Viernes 17 Mayo 2024
Causa CNU II

Por Agustín Saiz, desde Argentina-19 de diciembre de 2020

Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica decía Salvador Allende, pero justamente la Concentración Nacional Universitaria (CNU) actuaba como un equipo de caza de militantes de izquierda en ámbitos estudiantiles. Este 17 de diciembre el tribunal oral de Mar del Plata, en el segundo tramo del juicio CNU, sentenció el represor Eduardo Salvador Ullúa a prisión perpetua por coautoría en ocho homicidios y a Héctor Óscar Corres a cinco años por asociación ilícita.

La CNU era un grupo de choque universitario de ultraderecha y católico que operaba principalmente en las ciudades de Mar del Plata y La Plata bajo el amparo del gobierno de Isabel Perón y que luego con la llegada del golpe, sus miembros mayormente se fusionaron con la triple A y los grupos de tarea de la dictadura. En ese sentido aunque los episodios ocurrieron previo a marzo del 76, los crímenes cometidos por los miembros de esta organización son de lesa humanidad, porque actuaron protegidos y direccionados por un sector del Estado para atacar a un grupo específico de la población.

Desde sus inicios en la década de los70´s se encargaron de romper asambleas de estudiantes y en el 71 entraron a la facultad de arquitectura de La Plata a los tiros y asesinaron a la estudiante militante Silvia Filler. Los responsables de aquel crimen cometido durante un gobierno constitucional fueron a juicio, pero la ley de amnistía del año 1973 dejo libre a toda la patota, incluso a Eduardo Ullúa quien la integraba desde el comienzo.

Selva Navarro era estudiante en aquella época y recuerda el modus operandi de la CNU en uno de los tantos intentos por cooptar la universidad católica de Mar del Plata: “venían y entraban blandiendo sus armas, otros sus palos, otros con arma blanca y entraban a los gritos porque eran muchos, pateaban las puertas, las abrían con la culata y a patadas. El primero que salía era el profesor (del aula) y atrás íbamos nosotros afuera. Entonces nos pegábamos en la pared porque ellos eran muchos, abarcaban todo el pasillo, gritaban ´venimos por la cabeza de los jefes montoneros´”.

La CNU no tuvo muertos, ni casi nunca heridos. Siempre operó con secuestros, la mayoría nocturnos y todos con personas indefensas que no tenían militancia en ninguna organización armada. María del Carmen Maggi se había recibido con medalla de oro en la licenciatura de letras y filosofía y siendo la rectora de la facultad de humanidades de la Universidad Católica de Mar del Plata, no estaba dispuesta a ceder a las presiones de la CNU. La Triple A también acusaba a la Universidad de ser “un foco de la subversión liberal marxista” y al rector honorario, el obispo Pironio, de ser “montonero”. El 9 de mayo de 1975 mientras la presidenta Isabel Perón visitaba la ciudad de Mar del Plata, un grupo de 14 hombres armados secuestran a Maggi en la casa de sus padres. La Universidad emitió pedidos dramáticos para la restitución de Maggi e intento negociar con los captores ofreciendo otros nombres en el rectorado. Pocos días después, el 2 de junio de 1975, el Dr. Josué José Catuogno asumió por decreto del gobierno como rector normalizador de la Universidad de Mar del Plata y esa misma noche la mataron. Tenía solo 28 años.

Demarchi

En el 2016 dentro del primer tramo de este juicio se condenó al ex fiscal federal Gustavo Demarchi culpable de seis asesinatos y asociación ilícita. Como miembro de la CNU dentro del poder judicial contrataba la mano de obra para cometer los crímenes y luego pedía el sobreseimiento o archivo de las causas si involucraban a algún integrante de la organización ultraderechista. Cuando ocurrió el secuestro de Maggi, siendo fiscal se pronunció por la causa para que quedara dentro de su competencia argumentando que "tenía implicancias políticas". El caso fue cerrado sin avances el 2 de julio de 1975 cuando todavía no se habían cumplido dos meses de aquel secuestro.

Los vínculos entre la CNU y el poder se intensificaron con el tiempo y permanecen aún vigentes, a tal punto que se hace muy difícil al día de hoy llevar a cabo las investigaciones. Desde sus comienzos la CNU fue siendo absorbida hasta quedar en la órbita de los diferentes sectores que operaban en el campo de la derecha fascista. Con la intervención a la universidad, los miembros de la CNU se incorporaban en puestos de preceptores dentro de las facultades y colegios secundarios, los cuales les permitían desarrollar actividades de inteligencia y apriete a los estudiantes más notorios.

