Jueves 2 Mayo 2024
"En nombre de mi hijo” obra estreno descollante en el Teatro Nuevo Stella de Montevideo

Dos funciones a sala llena, un público aplaudiendo de pie y una denuncia pública detonante

Por Jean Georges Almendras-13 de marzo de 2021

Dejándome atrapar por el más preciado de los valores de hoy, como ser, el sentido de la denuncia y el compromiso social (pensando en el colectivo, y no con la cabeza abrazada al individualismo) la obra teatral que el pasado viernes 12 de marzo subió al escenario del histórico Teatro Nuevo Stella de Montevideo, el elenco del movimiento Our Voice, logró (con todos los oropeles habidos y por haber) -y lo digo sin las exageraciones que se me pueden filtrar- cumplir con el objetivo primordial del colectivo juvenil, desde sus inicios: la denuncia. La obra “En nombre de mi hijo” fue dirigida por la muy prometedora joven actriz italiana Sonia Bongiovanni. Sobre sus espaldas estuvo la responsabilidad de dirigir la realización escénica y actoral del espectáculo, en esta oportunidad, labor compartida, con el joven actor y director uruguayo Diego Grachot y el joven actor Ramiro Cardoso, quienes además se echaron sobre sus espaldas, la responsabilidad de la dramaturgia. Junto a estos tres puntales, Our Voice logró (en dos funciones a sala llena, con los espectadores rigurosamente acatando medidas de distanciamiento social en plena pandemia) ofrecer al espectador la denuncia social en todo el sentido de su expresión, desde el primero hasta el último de los parlamentos, y con la madurez suficiente como para que desde la platea se pudiese observar (que ya no es poca cosa) una muy buena puesta en escena, una muy buena comedia, un muy buen drama, una muy buena historia, una muy buena coreografìa y una muy buena entrega actoral, no obstante la disparidad de talentos en ese rubro.

En el programa que se entregó a los espectadores, decía textualmente, a modo de sinopsis de la obra: “En una sociedad donde las desigualdades provocan tensiones y quiebres cada vez más fuertes, una familia de clase trabajadora formada por Amanda, Manuel y su hijo Lautaro no son ajenas a estas disputas del exterior. Los sueños de libertad y justicia propios de la juventud, despiertan en Lautaro un compromiso irrenunciable. Pero, ¿qué sucede cuando las altas esferas del poder vuelven del pasado para terminar de despedazar la endeble unión familiar? ¿Qué decisiones toman los protagonistas? ¿Podrán remediar las trampas en las que cayeron como consecuencia de sus propias elecciones?”.

Elenco teatral de Our Voice 2

Como introito de esta sintética evaluación (y crítica) de la obra “En nombre de mi hijo”, me huelga decir, sin pelos ni compromisos en la lengua, que la compañía teatral Our Voice arrancó del público (que se puso de pie) sentidos aplausos, que significaron un muy merecido reconocimiento a un muy bueno y sólido espectáculo artístico de estricta y pura denuncia social, munido de una muy buena cuota de arte plural, con un elenco integrado por jóvenes de diferentes países, aunque en esta oportunidad, contó, como invitados especiales, con el niño Bruno Guzmán (de nacionalidad argentina), y con el veterano actor uruguayo Daniel Amaral (proveniente de la generación de los teatros independientes montevideanos de los años setenta), en el papel de narrador. Ambos, fueron un muy valiosísimo aporte.

