Jueves 16 Mayo 2024

No es la primera vez que amenazan de muerte a un periodista en la ciudad de Rosario, por parte del crimen organizado. Ya hubo otras veces, pero en este caso, la amenaza fue mucho más virulenta, más contundente, y más focalizada. El amenazado fue el periodista Nelson Castro del equipo TN, por la sola razón de haber realizado con su equipo una cobertura periodística -en la escena del hecho- sobre el asesinato del empleado de la estación de servicio, Bruno Bussanich, ultimado de tres balazos hace pocos días. Al colega Castro, a través de un mensaje de whatsApp enviado a uno de sus colaboradores le advirtieron: “Va a terminar como José Luis Cabezas”, refiriéndose al fotógrafo asesinado años atrás por el grupo mafioso del empresario Yabrán, después que su foto fuera publicada en la revista Noticias. Hoy, bastantes años después, en otro punto del territorio argentino, la amenaza criminal se repite, dentro de otro contexto, en otro escenario y con otros protagonistas, pero no por ello, la evidencia de que el crimen organizado -la mafia rosarina- se considera dueña y señora de una región de país, es clara y muy bien definida. Y si bien, en las últimas horas, en un procedimiento policial se detuvo a un hombre mayor de edad, quien estaría sindicado como el responsable -o al menos partícipe- de la amenaza, el hecho pone en evidencia, en estos momentos, el nivel de penetración que tiene el narco terrorismo en Rosario,donde hoy por hoy se viven cruciales horas, tras haberse cometido cuatro asesinatos en cuestión de pocos días, dentro de un clima de terror y miedo generado por la criminalidad allí imperante.

Nada de lo que está ocurriendo en Rosario, ya nos asombra.Desde hace unos cuantos meses, esa ciudad de la provincia de Santa Fe está cooptada por la violencia criminal que es literalmente funcional al narcotráfico, y a los grupos de poder de ideología mafiosa, que operan dentro de sus limites provinciales.

Dentro de ese contexto, lo ocurrido con el periodista Castro fue lo siguiente, tal lo relatado por TN televisión: a poco de que el equipo de periodistas trabajase en el lugar donde perdió la vida el pistero, al colega Sebastián Domenech le llegaron tres mensajes, desde un numero desconocido, que los dejó a todos atónitos. Obviamente, el cometido era interrumpir todo trabajo periodístico en la zona; un trabajo periodístico tendiente a encarar todo lo relacionado a la violencia mafiosa, imperante en la ciudad de Rosario.

La primera parte del mensaje consistía en puntualizar una amenaza de muerte a Castro: “Decile que si llega a Seguí y Oroño (junto a una foto en la que se lo ve al periodista durante la trasmisión de TN en vivo, parado en una esquina de la ciudad, ndr) lo sacamos a tiros. El que avisa no traiciona. Que se vaya de Rosario, no los queremos acá”, firmado: “La mafia”.

Luego sobrevinieron intimidaciones: “Que no se acerque a Francia y Seguí y a Oroño y Seguí. Fuera de Rosario” . Y en la última parte del mensaje se alude al fotógrafo asesinado por laderos de Alfredo Yabrán, en 1997, en Pinamar: “Va a terminar como Cabezas”.

Toda una pesada carga de violencia criminal, en tres mensajes de WhatsApp, cayó sobre un equipo de televisión, dirigido especialmente sobre el periodista jefe, lo que significa a las claras, cómo y de qué manera en estos momentos, opera la mafia rosarina. No solo generando un verdadero baño de sangre, sino además ejerciendo una brutal presión e intimidación al periodismo, con absoluta displicencia, con un descaro tal, que nos deja a todos impactados, aún resultándonos un hecho ya habitual.

A esta amenaza hubo una sola respuesta de parte de Castro: “Nos enteramos viniendo hacia acá, a través de lo que está contando Sebastián. Hicimos esta parada y obviamente estamos impactados, por supuesto, porque claramente es una demostración de lo que esta pasando aquí. Estamos experimentando de la misma manera que experimentan, viven, padecen, sufren los habitantes de Rosario”.

Hay en Rosario, y en las zonas denominadas como complejas, una sobrada presencia de fuerzas de seguridad. Y hay, además, entre la población, un miedo generalizado. Se puede percibir que la ciudad está literalmente semiparalizada. Se aprecia poco tránsito de ómnibus, y de taxis, en las calles. Calles desiertas, con muy reducido movimiento comercial.Hay además una casi nula actividad en las escuelas públicas. Y en paralelo fuerzas policiales realizan procedimientos para dar con los responsables de los últimos crímenes.

Rosario duele, porque su gente transcurre su cotidianidad sufriendo un muy alevoso ataque del poder mafioso instalado allí, desde vieja data, y ante la pasividad ( ¿”cómplice”?) de un gobierno provincial, que podríamos decir, casi sin temor a equivocarnos, ha sido una suerte de promotor de todo este desmadre.

Un desmadre teñido en sangre, donde la anarquía criminal busca segundo a segundo, ya no ganar terreno, sino especialmente posicionarse aún más, para prevalecer y para pulsear al gobierno provincial, dándole mensajes de su fuerza y de su poder, bajo la modalidad de amenazas al periodismo.

Una manera de imponerse, ideológicamente, dentro de un contexto de guerra al Estado, pero en concreto, dentro de un contexto en el que el terror que se impone desde las sombras, va dirigido además al pueblo rosarino, causando estragos, y sembrando de cadáveres sus calles.

En el otro extremo, las fuerzas del orden (o del desorden) se hicieron presentes en una ciudad,cuya población está desafortunadamente vulnerable, temerosa y sumida en la más indescriptible desazón.

Una población que gradualmente viene tomando conciencia, que su futuro no habrá de ser nada alentador, porque las desconfianzas en las instituciones de poder, no son un hecho aislado, y dejan en sí, más sospechas que certezas sobre su honestidad.

Así se vive el día a día en Rosario. Así de dramático y así de estremecedor.

Foto: captura de video