Viernes 26 Abril 2024

Las culpas imperdonables del obeso Occidente contra los inocentes que mueren de hambre

Giorgio Bongiovanni-28 de noviembre de 2022

¡Asesinos! No hay otra palabra para describir a esa parte del mundo que acepta impasible que cerca de mil millones de personas sufran de hambre.

En el 2020 Save the Children, en su informe "Emergencia Hambre", demostró que cada 15 segundos muere un niño por falta de alimentos, destacando que la desnutrición sigue contribuyendo en el 45% de estas muertes.

Hoy, en el 2022, es fácil pensar que estos números van en aumento. Sin embargo, los poderes de la Tierra, los Estados ricos que han hecho del capitalismo su credo, no hacen nada contra este drama tan grave como la guerra, si no peor.

El artículo escrito por el colega Carlo Petrini hace unos días en La Repubblica, con datos en la mano, muestra que, en nuestro planeta, donde hemos llegado a una población de 8 mil millones, habría comida suficiente para 10 mil millones de personas.

En cambio, permitimos que 800 millones de personas pasen hambre y tres millones de niños mueran de desnutrición cada año.

Sin calcular, por otra parte, las gravísimas consecuencias sobre el desarrollo físico y cognitivo que afectan a todo el ciclo vital de aquellas personas que se encuentran padeciendo este estado.

Las culpas imperdonables están ciertamente en los conflictos, en el cambio climático generado por la insensatez del hombre, en la pobreza y en la indiferencia.

En el artículo, Petrini demuestra que casi un tercio de los alimentos que se producen a nivel mundial se desperdician.

A menudo se descartan porque exceden lo que se necesita. A esto se suman las reglas de la globalización que han provocado interminables viajes de productos que se venden y compran en países alejados de sus orígenes (el tomate italiano se compra en países sudamericanos y viceversa) con el riesgo de una peligrosa mala conservación de los mismos. Todo para mantener los precios altos.

Lo mismo ocurre con las ingentes cantidades de alimentos que van de los estantes al tacho de basura, sin que se vendan y que son sustituidos constantemente.

La comida la desperdiciamos sobre todo nosotros, los consumidores de los países ricos, que no sabemos valorar los alimentos y otras muchas cosas.

Todo según las absurdas lógicas del mercado, por causa de ese Dios dinero que nos vuelve ciegos frente al valor de la Vida.

Una enfermedad que golpea a Occidente (la Unión Europea y los Estados Unidos de América a la cabeza), pero también a Oriente (donde China crece continuamente, convirtiéndose en un competidor en la carrera por los recursos mundiales).

Esta es la guerra fratricida que tiene en primera fila a los países con mayor PIB del mundo.

Lo que está en juego no es el dominio de un pueblo, sino el de la vida de todos los pueblos.

En esta locura, es especialmente el obeso Occidente el que demuestra un comportamiento peor que el de los nazis de Hitler.

La tragedia, como recuerda Petrini, es que "por un lado están los que mueren de hambre y por otro los que viven con enfermedades por comer en exceso y por la mala alimentación". Una consideración a la que se suma la "dolorosa constatación de que se sufre de desnutrición no por falta de alimentos, sino por pobreza".

¿Qué le estamos dando al futuro de nuestra sociedad y a las nuevas generaciones? ¿Qué les estamos dejando a los niños por nacer de hoy o a los que vendrán?

Un mundo a la deriva, obligado a avanzar con la sombra del terror de una guerra nuclear debido a las políticas cínicas, racistas y belicistas de los países ricos.

A ellos les estamos dejando una filosofía nefasta y perversa donde el cinismo y el egoísmo prevalecen sobre la solidaridad y la fraternidad.

Lamentablemente, el trabajo que realizan grandes asociaciones como la FAO o Save the Children no es suficiente. Tampoco alcanza el compromiso de muchas asociaciones creadas por auténticos misioneros, que buscan dar un respiro a las poblaciones más necesitadas y cambiar este perverso sistema. La generosidad y solidaridad de esas personas que tratan de cambiar esta realidad con sus ofertas no son suficientes.

No serán suficientes hasta que los gobiernos aborden este problema.

Hoy sucede que le decimos a Rusia que es terrorista y asesina porque atacó injustamente a Ucrania. Y nosotros hacemos lo mismo con otras naciones.

Sin embargo, nunca miramos nuestros crímenes.

Y ciertamente somos asesinos criminales si permitimos que nuestros estómagos estén llenos, mientras hay una porción del mundo que muere por nuestro beneficio.

El derecho a la vida es uno de los derechos fundamentales.

Pero está siendo pisoteado incluso ahora, en este preciso segundo de tiempo.

Quien es creyente avanza con la fe. El laico con el sentido de humanidad. Porque luchar y resistir es lo único que tiene sentido en un mundo que avanza cada vez más hacia el abismo de la autodestrucción.

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*Foto de portada: © Russell Watkins / DFID is licensed under CC BY 2.0 / Antimafia Duemila