"No más interlocutores entre el Estado y la mafia. No más interlocutores entre hombres del Estado y la mafia. Esto es lo que pedimos con una sentencia que sirva de advertencia para que a nadie se le ocurra volver a mediar con representantes de la mafia. Los resultados son exclusivamente trágicos...".
Parece que ha pasado un siglo desde el discurso del abogado Danilo Ammannato, letrado civil de la Asociación de Familiares de las Víctimas de Via dei Georgofili. Fue el 2 de febrero del 2018. Hoy sus palabras parecen un susurro en medio de una tormenta de arena en el desierto. Que llegó imperturbable a través de los fundamentos de la sentencia de Casación en el proceso de la Tratativa Estado-mafia. ¿Una sentencia que refleja el estado en el que se encuentra este desgraciado país? Demasiado banal. ¿Una motivación que refleja el lema "perro no come perro"? Demasiado obvio. ¿Una sentencia obscena que ofende a las víctimas de la masacre de los años 92/93? Como mínimo. ¿O una sentencia que a casi nadie le importa? Probablemente, dado que estamos al borde de una tercera guerra mundial, con un gobierno cómplice del genocidio que se está produciendo en la franja de Gaza, y en Italia, el número de personas sin trabajo, que hacen cola frente a Cáritas, aumenta cada vez más. Esta sentencia probablemente sea de gran interés para ese sistema de poder que no quiere la verdad. También es de gran interés para todos los sirvientes, lacayos y compañía del Estado acusados en este juicio. Todos dispuestos a subirse al carro de los vencedores para asestar el golpe final a quienes se atrevieron a juzgar al Estado. Todos libres: por supuesto que es posible tratar con criminales, la tratativa se hizo con un buen propósito, no provocó otras masacres, las evitó; en todo caso, aquellas masacres que entonces ocurrieron ya estaban decididas, o tal vez no, tal vez estuvieron ligadas a las licitaciones públicas de la mafia, o quién sabe. ¿Contentos? ¿Qué más quieren? ¿No irán a exigir la verdad? Eso no es de este mundo, tranquiliza tu alma, de lo contrario corremos el riesgo de poner en crisis todo un sistema de poder. Y si se desestabiliza, volverán las bombas. Después no lloren si hay nuevos funerales de Estado, en cualquier caso, encontrarán a los representantes de ese sistema todos juntos en la Catedral dándose la mano con ojos brillantes y lágrimas de cocodrilo, dispuestos a golpearse el pecho para recordar a los héroes que cayeron bajo las nuevas bombas. Quizás no fueron tan héroes, pensarán, dado que pagaron con la vida su obstinación en querer buscar la verdad. No quieren más bombas ¿verdad? Así que cállanse y de esta historia no se habla más. Pero ¿esto es solo la proyección hipotética de un futuro imaginario, o representa el riesgo concreto de revivir la temporada de los venenos, la deslegitimación y el aislamiento de los verdaderos servidores del Estado, hasta su eliminación con explosivos? En la segunda hipótesis, será interesante observar los rostros pálidos de aquellos exponentes del "fuego amigo" que hoy atacan con furia ciega a los pocos magistrados que persisten en buscar la verdad.
Cabría entonces preguntarse qué sentido tiene seguir hablando de esta tratativa. Hacer memoria para para los que vengan después, se podría responder en voz baja. O quizás por una deuda moral hacia quienes murieron como resultado de esa tratativa. O quizás también por un deber moral hacia quienes han comprometido toda su vida en la búsqueda de la verdad. Y como las palabras pesan, es fundamental no olvidar nunca el sacrificio de quienes, precisamente por las palabras que dijeron y por lo que hicieron, arriesgaron su existencia en un mundo de temerosos y oportunistas, dispuestos a venderse como prostitutas al mejor postor. Entendido éste como el mundo de la política, el poder judicial, el periodismo y muchos otros sectores cruciales de esta frágil democracia nuestra en la que abundan las prostitutas.
Comenzamos esta reflexión con un extracto del discurso de Danilo Ammannato que se remonta a un par de meses antes de la sentencia de primera instancia en el juicio de la Tratativa. Una sentencia llena de duras penas para mafiosos y hombres del Estado, a pesar de una corriente principal que ya estaba dispuesta a santificar a los funcionarios acusados.
