondicionen los restos para aplicar todos los métodos, métricos y no métricos, que nos permiten hacer toda esa determinación”, lo que llevará al menos un mes. Y agregó: "La información está". Y después de esta nueva prueba, no quedan más dudas.

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Cerca del mediodía del martes 6 de junio, el equipo forense, que trabajaba junto a un maquinista de la Intendencia de Canelones, dio el aviso a la Institución Nacional de Derechos Humanos (INDDHH, encargada de ordenar el trabajo permanente de excavaciones), a Madres y Familiares, a las autoridades del gobierno, y al fiscal de Delitos de Lesa Humanidad Ricardo Perciballe.

Una noticia que recorrió el país al instante, y que causó mucha conmoción. El fruto del trabajo de tantas búsquedas, investigaciones, rastreos, marchas, conferencias de prensa, solicitudes y tanta persistencia, estaba surgiendo a la vista.

“Es un logro para el país”, señaló Perciballe, que agregó: “Estar acá es muy conmovedor".

También dejó en claro que los restos hallados no se corresponden con ningún testimonio reciente en particular –dato que recalcaron Tyler y Lusiardo-, y que el hallazgo es producto del “trabajo continuo que se viene haciendo hace, por lo menos, dos años, en esta zona como otras de este batallón”.

Y aunque existen “indicios de la posibilidad de otros hallazgos”, y que también se presume el sexo, anunció que conocer la identidad de los restos tardará al menos un mes: “Hoy lo único es lo reconfortante de hallar un resto, que, por un lado, es motivo de mucha alegría y, por otro, de tristeza, por confirmar lo que todos sabemos”, dijo.

Integrantes de Madres y Familiares se acercaron al lugar, al que además fueron el ministro de Defensa, Javier García, el fiscal Perciballe y uno de los directivos de la INDDHH, Wilder Tyler. Con gran emoción se expresaron algunos de los familiares en los medios de prensa: “Es muy, muy emocionante, muy removedor. Es la confirmación de que están, de que están ahí, de que están ahí y no los entregan, de que están ahí y no los exigen, pero están ahí y salen a la luz gracias a este equipo espectacular, y al trabajo espectacular que van haciendo, de una perseverancia que no tenemos palabras”, mencionó Elena Zaffaroni, que busca a su entonces esposo Luis Eduardo González, al día de hoy desaparecido.

También enfatizó en lo que significa este hallazgo respecto a la existencia de información sobre el paradero de los cuerpos de los desaparecidos, información rechazada reiteradas veces por las autoridades: “Tienen que entregarlos, tienen que pedir esta información, exigirla, porque están todos”, aseguró.

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En la misma línea, habló Nilo Patiño, asegurando que la permanencia del silencio en torno al paradero de los desaparecidos “depende del gobierno, que es quien tiene la responsabilidad de brindar la información y no excusarse en que las Fuerzas Armadas no le dan la información. Porque si no, ¿qué estamos hablando? ¿Mandan las Fuerzas Armadas o manda el gobierno?”. Y reclamó: “No pueden pasar tres años para tener otro hallazgo. Esto hay que solucionarlo de una manera u otra”.

La crítica a las prisiones domiciliarias para los perpetradores de estos asesinatos y enterramientos clandestinos, que persisten en mantener la más absoluta omertá en torno al tema, estuvo presente, como también el reclamo hacia el gobierno y las Fuerzas Armadas de que brinden información y documentación, ya que en este y otros casos se llegó a los cuerpos al rastrear en el entorno de las zonas donde fueron hallados otros cuerpos, y no por datos certeros y precisos de la ubicación.

“Es indescriptible ver cómo un ser humano puede ser enterrado de esta forma, desaparecido, como si se lo hubiese tragado la tierra, literalmente”, lamentó.

La búsqueda, lenta pero incansable, continúa

Unos 18 años pasaron desde la primera vez que el gobierno decidió comenzar el rastreo y las búsquedas de restos de detenidos desaparecidos. Y a pesar de haber pasado por varias etapas, en cuanto a la legislación, en cuanto a los grupos de trabajo, la creación de la INDDHH, o las informaciones de lugares de posibles enterramientos, hasta ahora solo se hallaron e identificaron a cinco personas. Quizás, y seguramente, este sea el sexto de las casi 200 personas asesinadas y ocultadas por funcionarios de las Fuerzas Armadas cuando actuaron como terroristas.

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El primero de pocos

El 29 de noviembre de 2005, una brecha se abría en el tiempo y algo cambiaba para siempre, para los familiares de detenidos desaparecidos, del Estado que hasta el momento había guardado un temible y peligroso silencio, y de toda la sociedad uruguaya en su conjunto. Ese día, fueron encontrados los restos de Ubagésner Chávez Sosa, un militante del Partido Comunista, obrero metalúrgico y dirigente sindical.