A medida que crecían sus miembros se relacionaron de manera  cada vez más estrecha y tejieron fuertes lazos con el poder judicial, los sindicatos y el poder político. Bajo este respaldo la patota de CNU pasó de ser un grupo de fanáticos exaltados, a estar cada vez mejor equipados con armas y vehículos y así poder actuar con total impunidad bajo la cobertura policial y judicial que los habilitaba.

“Once por Ponce es una venganza de la CNU por el asesinato de uno de sus miembros Gastón Ponce Varela. En un día intentan matar 11 y solo llegan a matar a 7. Eran todos militantes de base de la juventud universitaria, del partido peronista y del partido socialista y ninguno estaba incorporado a la lucha armada. Las zonas habían quedado liberadas por la policía y los asesinatos se cometieron con un gran despliegue de armas. A tres de ellos que iban en moto los matan desde la caja de una camioneta, cuando levantan el toldo tenían una ametralladora montada”.

En abril del 75 llegan a realizar incluso algunas acciones conjuntas con los grupos de tarea de Aníbal Gordon al mando de la triple A y en el 76, antes del golpe, ya estaban trabajando orgánicamente con el área de operación 113 del ejército. Ese mismo año se disuelven para asimilarse definitivamente dentro del aparato represor de la dictadura.

Las investigaciones relacionadas CNU no son sencillas, se trata de personas que tienen mucho poder y que “han tomado café a la vista de todo el público con jueces del tribunal”. La gran cantidad de ex miembros que en algún momento estuvieron prófugos de la justicia relacionados con las causas de la CNU (Gustavo Demarchi, Piero Assaro, Fernando Otero, Raúl Viglizzo, Raúl Molleón, Ernesto Ullúa, Fernando Delgado, Beatriz María Arenaza y Daniel Alejandro Ullúa), está relacionada con el tiempo que les otorga el poder judicial con las órdenes de arresto las cuales deberían ser inmediatas por ser acusaciones de lesa humanidad.

En el caso de Carlos Salvador Ullúa estuvo más de siete años prófugo de la Justicia hasta que cayó en abril de 2017. Previamente en 1988 había sido detenido y cumplió condena en la cárcel por participar de la “Operación Langostino” donde intentaron traficar 587 kilos de cocaína a los EEUU a través de un cargamento en el puerto de Mar del Plata. Se lo imputa en esta causa como coautor de los homicidios de lo que fue otra de las venganzas de la CNU conocida como “5 x 1” y que hacía referencia al último discurso que dio Perón en el 55, semanas antes del golpe: “¡Por cada uno de los nuestros, caerán cinco de ellos!”. Las víctimas fueron el médico Bernardo Alberto Goldemberg y Enrique Elizagaray junto a sus primos Guillermo Enrique Videla, Jorge Enrique Videla y su tío Jorge Lisandro Videla. También se lo condena por los asesinatos de Daniel Gasparri y Jorge Stoppani y por privación ilegítima de la libertad y homicidio de María del Carmen Maggi.

“Se reían de cómo perseguían a Pacho Elizagaray por los techos” había dicho en el 2015 ante el Tribunal Oral Federal Mirta Masid, ex pareja de uno de los integrantes de la banda, y explicó que algunos miembros se juntaban en su casa y hablaban sobre sus crímenes cuando se emborrachaban.

“Ahí me entero que uno de los muertos era el chico Videla, de 16 años”. Ullúa además actualmente está siendo imputado en otra megacausa “La cueva” III por haber participado en la inteligencia previa del secuestro de 11 abogados detenidos y desaparecidos por el ejército en “La Noche de las Corbatas”, en Junio de 1976.

La maquinaria genocida comenzó a operar el 24 de marzo de 1976 pero justamente el cuerpo de María del Carmen Maggi aparece enterrado en Mar Chiquita un día antes como el preludio de lo que estaba por venir. La feroz violencia desatada por la dictadura argentina fue posible gracias al accionar conjunto de los diferentes sectores de la sociedad con sus complicidades y responsabilidades. Pero el virus del genocidio ya estaba inoculado desde tiempo antes en la cabeza de muchos.

Y como nadie nos garantiza hasta donde lo sigue estando, los juicios de lesa humanidad son una responsabilidad que entre todos tenemos el deber de asumir.

¡Para que nunca más sea nunca más!

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*Foto de Portada: www.quedigital.com.ar

*Foto 2: www.infojusnoticias.gov.ar