Elenco teatral de Our Voice 3

La heterogeneidad del elenco, en materia de actuación, no fue obstáculo para que Sonia Bongiovanni -que estudia teatro profesional en una prestigiosa Academia de Palermo, en Sicilia- y los codirectores Diego Grachot, egresado de la Escuela de Teatro de Diana Bresque, de Montevideo, y Ramiro Cardoso, estudiante de Teatro de la Universidad de Rosario, en Argentina, pudieran desarrollar exitosamente un espectáculo, por sobre todas las cosas cargado de dinamismo y sin perder hilaridad escénica, exponiendo una multiplicidad de temáticas y de denuncias. El elenco rindió satisfactoriamente, con actores con trayectoria y solvencia profesional, como la mismísima directora Sonia Bongiovanni y Diego Grachot: ella representando a Margareth, como la tentación, la lujuria, y la seducción del poder, por el poder mismo, en una actuación, que, desde el inicio al fin, demostró su alto nivel de rendimiento actoral; y él, Grachot, representando al poder mafioso, con igual nivel de entrega sobre el escenario. Por su parte, los estudiantes de arte escénico: los hermanos Ramiro y Emilia Cardoso, ambos argentinos, fueron descollantes, por donde se los mire, y no defraudaron los papeles asignados: Ramiro, que fue el presidente Juan María Castillo, merece nuestro destacado reconocimiento, al igual que Emilia, en su papel de jueza. Todos ellos alternaron sobre el escenario con actores amateur, como es el caso del joven uruguayo Juan Manuel Ferreira, en su papel de “Manuel”, que tuvo el privilegio de tener el papel protagónico, destacándose igualmente como cantautor. Su trabajo fue notable. También lo fue el trabajo de Fátima Amaral, como Amanda, la pareja de Manuel. Juntos tuvieron la prolijidad suficiente para dar el brillo necesario a sus personajes, que fueron indiscutiblemente, el hilo conductor de toda la obra. Otro singular y muy acertado trabajo fue el del joven argentino Patricio Alod, como clérigo. Y un capítulo aparte y elogios por doquier, merece el trabajo del joven italiano Stefano Centofante, como coreógrafo y bailarín profesional, un verdadero maestro de la expresión corporal, en su papel de Lautaro, como hijo de Manuel.

La historia en definitiva es simple. Se trata de un viejo luchador revolucionario (Daniel Amaral, en realidad “Manuel” ya entrado en años) evocando junto a un niño que representa a las nuevas generaciones (Bruno Guzmán) -ambos ubicados en la platea- situaciones del pasado, en donde las traiciones humanas y los males de los días turbulentos de dictaduras y autoritarismos, no estuvieron ausentes, con consecuencias inimaginables en nuestros días. A una mirada profunda que hace el personaje sobre su vida y sus demonios, le correspondió una representación descarnada de todos esos momentos del ayer (y del hoy) , sobre un escenario sobre el cual fueron desfilando todos los más vigentes desatinos (males) de la historia de la humanidad y de nuestros días, en el mundo entero: las relaciones harto turbias entre el poder político y la mafia, las corrupciones a todo nivel, especialmente dentro de la Justicia, muertes por encargo, vínculos nefastos entre la Iglesia Católica y la masonería (donde los rituales y las suciedades especulativas hacen estragos a la fe y los más altos valores del mensaje cristiano) y las traiciones humanas, dentro de filas de los luchadores revolucionarios, y dentro, de quienes se pavonean como estandartes de las instituciones, erosionando democracias verdaderas o aparentes.

En medio de todo esa vorágine de planteos teatrales, donde la denuncia no se ausenta ni se pierde en la línea argumental, aún en los parlamentos que podrían situarse como propios de la comedia, el dedo índice de los jóvenes de Our Voice señalando a los poderosos intereses que dominan al mundo, hace que el público reflexione sentado en su butaca. Todos y cada uno de los parlamentos del texto escrito por Our Voice (adaptando una versión creada por ellos mismos de nombre “Democracia”, llevada a escena en el Paraguay hace dos años) hacen que la obra cobre una fuerza increíble, permitiendo calificarla como una muy exclusiva realización de dramaturgia, que solo este movimiento puede subir a un escenario, develando una sociedad hipócrita, complaciente, y en el peor de los casos indiferente e insensible, a los males diseminados por el planeta.

Los efectos y los componentes naturales de la condición humana no escapan al microcosmos de cada uno de los personajes creados por Sonia Bongiovanni, y ella misma en su papel de Margaret, ese perverso exponente del poder más pútrido de la historia de la humanidad (que interpreta excepcionalmente después de entrar a escena espectacularmente desde las alturas mediante un mecanismo de poleas) hacen que la obra sobresalga del resto de la cartelera teatral, porque de hecho es una obra de denuncia, que no apunta a recaudar elogios inherentes al marketing especulativo del mundo del espectáculo comercial. Porque el teatro de Our Voice, es un teatro militante. Un teatro de denuncia, con mayúsculas.

No se trata de un arte teatral con fragmentos de denuncia. Se trata de una denuncia social con arte teatral (y aclaro, con un muy buen arte teatral, por màs que los excelsos críticos de teatro, eventualmente puedan decir lo contrario) como herramienta para despertar al hombre, y en especial a los jóvenes.