Ubagésner tenía una hija y estaba casado. El 24 de febrero de 1976 las Fuerzas Conjuntas comenzaron a perseguirle. Ese día, lo fueron a buscar a su casa, pero solo estaba su esposa Isadora Musco, por lo que lo esperaron un día entero. Más adelante, el 20 de mayo, fueron a buscarlo a la casa de los padres de Musco, amenazando con llevársela si no aparecía.

El 28 de mayo, Ubagésner caminaba por su barrio, Aires Puros, llevando un regalo para su hija Valentina que ese día cumplía tres años. Estando a dos cuadras de su hogar, fue detenido y secuestrado por las Fuerzas Conjuntas. El regalo para su hija llegó, de manos de un vecino que lo recogió del jardín.

Durante varios días fue torturado salvajemente en el sector de “la perrera” en el predio de la base aérea Boiso Lanza. Finalmente, habría fallecido la noche del 10 de junio, luego de una sesión de torturas, frente a Gerardo Barrios -militante del Partido Comunista y testigo clave de su muerte-.

A pesar de que las autoridades militares intentaron hacer creer a la opinión pública que Ubagésner Chávez Sosa se había fugado, Barrios y otros testigos, demostraron que no, que esa versión era mentira.

Dijo Barrios en su testimonio: “Los dos seguíamos siendo torturados alternativamente -una vez él y una vez yo– y en determinado momento quedamos solos. Habían terminado de torturar a Ubagésner y yo estaba parado contra una pared, en una misma pieza los dos. Él estaba tirado sobre un tablón, desnudo y mojado. La noche era silenciosa. Yo sentía su respiración y me daba cuenta cómo empezaba a declinar. En determinado momento dice: ‘Por amor a mi partido, a mi mujer y mi hija’. Y deja de respirar”.

Su cuerpo fue enterrado en un predio en Pando, una chacra que había sido utilizada por el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros entre 1970 y 1972, hasta que la Fuerza Aérea tomó posesión de él. Recién el 24 de enero de 2006, y gracias a estudios de ADN, fue identificado.

Tres días después, Fernando

Fernando Miranda tenía 56 años. Casado y con dos hijos, se desempeñaba como escribano y profesor universitario. A través de su militancia en el Partido Comunista, había alcanzado un lugar en la Junta Departamental de Montevideo como edil. 

Casualmente un 29 de noviembre, pero de 1975, Fernando había viajado a Punta del Este. Estando allá, recibió una llamada que lo convocaba a regresar a Montevideo ya que lo buscaba la policía. Al día siguiente, cuando llegó a su casa, en el barrio Parque Batlle, fue secuestrado por dos agentes de las Fuerzas Conjuntas y trasladado al Infierno Grande -también conocido como ‘300 Carlos’-, un centro clandestino de detención y torturas, ubicado en el barrio Peñarol, en el predio del Batallón n° 13, mismo batallón donde fueron hallados posteriormente sus restos.

Falleció entre el 1° y el 2 de diciembre a causa de las brutales torturas. 30 años después, el 2 de diciembre de 2005 –y tres días después del hallazgo de los restos de Ubagésner Chávez-, fueron encontrados sus restos óseos, demostrando así, con la misma persistencia que cuando luchaban en vida, que los desaparecidos están, y que los militares esconden más que solo información.

Más mentiras del Estado

Julio Castro fue el tercer cuerpo arrancado del silencio militar. Tras nuevas excavaciones, el 21 de octubre de 2011, el equipo de antropología forense halló sus restos en uno de los predios del Batallón de infantería n° 14 de Toledo. Luego de los análisis de ADN correspondientes, en diciembre de ese año, se pudo determinar la identidad.

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Nuevamente otra mentira salía a la luz. La primera respuesta de las autoridades frente al pedido de información sobre el paradero de Castro fue que había abandonado el país. Pero esta versión fue desmentida, y la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) exigió al gobierno que se hiciera responsable de su desaparición. Luego, en 2003, en un informe presentado por la Comisión por la Paz, se afirmó que a Castro lo enterraron en el Batallón 14, pero que en 1984 lo desenterraron, quemaron los restos y luego los arrojaron al Río de la Plata. Otra versión falsa, que saltó a la luz aquel inolvidable 21 de octubre.

