Palermo vuelve a aquellos días de fines de mayo del '92. Ayer por la tarde, miles de jóvenes y ciudadanos desfilaron en la marcha organizada por la asociación universitaria Contrariamente en colaboración con el Movimiento Our Voice. Desde la Facultad de Derecho partió una procesión desde la cual los estudiantes lanzaron valerosos mensajes contra las organizaciones mafiosas, su infiltración en las instituciones y, sobre todo, contra la charlatanería de aquellos parlamentarios y ministros que llegaron a Palermo, chorreando retórica, para recordar al juez Falcone, su esposa y los miembros de su custodia, muertos en Capaci hace 30 años. "Giovanni Falcone, la pasarela de muchos, el compromiso de pocos" es el título de la iniciativa diseñada precisamente para romper las habituales pasarelas políticas tras 29 años de conmemoraciones institucionales vacías.
Desde los Quattro Canti, pasando por la calle Maqueda, y luego por Isidoro Carini, donde fue asesinado el general Dalla Chiesa, la energía que se percibe en medio del serpenteante desfile de colores que se desplaza bajo las miradas curiosas de los turistas, remite a ese deseo de redención y justicia de la post masacre. El tiempo parecía haberse detenido ayer. Las mismas imágenes, las mismas pancartas, las mismas vibraciones, la misma indignación. Hoy, como entonces, hay magistrados expuestos, aislados. Hoy, como entonces, la política sigue siendo conspiradora, o en el peor de los casos, cómplice de las mafias.
En Palermo han regresado partidos históricos con olor a mafia y sus veteranos representantes susurran la nueva agenda política a los nuevos candidatos en las próximas elecciones. Y entonces aparecieron los coros que gritan "fuera la mafia del Estado", al igual que gritaron los miles de palermitanos que acompañaban el féretro de Giovanni Falcone, el de su esposa y los de sus ángeles custodios el 25 de mayo de 1992. Reaparecieron la ira y la indignación contra los hombres de palacio que recuerda a las que estallaron contra el presidente Oscar Luigi Scalfaro y la claque demócrata cristiana desafiada y empujada ese día en la Iglesia de San Domenico.
Entre mesas, patinetas y bicicletas, la procesión después de depositar flores en memoria de Carlo Alberto Dalla Chiesa, Gaetano Costa y Calogero Zucchetto y recordar a la histórica fotógrafa Letizia Battaglia llegó a pocos metros del Árbol de Falcone donde, como cada año, se celebra el minuto de silencio a las 17.58. Desde los balcones alguien, probablemente emocionado e incrédulo al ver la procesión, desplegó sábanas blancas mientras las dos mil almas pasaban por debajo. Son las mismas sábanas que colgaban en los años inmediatamente posteriores a las bombas y luego, lentamente replegadas con el tiempo y la llegada del sopor colectivo que envuelve al fenómeno mafioso que, mientras tanto, ha dejado de disparar.
Una costumbre que los jóvenes desintegraron con sus palabras: "No podemos olvidar todas las muertes, esta historia no es el pasado sino el presente, tanto en Italia como en Argentina", dice Matías que viene de Rosario donde los narcos acaban de matar a un joven de quince años. "Treinta años después estamos aquí para decirle no a la mafia, porque debemos ser un pueblo que tiene memoria. Esta marcha es solo un punto de partida", anuncia Dennis.
Desde vía Notarbartolo los jóvenes, como un relevo, se van pasando el micrófono para expresar sus emociones y opiniones a la ciudad. Quieren ser escuchados, quieren rebelarse "contra el falconismo sedante", como lo llamó el exfiscal general Roberto Scarpinato en la conferencia organizada anoche por nuestra revista. Espacio, durante las intervenciones, que también arremetió contra ciertas candidaturas en las próximas elecciones municipales, como la de Roberto Lagalla, apoyada por Totò Cuffaro, condenado por complicidad con Cosa Nostra. "Es una pena que hoy cierta política siciliana sea apoyada por hombres con olor a mafia como Cuffaro que atacó a Falcone cuando estaba vivo y ahora lo llora", grita Marta Capaccioni de Our Voice y Contrariamente.
Mientras tanto, junto a ella, siempre en via Notarbartolo, donde residía Falcone, algunos activistas de Our Voice realizan una representación artística. Elisa, una joven del Movimiento, que personifica a la Mafia, está sentada en un andamio, junto a ella dos muchachos interpretan satíricamente a dos exponentes del partido que acarician, en éxtasis, sus largos tentáculos: son la "Democrazia Collusa" y la "Forza Mafia". Entre los dos desenrollan un papello de la lona negra que envuelve a la joven: es el mismo que presentaron los corleoneses al Estado con sus exigencias para terminar con las matanzas y que hoy se están realizando. Luego aparece otra joven, Beatrice, en el papel de Marta Cartabia, la ministra de Justicia que está, de hecho, debilitando la legislación antimafia. Se trata sin duda de un escenario duro, potente, incómodo, que sólo el arte, a través de la sátira, puede permitirse representar sin miedo en este período en el que, debido a estas reformas de última hora, hasta el poder judicial es víctima de la censura institucional. Censura velada, por supuesto, pero censura, al fin y al cabo.
Es "la antimafia popular", dicen, la que vuelve a recuperar el territorio y socava a los políticos. Es la antimafia de los jóvenes, de los estudiantes, de los barrios.
Sobre la joven Elisa se eleva Asia, otra chica del grupo, levantando hacia el cielo una flor roja que sostiene con fuerza. Es la representación, en clave artística, de ese "olor fresco de libertad que se opone al hedor del compromiso moral" del que hablaba Paolo Borsellino. El magistrado, asesinado 57 días después que su amigo y colega Giovanni Falcone, creía en este perfume. Sabía que los jóvenes eran la esperanza de Sicilia y de Italia. "Si el joven le niega su apoyo, incluso la mafia misteriosa y omnipotente se desvanecerá como una pesadilla", repitió antes de ser asesinado. Hoy, después de 30 años, podemos decir que estos jóvenes no han dado su consentimiento a la mafia ni a las instituciones que pactan con ella.
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Fotos © Jacopo Bonfili / Pietro Calligaris