Martes 12 Noviembre 2024

Pretende desarticular el narcotráfico desde el barro

¿Los especialistas del Ejército, revisarán las arcas de la Bolsa de Comercio y del sistema de lavado?

Rosario se desangra ante el narcotráfico y el presidente Alberto Fernández, en su último año de gestión se acordó que hacer prevalecer el derecho es una competencia del Estado que él tutela. Con una parsimonia que recuerda los tiempos alfonsinistas -línea de la cual Fernández siempre fue adepto-, anunció que enviaría al Ejército a la ciudad de Rosario, para restablecer “la autoridad del Estado”. Quizás, pascuas de por medio, tengamos que oír decir nuevamente al presidente de los argentinos, que “la casa está en orden”.

Una serie de jornadas violentas e intentos de justicia por mano propia en la ciudad de Rosario, conmocionan nuevamente al país. Luego del asesinato de un niño de 11 años a manos de sicarios que dispararon a mansalva contra la fachada de un búnker de drogas, donde resultaron heridos de gravedad otros tres niños, uno de 13 años, uno de 12 y el tercero de tan solo dos años, hubo una pequeña pueblada -en la jornada del lunes, por la tarde- que arremetió contra los narcos, y contra los policías de la provincia que intentaban contener la situación para que no se fuera a mayores. La misma policía que está completamente infiltrada por el narcotráfico y manchada de los vicios del crimen del hampa desde siempre. 

En este marco, el presidente Alberto Fernández, quien hasta el momento se había mostrado evasivo de la realidad, dio un discurso a través del canal oficial de la Presidencia, bajo el título, ‘La situación en la ciudad de Rosario’.

Desde el inicio, Fernández intentó dejar en claro la colaboración que mantuvo la Nación, primero con el gobernador Omar Perotti y luego con el intendente Pablo Javkin, una versión del presidente, que contradice las permanentes denuncias que ha presentado el intendente rosarino, quien -más allá de las críticas que puedan referirse contra él-, desde siempre reclamó mayor presencia tanto provincial como federal en la ciudad, esta última sobre todo en materia judicial. 

Luego Alberto Fernández dijo: “Sin embargo, la lucha contra el crimen organizado no ha alcanzado los resultados que esperábamos. El crimen organizado no se desarrolla de un día para otro. Requiere tiempo para tomar territorios, reclutar sicarios, cooptar voluntades en las fuerzas de seguridad, en la justicia y también en la política. Eso es lo que les garantiza su desarrollo, su expansión y fundamentalmente su impunidad”

El presidente de la Nación dejó en claro, también,  que el crimen organizado es el resultado del connubio entre las fuerzas estatales y los maleantes. Pero lo que se lee entre líneas, es que sugiere que el crimen organizado que asola a Rosario, es un hecho construido desde abajo hacia arriba, desde las villas hacia los palacios. Una perspectiva que desde este espacio siempre hemos criticado. En palabras del diputado Carlos Del Frade, “el narcotráfico es un negocio que se organiza desde arriba hacia abajo”. Desde los palacios de los cuellos blancos hacia los barrios de los descamisados.

Luego el presidente se refirió explícitamente a los hechos de violencia de los últimos días. “Entiendo que Rosario nos necesita, sé que sus fuerzas de seguridad son insuficientes para afrontar la solución del problema (…). Frente a este cuadro, quiero anunciarles que he tomado una serie de decisiones con el objetivo central de desarticular estas organizaciones de crimen con el claro propósito de fortalecer la convivencia social y la seguridad democrática”.

“En primer término he dispuesto el refuerzo de las fuerzas federales hasta alcanzar en esta etapa los 1.400 efectivos disponibles para la ciudad de Rosario (uno cada 1.200 habitantes aproximadamente, ndr).

“En segundo lugar, he decidido que el Ejército argentino, a través de su compañía de Ingenieros, participe de la urbanización de barrios populares acelerando tareas pendientes de ejecución y que son muy necesarias. Son las Fuerzas Armadas de nuestra democracia”,  dijo,  enfáticamente el presidente, echando por tierra sus propios dichos sobre enviar a los militares sin armas a Rosario. Algo que parecía más un intento de suavizar la realidad, y el impacto sobre su base electoral (proderechos humanos), más que una realidad de un componente del Estado caracterizado por el uso de la violencia. Un soldado es siempre una persona armada, entrenada para matar. Un cuerpo del Estado que en nuestro país tiene un historial nefasto al servicio del terrorismo en primer lugar, y al servicio de la impunidad en segundo lugar, ya que nunca colaboró activamente con los procesos de memoria, verdad y justicia.  

Pero Alberto, no fue tan lejos en la historia y solo se limitó a las actuaciones del Ejército en los últimos meses. Dijo sobre los efectivos militares: “Actuarán del mismo modo ejemplar que actuaron en la pandemia y en los incendios. Harán ahora con la misma honestidad, destreza y convicción en socorro de una ciudadanía que las necesita”. Roguemos que así sea.