Julio Castro era oriundo de Florida. Estaba casado y tenía dos hijos. Luego de recibirse de maestro, fundó varios diarios, entre ellos El Nacional y Acción, este último combativo ante la dictadura de Terra de 1933. Luego hizo lo propio con el recordado semanario Marcha. Paralelamente fue inspector de Primaria, profesor de filosofía de Magisterio, e integró el equipo de redacción del programa para escuelas rurales, que fue tomado posteriormente como modelo en Latinoamérica. Además, formó parte de programas de la UNESCO durante más de 20 años.

Debido a su importante actividad en la región, sumado a su militancia en la Asociación de Prensa del Uruguay (APU), y principalmente, quizás, porque colaboró secretamente para ayudar a ciudadanos uruguayos a huir de la persecución terrorista del Estado hacia México, el régimen lo marcó en su lista negra.

El 1° de agosto de 1977 iba caminando por Avda. Rivera y Llambí, cuando dos hombres lo secuestraron y trasladaron a la Casona de Millán, un centro clandestino de detención. Allí, fue víctima de fuertes torturas, hasta el 3 de agosto, cuando lo ejecutaron de un tiro en la nuca.

Al momento de su detención, tenía 68 años y varios problemas de salud.

A pocos meses, a pocos metros

Ricardo Blanco fue el siguiente. Los trabajos de excavación en el mismo predio del Batallón 14, donde fueron ubicados los restos de Julio Castro, permitieron encontrar, a unos 50 metros de distancia, los restos del militante del Partido Comunista Revolucionario (PCR) y sindicalista, el 15 de marzo de 2012.

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Tenía dos hijas y estaba casado. Aunque nació en Mercedes, vivía en Montevideo y trabajaba como comerciante.

Estando en el almacén donde trabajaba, el 15 de enero de 1978, fue abordado por tres hombres que se identificaron como integrantes de las Fuerzas Conjuntas y se lo llevaron. Fue trasladado primero a la Casona de Millán, y luego al centro clandestino de La Tablada, donde falleció producto de la brutalidad de las torturas, en la noche del 2 al 3 de febrero.

El 17 de abril del mismo año fueron identificados sus restos, tirando por tierra la falsa versión del gobierno en aquel entonces, que había copiado el mismo “verso” que planteó para los restos de Julio Castro, es decir, que su cuerpo habría sido enterrado en el Batallón 14, luego en 1984 desenterrado, quemado y arrojadas sus cenizas al Río de la Plata.

El quinto hallazgo

El 27 de agosto de 2019, el intenso trabajo de los investigadores y técnicos permitió dar con el paradero de los restos de un detenido desaparecido. En el Batallón n° 13 de Infantería, y a pocos metros del cauce del arroyo Miguelete, el hallazgo del equipo de forenses permitió ubicar al quinto desaparecido en 14 años de democracia. En ese momento, y después de siete años de búsquedas infructuosas, fue descubierta nuevamente una pequeña parte de la historia.

El 7 de octubre de ese 2019, las investigaciones permitieron afirmar que los restos que se habían hallado semanas antes, pertenecían a Eduardo Bleier.

Eduardo era padre de cuatro hijos, estaba casado, era odontólogo, y formaba parte del Comité Central del Partido Comunista. Tenía 47 años cuando fue secuestrado mientras caminaba por la calle, el 29 de octubre de 1975, y trasladado primero al centro clandestino ‘300 Carlos R’ –ubicado en una casona en el suntuoso barrio de Punta Gorda-, y luego a ‘300 Carlos’ –o ‘Infierno Grande’-.

Según se supo gracias a los testimonios que lo vieron con vida en cautiverio, Eduardo habría sufrido fuertes e intensas torturas por su militancia, pero también porque era judío. A raíz de esos tratos inhumanos, violentos y degradantes, falleció entre el 1° y el 5 de julio de 1976.

Otra vez, la falsa novela inventada por las autoridades para engañar y desviar las búsquedas. Nuevamente se desmintió la versión que en este caso también se había difundido, de que había sido enterrado en el Batallón 14, exhumados sus restos y tirados al Río de la Plata.

Excepto Julio Castro, los crímenes de lesa humanidad cometidos contra Ubagésner Chávez, Fernando Miranda y Eduardo Bleier, están enmarcados en la Operación Morgan –llevada adelante por el Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas (OCOA)-, que tuvo como finalidad perseguir y exterminar a los integrantes del Partido Comunista.

¿Cuántas mentiras se siguen sosteniendo? ¿Cuánta información permanece oculta? ¿Cuánta falta de voluntad política ha habido realmente? 

Por ahora se siguen desenterrando cuerpos, pero restan muchos más. ¿Hasta cuándo todo este macabro silencio sobre un tema sensible para los uruguayos? ¿Hasta cuándo todo este silencio de la casta militar y del poder político que atenta contra la vida y la justicia?

Fotos: Antimafia Dos Mil y Presidencia de la República