Maricel Albertini: “Los mandantes estarían cerca del fiscal general”
“La orden de matar a Marcelo salió de acá, en conexión hasta con la mafia italiana”
“Ni Mandrake podrá solucionar este tema del crimen de Marcelo Pecci” fue el lapidario anuncio que hizo públicamente el Fiscal General de Paraguay, Emiliano Rolón, a un programa de radio Monumental de Asunción, en el curso de una entrevista periodística. “Mandrake” era un personaje -que era mago- de los años sesenta, de una historieta que se veía en televisión, en el territorio paraguayo y en otros países de América Latina. Hoy, la máxima figura del Ministerio Público -haciendo especial alusión a ese personaje- desató un verdadero vendaval, no solo por sobre la familia del fiscal asesinado en mayo del 2022 en Colombia,sino además sobre la sociedad paraguaya, cerrando así toda esperanza de que el crimen pueda ser aclarado, si acaso partiendo de las investigaciones de los agentes fiscales a su cargo. Pero hay más, porque dentro de este contexto, nada saludable por cierto, Maricel Albertini, la madre del fiscal ultimado por el crimen organizado, subrayó en las últimas horas con sus propias palabras - que seguramente los mandantes “son gente de gran poder”, agregando sobre los escasos avances de las investigaciones que “tal vez tienen (aludiedo a los fiscales, ndr) orden de no seguir escarbando”.
Después de dos años de cometido el crimen, la sola idea de que desde la cúpula misma de la fiscalía paraguaya se hable en estos términos, sugiere más preguntas que respuestas. Y sugiere además, pensar irremediablemente que estamos ante un panorama institucional, excacerbadamente funcional a la impunidad, respecto a un hecho de sangre con el sello del narcotráfico transnacional.
Las expresiones del fiscal Rolón, no cayeron en saco roto. Al segundo, desató repercusiones a todo nivel, en redes sociales y en medios de comunicación, y por cierto en el seno de la familia Pecci. La madre del fiscal asesinado llegó a insinuar sin pocos rodeos que “los mandantes estarían cerca del fiscal general”.
“Realmente no se necesitan tanques de guerra, ni armas de grueso calibre, para encontrarle a esta gente -refiriéndose a los articuladores del crimen. Esa gente está ahí arriba, probablemente está ahí al lado del fiscal general. Lo que se necesita es poner mayor intensidad en los estudios. Ellos estan ahí, son gente de poder”, se explayó la señora Albertini.
Pero la parte mas interesante de todas sus apreciaciones alude directamente a la labor de la fiscalía del país donde se cometió el asesinato. En tal sentido dejó traslucir que cree firmemente en la teoría de las autoridades colombianas de que la orden de darle muerte a su hijo hubo partido de Paraguay mismo ( y el lector recordará que el año pasado uno de los implicados en el hecho incluso aportó el nombre de Horacio Cartes, como ideólogo). Y por si fuera poco, llegó a aludir a la presencia italiana, en torno al hecho criminal del cual fue víctima su hijo.
“La orden salió de aca, del Paraguay. Obviamente son gente que está acá, puede ser en conexión con gente de Brasil, Colombia, o hasta de la mafia italiana, pero la gran parte de los responsables están acá”, señaló Maricel Albertini a ABC Color.
Y también dijo: “El trabajo de la fiscalía del Paraguay es mínimo y muy discreto, sin ánimo de realmente llegar a la conclusión de esto, tal vez tendrán orden, digo yo, de no seguir escarbando, porque creo que hay gente de gran poder que está involucrada en todo esto”.
Pero además, la señora Albertini (refiriéndose a Margaret Chacón, una de las involucradas en el asesinato y que fuera condenada a 39 años de cárcel en Colombia) en tono firme, no titubeó en lamentar que ella se hubo negado a hablar considerando que sería conocedora de la verdad sobre el mandante del mortal ataque perpetrado contra su hijo, puntualizando que Chacón guardaba silencio en ese punto porque sus exigencias -para revelar al mandante- eran de cumplimiento imposible.