Ese día Ammannato agradeció repetidamente a los fiscales del grupo de Palermo, Nino Di Matteo, Francesco Del Bene, Roberto Tartaglia y Vittorio Teresi, por el trabajo realizado en la fase de investigación (un trabajo gigantesco en el que vale recordar la abnegación de Antonio Ingroia) y también por haber pedido la declaración del ex jefe de Estado, Giorgio Napolitano. Un testimonio que, según el abogado, junto con los diarios de otro expresidente como Carlo Azeglio Ciampi, había demostrado "la percepción del chantaje de la mafia, que atacaba con bombas, por parte de los vértices institucionales". El abogado Ammannato se centró a continuación en la historia del confidente de los Carabineros, Luigi Ilardo, y de su responsable, el entonces coronel del ROS, Michele Riccio, definiendo como "escandaloso" el hecho de que Ilardo "no hubiera sido protegido a pesar de su voluntad de colaborar". Para luego "dar crédito al mérito" al propio Riccio por su trabajo. Declaraciones que parecen una serie de herejías indecentes para el Tribunal de Casación, algo como para rasgarse las vestiduras.
Pero retrocedamos aún más en el tiempo. Estamos en el año 2009, es 14 de noviembre y el magistrado Alfonso Sabella responde a nuestras preguntas. Parece bastante interesante releer hoy un extracto de esa entrevista.
"El nuestro es un país inmaduro -respondió lacónicamente el magistrado- sigo pensando que el general Mori es un hombre del Estado. Actuó en virtud de lo que creía que eran los mejores intereses del país, según instrucciones de los líderes gubernamentales de la época. El problema estuvo en el hecho de tratar primero con Riina y luego con Provenzano para reducir a la mafia a ese nivel de 'tolerabilidad' que se considera 'suficiente'. Estoy convencido de que quien negoció al principio determinó la aceleración de la masacre de Via D'Amelio, dando lugar a la idea en la mafia de que subiendo el listón aumentarían el precio". Más herejías para la Corte de Casación. Pero en tiempos oscuros como estos, los herejes son quizás el único faro de luz que intenta iluminar el camino.
Cuando se le preguntó si el fiscal Gabriele Chelazzi (fallecido prematuramente en 2003) podría haber completado su investigación sobre los autores intelectuales externos de las masacres del 93, Sabella no dudó. "Sin duda que sí. Tenía la capacidad profesional y la justa autonomía frente a cualquier tipo de condicionamiento porque era libre. Era un magistrado absolutamente capaz, un gran conocedor de la mafia. Siempre pensé que era el único magistrado no siciliano que entendía mucho de mafia. Era un investigador puro". Pero entonces surgió en su memoria una nota de amargura: "Quizás incluso el Padre Eterno esté del lado de quienes piensan que probablemente sea mejor para nuestro país que ciertos hechos no salgan a la luz. Una cosa es que existan, pero otra es el interés del país en demostrarlas".
En ese momento de la entrevista habíamos insistido en el hecho de que poco antes de su muerte el propio Chelazzi había escrito una carta al ex fiscal de Florencia, Ubaldo Nannucci, quejándose de que lo habían dejado solo para investigar las masacres. Por su parte, Alfonso Sabella nos había contado su versión de cómo habían ocurrido los hechos. "Probablemente Ubaldo Nannucci no estuvo muy de acuerdo con el enfoque global que Gabriele le dio a la investigación. Pero no creo que la soledad de Gabriele fuera el resultado de un plan predeterminado. Creo que el aislamiento de Gabriele surgió del hecho de que él era diferente en ese contexto, en el sentido de que creía comprender. Mientras que los demás tal vez no estaban tan seguros de que lo que Gabriele había entendido fuera correcto. Probablemente el hecho de tocar niveles institucionales tan altos habrá asustado a algunos magistrados".
Han pasado 14 años desde la entrevista a Sabella, y a la luz de lo que los armiños escribieron hace un par de días, queda una pregunta: ¿tendrá la sentencia de la Casación el efecto de intimidar aún más a la ya temerosa judicatura que prefiere no molestar al operador? ¿Hasta el punto de desviar hacia un callejón sin salida las investigaciones de quienes pretenden esclarecer a los autores intelectuales externos de las masacres tocando "altos niveles institucionales"? Es más probable que nunca; gracias al silencio de los grandes intelectuales. Y entonces llega el momento de apoyar aún más a esos (pocos) magistrados que, a pesar del silencio o aislamiento de un alto porcentaje de representantes de su categoría, y de los vergonzosos ataques de un gran sector del mundo político y de la mayoría de los medios de comunicación, persisten en buscar la verdad sobre las masacres de Estado. Porque si esos valientes magistrados todavía existen (y los hay), entonces quizás todavía haya un rayo de esperanza para las nuevas generaciones de este desgraciado país y para este sistema de justicia constantemente violado.
Foto de portada: Imagoeconomica
Foto 2: Danilo Ammannato
Foto 3: Gabriele Chelazzi