Me consta, que Our Voice, en cada una de sus presentaciones, crece a pasos agigantados. Me consta, que, en cada una de sus presentaciones, redobla sus energías y redobla sus convicciones. Con ojo atento, para no perder su horizonte, es decir sus valores. Los valores que la hicieron nacer bajo la consigna: “El arte mata a la mafia” (y que con su crecimiento) se transformò en un histórico y único baluarte de un Arte que busca y lucha a brazo partido, para cambiar esta sociedad. Que busca y lucha para denunciar la criminalidad instalada en el mundo, cercenando vidas de hombres y mujeres libres, jueces, periodistas, jóvenes activistas, hombres y mujeres sedientos de justicia.

Elenco teatral de Our Voice 4

El arte teatral de Our Voice sobre las tablas -como dice la gente de teatro- es el resultado de múltiples esfuerzos de muchos jóvenes, incursionando gradualmente sobre los escenarios, para entregarse con alma y vida, a una actividad humana cargada del noble sentimiento de sed justicia, reclamándola a través, en este caso, del teatro. Y este viernes que pasò, en la obra “En nombre de mi hijo” esos esfuerzos tuvieron nombre y apellido en diferentes papeles: Mikaela Melo, Tatiana Alvez, Alina Leal, Victoria Camboni, Elizabeth Viera, Anubis Leal, Camila Ocampo y Davide Bonfigli.

Sobre el escenario, estos jóvenes, tuvieron participaciones actorales de alta prolijidad y de una suficiencia memorable (aún siendo novatos de las tablas). Y los recursos escénicos que los directores encontraron para ellos, en las coreografías, en las canciones y en los movimientos de escenografias y utilerías fueron acertados, resultando en consecuencia, muy útiles.

En tono de destaque, debo consignar, que algunas de las escenas sobresalieron por su ambientación al servicio de la denuncia, tal es el caso de aquella en que están el cura ensotanado (Patricio Alod) y Manuel (Juan Manuel Ferreira) participando de un ritual, junto a un altar, donde se ve perfectamente un simbología masónica. Otra escena, de igual destaque, fue aquella en la que interviene Stefano Centofante, al momento mismo en que el personaje Lautaro es dado por muerto, en medio de una genial coreografía que dramáticamente lleva al espectador a uno de los momentos más tenebrosos y determinantes de la historia.

Pero a los 60 minutos del trabajo actoral del elenco de Our Voice, se sumaron cinco minutos más, para presentar a modo de cierre (casi como una sorpresa, para el espectador) un material audiovisual, resumiendo (o apoyando) los contenidos de la denuncia que se fue desgranando sobre las tablas. El video-clip visibilizó realidades (del mundo, de Latinoamérica, de Italia, y del Uruguay) que en la obra fueron aludidas una y otra vez. Y en ese plus de imágenes y mensajes de neto corte de denuncia, se destacaron figuras de la vida política uruguaya, como Eleuterio Fernández Huidobro (exguerrillero del MLN que luego fue Ministro de Defensa, alineado a quien en otras épocas fueron sus enemigos) y Tabaré Vázquez, expresidente uruguayo por la coalición de izquierdas (ambos fallecidos), y José Mujica; los abogados penalistas uruguayos Enrique Viana y Gustavo Salle, entre otras representativas figuras de la resistencia y en revolución constante, como por ejemplo Eduardo Galeano (hoy fallecido). Y no faltaron a la cita los grandes emblemas de la Antimafia en Italia: los fiscales Nicola Grateri y Nino Di Matteo, hablando (denunciando y advirtiendo) fundamentalmente sobre las mafias, sobre la ‘Ndrangheta, y sobre los niveles de riesgo en que nos encontramos si no combatimos a conciencia a la criminalidad organizada, que con la complicidad de los poderes ocultos de las finanzas y de la masonería, están a las puertas de devorarlo todo y a todos, en un mundo donde las democracias, o sencillamente ya no están, o son falsas democracias.

Dejándome atrapar por la sinceridad y la transparencia, insisto, convencido, que el elenco teatral de Our Voice ha dado un paso abismal en la sociedad uruguaya, y en el mundo.

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*Fotos de Our Voice / Romina Torres