Viernes 11 Octubre 2024
Y es absolutamente hipócrita llamarlos “hombres de color” en lenguaje políticamente correcto, como hace la izquierda, si luego se los trata de “negros”, que es el sentido irónico del título de Feltri (periodista italiano). Pero cuando se analizan las causas de éstas migraciones, a este punto bíblicas, que llevan a situaciones como las de Rosarno, en Europa y en los Estados Unidos, la prensa occidental siempre se queda, aunque no inocentemente, en la africa20hambresuperficialidad. Se dice que éstos son atraídos por lo atractivo de nuestro modelo de desarrollo. Ahora, no hay un solo inmigrante que no tenga al menos un celular y que no sea capaz de advertir a quien se ha quedado en casa “de que lágrimas y de que sangre mana” éste modelo, para todos y particularmente para quienes, como el inmigrante, son la última rueda del carro.

Entonces se dice que éstos se ven obligados a venir aquí para vivir una vida de esclavos a causa de la pobreza y el hambre que acosa sus Países. Y esto es cierto. Pero no se explica cómo es posible que estas migraciones masivas hayan comenzado desde hace solo algunas décadas y que van aumentando de forma exponencial. En realidad los africamapbarcos existían también antes, así como los botes hinchables. El hecho de que los inmigrantes de Rosarno fuesen en su mayoría provenientes del África negra nos da la oportunidad de explicarlo.

La opinión pública occidental, incluso a causa de la desinformación sistemática de sus medios de comunicación, está convencida de que el hambre en África es endémica, de que haya existido desde siempre. No es así. En los primeros años del Novecientos el África negra era autosuficiente en tema alimenticio. Lo era incluso casi en el 98% en 1961. Pero cuando comenzó a ser agredida por la capacidad de penetración del modelo de desarrollo industrial, en búsqueda siempre de nuevos mercados, aunque sean pobres, porque los suyos están saturados, la situación se ha precipitado. La autosuficiencia ha bajado al 89% en 1971, al 78% en 1978. Para saber lo que ha sucedido después no son necesarias las estadísticas, basta mirar las dramáticas imágenes que llegan desde el Continente Negro o incluso observar a lo que están dispuestos los negros africanos, Rosarno docet, con tal de irse de allí.

inmigrantes201¿Qué ha sucedido? La integración en el mercado mundial ha destruido las economías de subsistencia (autoproducción y autoconsumo) de las cuales habían vivido estas poblaciones, y a veces prosperado, por siglos y milenios, además del tejido social que mantenía en equilibrio aquel mundo (como sucedió en Europa en los albores de la Revolución Industrial, cuando el régimen parlamentario de Cronwell, preludio de la democracia, decretó el final de los “campos abiertos” (open fields), a lo que las casas reinantes de los Tudor y los Stuart se habían opuesto por un siglo y medio, llevando así a millones de campesinos al hambre, dispuestos a dejarse masacrar en las hilanderías y en las fábricas tan bien descritas por Marx y Engels)

Hoy en la integración mundial del mercado, en la globalización, los Países africanos exportan algo, pero estas exportaciones están muy lejanas de poder abastecer el déficit alimenticio que se ha creado. Y por consiguiente el hambre.

Sin querer por esto justificar al colonialismo clásico, ha sido mucho menos devastador que el actual colonialismo económico.

inmigrantes203Entre ambos hay una diferencia sustancial de calidad. El colonialismo clásico se limitaba a conquistar territorios y a robar materia prima que a menudo los indígenas no sabían cómo utilizarla, pero ya que las dos comunidades permanecían separadas y distintas cambiaba poco para los colonizadores que además del hecho de tener sobre sus cabezas a esos bastardos, continuaban viviendo como habían vivido siempre, según su historia, tradiciones, costumbres, sociabilidad, economía.El colonialismo económico, en cambio necesita conquistar los mercados y para hacerlo debe homologar a las poblaciones africanas (como del resto las demás del así llamado Tercer Mundo), a nuestra forma de vida, a nuestras costumbres, posiblemente incluso a nuestras instituciones (la creación del Estado, para un mercado democrático o falsamente democrático, ha tenido un impacto disgregante sobre las sociedades tribales), para someterlas a nuestros consumos.

En África se ven negros con los “RayBan” (¡con esos ojos!) y el celular, que no cuestan nada, pero les falta la comida. Porque la comida no llega donde se necesita, va a donde hay dinero para comprarla. Va a los cerdos de los americanos ricos y generalmente al ganado de los Países industrializados, si, es cierto que el 66% de la producción mundial de los cereales está destinada a la alimentación de los animales de los Países ricos (dato de la FAO).

Y ahora se nos ha metido también China, new entry en este juego asesino, que compra con la complicidad de los gobernantes corruptos, regiones enteras del África negra, cuya producción alimenticia, y no solo esa, no va a la población local, explotados peor que los inmigrantes de Rosarno, sino que termina en Pekín y sus alrededores.

Pero la invasión del modelo de desarrollo hegemónico, tiene también ulteriores consecuencias, casi igualmente graves que el hambre. Desarraigados, convertidos en excéntricos con respecto a su propia cultura que ha terminado en un rincón, pagan una gran pérdida de la identidad. A eso se deben las feroces guerrillas inter tribales a las que hemos asistido en las últimas décadas, con hipócrita horror. Porque las guerras en África, incluso teniendo en cuenta las obvias excepciones de una historia milenaria, habían tenido siempre una parte minoritaria con respecto a la composición pacífica entre sus miles de etnias. (J.Reader, "Africa", Mondadori, 2001).

Y así entre hambre, miseria, guerras, desarraigo, destrucción de su hábitat, obligados a vivir con los materiales de residuo del mundo industrializado (ya sea que se vaya a Lagos, Nairobi, o a cualquier otra capital africana), los negros emigran hacia el centro del imperio, en busca de una vida mejor. O simplemente de una vida.

inmigrantesY nuestras “ayudas”, no solo no han logrado contener el fenómeno del hambre y de la miseria, en África y otros lugares, como ha resultado de la última reciente reunión de la FAO, que ha tenido lugar en Roma, sino que la han agravado, porque tienden a integrar ulteriormente a las poblaciones del Tercer Mundo en el mercado único mundial, ciñendo aún más el lazo alrededor de su cuello.

Algunos Países e intelectuales del Tercer Mundo lo han comprendido a tiempo. Hace unos veinte años, contemporáneamente con una de las periódicas reuniones del G7 (en ese entonces todavía estaba el G7), los siete Países más pobres del mundo, con el africano Benin a la cabeza, organizaron una polémica contra-cumbre al grito de: “¡Por favor no nos ayuden más!”. Pero no fueron escuchados.

Extracto de: Il Fatto Quotidiano