No hubo pronóstico del tiempo que frenara la convicción de marchar. Cuando las mujeres se ponen de acuerdo y juntas deciden que algo va a pasar, lo hacen. A pesar del frío. A pesar del piso duro contra el que tienen que chocar sus rodillas para visibilizarse artísticamente en una plaza, en una calle, en una explanada, demostrando que pueden caer, pero que siempre van a levantarse.
Cada 25 de noviembre, como ayer, el movimiento feminista en conjunto sale a las calles para pedir por la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer. Es un día internacional, por lo que la ola recorre el mundo, reclamando el cese del abuso patriarcal que reduce todo a un binarismo lleno de odio y victimización.
La lluvia de ayer no fue la excepción. Ni en Montevideo, ni en Fray Bentos, ni en Palermo (Italia), ni en Asunción (Paraguay), donde la comisión feminista del Movimiento Cultural Internacional Our Voice sembró su voz, y coloreó las calles de violeta: “Somos las nietas de todas las brujas que nunca pudieron quemar”, se escuchó en todos los rincones del planeta donde las jóvenes reivindicaron la libertad de ser.
En distintos barrios de Montevideo, la capital uruguaya, los colectivos feministas se unieron, e hicieron marchas y presentaciones artísticas. En la Explanada de la Intendencia, la Coordinadora de Feminismos encontró una multitud de mujeres que prontas para marchar, como cada año, ajustaron sus carteles y pancartas en lo que sería la previa de la movilización. Allí mismo, sobre las 19 horas, también las jóvenes mujeres de Our Voice, en Montevideo, dejaron una vez más un mensaje distinto, de denuncia y de propuesta, a través del arte. Una puesta en escena que se llevó las miradas de los fotógrafos, y de algunos de los medios más importantes de Uruguay, como fue el periódico La Diaria, donde fueron portada y varias de sus fotos colmaron sus páginas y redes sociales.
Este grupo de jóvenes hicieron una intervención que no solo fue delicada, creativa y profunda, sino que también estuvo llena de rebeldía en contra de una estructura de pensamiento ya caduca. Bajo el lema “Educación no sexista, revolución feminista”, el eje de la puesta en escena fue justamente la educación, que nos encajona en un binarismo heteropatriarcal que no permite otras opciones que las ya preestablecidas; que nos somete a responder sin emociones, a actuar sin deseos; que nos sistematiza para cumplir con estándares de calidad, pero que no toma en cuenta la expresión real de cada persona. La representación de esta idea era una joven pintada de gris, vestida con una larga túnica gris, siendo aplastada por un lápiz gris de grandes proporciones. Otras chicas, vestidas de blanco y violeta, expresivas y con maquillajes coloridos, se movían juntas, se ayudaban a incorporarse unas a otras, demostrando lo que para ellas hace al feminismo.
El dramatismo de la lluvia hizo crecer la expectativa, y los movimientos, mezclados con una música intensa y dramática, conmocionaron a la gente, que observaba con atención. Las jóvenes juntas, ayudan a la chica de gris a incorporarse, quitando el lápiz de su espalda, y en un movimiento conjunto, la ayudan a liberarse. Ella, descubriendo que puede incorporarse, se levanta y ve que el lápiz ya no es más gris: ahora está lleno de colores. Y ese gris que la opacaba, esa ceniza que la apagaba, se transforma en feminismo, y esa educación que la oscurecía, transmuta en naranjas, amarillos y verdes, y con la ayuda de sus compañeras, se alza, la alzan, como una mujer nueva.
Escribir sobre la reflexión a la que me lleva esa intervención me conmueve. La libertad que reivindican, junto a la denuncia al sistema educativo y la invitación a un feminismo comunitario, cercano, amalgamado por el apoyo mutuo entre mujeres -la sororidad- son hilos delicados que se mueven adentro, que sorprenden y que transforman algo invisible, pero que en el pasar de los días, en la cotidianeidad, se vuelve tangible en recuerdos y en nuevas actitudes, incorporadas luego de esa reflexión, que la conciencia obliga a tomar.
La marcha se desarrolló por la avenida principal del centro de Montevideo, 18 de Julio, y llegó a la Plaza Libertad, donde no faltaron manifestaciones artísticas.
Agrupaciones de mujeres, trajeron al encuentro fuertes representaciones. Una de ellas, nos recordó lo que sufren las mujeres en la cárcel, y cómo se les criminaliza, se abusa de ellas para que puedan obtener escasas mejoras en su calidad de vida, se les separa de sus hijas e hijos, y se las invisibiliza de manera dramática. Las otras dos intervenciones se enfocaron en representar el sufrimiento de las mujeres por el juicio que la sociedad hace sobre sus vidas, sus motivaciones, y por el silencio y complicidad de las instituciones frente a la violencia que reciben y que muchas veces termina en femicidio.
Esa sincronicidad, entre los distintos grupos alrededor del mundo, bajo lluvia, y con la misma fuerza de siempre, demostró que este Movimiento Internacional, el de mujeres, y particularmente el de Our Voice, está dispuesto incluso a dejar su salud, por reivindicar los derechos de las que no tienen voz, de las que no pueden manifestarse, de las que sufren en silencio, de las que son sometidas y discriminadas, de las que son abandonadas, abusadas y juzgadas, solo, por ser mujeres.
Quizás esta revolución feminista sea la punta de una flecha que, desde las bases históricas, sensibilice y quiebre una estructura de pensamiento que da forma a una sociedad capitalista heteropatriarcal, que coarta la libertad de vivir con respeto a las disidencias y las diversidades.
Con libertad de amar, con libertad de ser.
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*Foto de portada y restantes: Romina Torres / Antimafia Dos Mil y Our Voice
*Fotos de galería: Our Voice y Antimafia Dos Mil