Luego de aclarar la participación militar, el presidente tímidamente se refirió al otro extremo del crimen organizado en la ciudad: “Mañana el gobernador de la provincia de Santa Fe, Omar Perotti, firmará con la UIF (Unidad de Investigación Financiera, ndr), el convenio para instalar una delegación allí en Rosario. De esta manera buscamos tener una mayor eficiencia en la lucha contra el lavado de activos derivados, entre otras causas, del narcotráfico”.

Algo tan básico, tantas veces reclamado, que es una vergüenza que se anuncie por cadena oficial a esta altura del partido. Los jueces italianos Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, hace más de 30 años que dejaron en claro -antes de ser asesinados por el terrorismo de la tratativa entre el Estado y la mafia-, que para encontrar a los jefes había que seguir el curso del dinero. No puedo evitar preguntarme si la cantidad de auxiliares contables que habrá en la “fastuosa” sede de la UIF rosarina será semejante a la de policías y militares.  

Luego el presidente se refirió a un tema clave, la identificación de los criminales: “Ya firmamos con la provincia de Santa Fe el convenio de colaboración y cooperación técnica del Renaper (Registro Nacional de las Personas, ndr), que permitirá revalidar las identidades a través del Sistema de Identificación Segura con rapidez y celeridad en los operativos de seguridad. También sumaremos rápidamente 600 cámaras de vigilancia con reconocimiento fácil de última generación para la ciudad de Rosario”. 

Nuevamente queda sugerido que la tecnología se empleará sobre todo en los barrios para la persecución policial y los delitos del hampa. Seguidamente afirmó: “El sistema carcelario extremará la custodia contra los reclusos que han sido condenados y pretenden desde la misma cárcel seguir controlando sus objetivos criminales”

Esta afirmación sinceramente da pena. El sistema penitenciario argentino es un caos hace decenas de años. Es una hipocresía, típica de un político en campaña, apropiarse de la sangre de unos niños para avisar que el Estado se hará presente en un lugar que debería ser el lugar más seguro del país, y no una cueva de la democracia donde sistemáticamente se violan los derechos humanos, y que hoy son fortalezas al servicio de las bandas narcocriminales. 

“Vamos a poner en el centro de la escena la autoridad del Estado, para devolverle a la ciudad su vida en comunidad”. Frente a una crisis económica, social y política, el Estado de Alberto Fernández, máximo garante de derechos, se embandera detrás de una autoridad que se sostiene, históricamente, solo con violencia.

“No nos tiembla el pulso en combatir al crimen organizado –afirma el presidente-. A quien resulte implicado con esas organizaciones, sea que lo haga activa o pasivamente, le caerá todo el peso de la ley. No aceptamos mezquindades ni especulaciones políticas. Rosario, cuna de la cultura, de las ciencias y de las artes, no merece vivir en la zozobra”.

“La manipulación informativa con el propósito del desgaste institucional, y el juego político que hacen algunos para sacar provecho de esta situación, solo merecen el repudio democrático” afirmó el presidente, luego de que se vieran ciertas manifestaciones paupérrimas de un periodismo amarillista que se viste con chalecos antibalas para ir a los barrios, y de indulgencias cuando recibe en sus estudios a los cuellos blancos.

“Vamos a hacer que Rosario recupere el orden, y así su vida social, en libertad y con seguridad, pero, sobre todo, vamos a hacer justicia. Se lo debemos a las víctimas de las mafias, y se lo debemos a los hijos de esa ciudad. No permitiremos un solo acto más de impunidad. Quienes son parte del crimen organizado deben saber que hay un Estado, con la fuerza y la inteligencia necesaria para detener, juzgar y encarcelar a cada uno de los que ha causado daño. Enfrentamos un problema real, complejo, y que anuda delitos de distinta escala y tipología”. Las mafias, señor presidente, saben que existe el Estado, se valen de él. 

Luego Fernández intentó abrir la cancha,  en el entendido de que Rosario no es una ciudad cualquiera: “Rosario es un centro de rutas que conectan el país y que tiene uno de los puertos más grandes de la Argentina. Nada de esto -auténticas virtudes del corazón de nuestra patria-, puede ser usado en favor del crimen organizado, para que puedan seguir desarrollando sus delitos”.  El presidente cae en la demagogia de acotar al crimen organizado solo al narcotráfico, cuando personajes como el diputado rosarino Carlos Del Frade, un miembro del Estado que Fernández representa, deja bien en claro que el crimen organizado incluye también las actividades de contrabando de cereales y demás mercaderías legales que desangran al país por la mal llamada hidrovia. 

“Vamos a ponerle fin a la violencia criminal de sicarios, mercaderes de la muerte. Ninguna organización criminal, ninguna red mafiosa, puede contra la fuerza de un pueblo unido y en defensa de su tierra y de su vida en comunidad”. Aquí, apoyamos plenamente las palabras del presidente. La resistencia cultural, educativa y cívica del pueblo para el pueblo, es la llave para desarticular la mentalidad mafiosa.

Una resistencia que se debe ver reflejada, sobre todo, al momento de elegir a nuestros representantes.