La falta de voluntad institucional y política, y una absoluta desidia, en materia de investigación fiscal, y de hecho el miedo , y la omertá, y hasta si se quiere la complicidad como aditamento, respecto al crimen de fiscal Marcelo Pecci, son los componentes más terribles que hacen parte del manto de impunidad con el que se cubre, en el Paraguay de hoy, uno de los atentados más graves cometidos contra la democracia de ese país, cometidos por el crimen organizado. Porque este asesinato significó, no solo un mensaje letal a la fiscalía paraguaya, sino además, un duro golpe a las instituciones democráticas del país hermano.
Desde el día 10 de mayo del 2022, ya van dos años de idas y venidas, y dentro de ese lapso, los sicarios fueron identificados y corrió mucha agua bajo el puente, pero del o los mandantes, cero definiciones, aunque los trascendidos , todos, por así decirlo apuntan linealmente a figuras del poder con asiento en Paraguay, donde Pecci venia investigando -con bajo perfil- casos específicamente relacionados con el narcotráfico, dentro de un contexto paraguayo, si se quiere de alta toxicidad, tomando en cuenta el grado de corrupción existente en ese país, con un historial de muertes en manos de la narco política, por demás excesivo.
Paraguay, es un país, literalmente fagocitado por el crimen organizado, desde antes, durante y después de la dictadura stronista, como si tal sello fuera uno de los mejores garantes para que el sistema político se fuera contaminando, progresivamente, en democracia. Una democracia que poco pudo (y poco hace) para poner freno a tanta ideología mafiosa, que ya, a esta altura de los acontecimientos, hace parte de una cotidianidad apabullante y escandalosa.
Luchas de poder, desconfianza en las instituciones, influencias de un personaje como Horacio Cartes (emblema de un cartismo lacerante y letal) que pone más sombras que luces, por encima de los intereses comunes a una sociedad democrática, y eso es notorio, porque es el comentario habitual en las calles y plazas. El sentir popular apoyado, en hechos sangrientos que siempre tienen su sello ideológico, logístico o económico, del cartismo (y no podemos olvidarnos nosotros en particular, del asesinato de nuestro redactor Pablo Medina, siendo el ideólogo de su muerte Vilmar “Neneco” Acosta -una figura de Cartes- en la zona de Canindeyú).
En paralelo, el crimen organizado pisa cada vez más fuerte,en las regiones que siempre fueron bastiones de sus actividades en los marihuanales de la triple frontera, o en Pedro Juan Caballero, urbe en la que los grupos criminales del PCC y de otras facciones, conviven, matan, e intimidan, a periodistas y a funcionarios públicos honestos.
Y hoy, se suma un entramado, de neto corte político con sabor a conspiración cartista, alrededor de las imputaciones que se hicieron al ex presidente Mario Abdó Benitez, en medio de filtraciones de chats con mensajes entre Pedro Ovelar -ex agente fiscal- el abogado de Cartes y el fiscal Aldo Cantero. Chats que evidencian instrucciones de Cartes dadas al representante del Ministerio Público para llevar adelante el proceso.
¿Paraguay estaría entrando en la fase final de su desmoronamiento como país democrático, con un estado de Derecho bajo riesgo de desaparecer, por los intereses de una ideología mafiosa, donde la no separación de poderes (Ejecutivo, Judicial y Legislativo) sería ya un hecho consumado?
Creo que sí. Que ya somos todos testigos de este escandaloso, y nada esperanzador panorama, de un país latinoamericano. Una cruda y perversa realidad, que lejos de someter a la ciudadanía paraguaya, debería impulsarla a resistir, a luchar, con todas las herramientas democráticas que puedan salvaguardarse.
Porque la verdad, todo se asemeja más a ser un país gobernado dictatorialmente que democráticamente.
Y Horacio Cartes -el cartismo- parece que se viene dibujando (una vez más) como el protagonista estelar más nefasto de la historia reciente paraguaya. Horrendo.
Foto: elnacional.com.py /Marcelo Pecci y su madre Maricel Albertini