Sábado 18 Mayo 2024

Ya no se sienten los bombazos sobre la Casa de la Moneda en Santiago de Chile. Ya no hay ese humo terrorífico de los gases que desprenden la metralla y los proyectiles aéreos. Ya no hay incendios dentro del edificio presidencial, ni muertos, uno de ellos Salvador Allende, valeroso militante, y compañero marcando hasta el último segundo de su vida, el valor de hacerse respetar como mandatario legítimo, sin cobardías ni medias tintas.

Ya han pasado 50 años de aquel amargo 11 de setiembre de 1973. Ya no está Pinochet ni sus esbirros, entre los vivos, porque están entre los muertos; juntos todos ellos con sus sicarios de uniforme, garrote y fusil en mano. “Pinocho” ya está enterrado con honores impuestos exclusivamente por sus seguidores, y con los contundentes repudios, de los miles de familias chilenas (y no chilenas) de todos aquellos compañeros que fueron reprimidos a muerte, de todos aquellos compañeros que fueron desaparecidos -unas 3.065 almas- , de todos aquellos compañeros que fueron torturados, y de toda la comunidad internacional que fue testigo de una masacre indescriptible.

Se acabo el horror de aquellos días, pero los rastros de ese gran atentado a la vida y a la historia chilena perduran; las huellas terribles del fascismo, perduran. Descaradamente o sutilmente. Entre las sombras o a la vista pública. 

El presidente de los chilenos de hoy, Gabriel Boric, en la previa a esta fecha de lucha militante, de homenaje eterno al compañero Salvador Allende y de recuerdo amargo de una jornada de muerte patrocinada desde la Casa Blanca, desde Washington, desde los Estados Unidos, marcó con su presencia, marchando por las calles por los derechos humanos, ideas que no se identifican con el fascismo y que se contraponen a los derramamientos de sangre por las calles de Santiago y un territorio trasandino inmenso. 

Se vive hoy en Chile en democracia, pero entre resistencias, luchas, contradicciones y terrores instalados, con el sello fascista agazapado todavía entre los chilenos y también entre nosotros, fuera de ese hermano país, ya sea en Uruguay, en Argentina, en Brasil, en Paraguay, por dar algunos ejemplos. Y nosotros, como nuestros compañeros chilenos, lo resistimos. Pero igual ese fascismo voraz, irrumpe artero. Sin ir muy lejos, ayer mismo dijo presente, en vísperas del 11 S, cuando encapuchados de negro sembraron el terror en una pacífica movilización alrededor de La Moneda, vandalizando los ventanales del edificio estatal que hace 50 años fue escenario de destrucción y además símbolo de lo que es capaz de hacer una ideología letal. 

11 S en Chile, una fecha para no pisotear la memoria de un socialista con mayúsculas como lo fue Salvador Allende, y como lo fue Víctor Jara, un artista universal y emblema del arte militante mundial, líder natural de generaciones tras generaciones para la resistencia, y como lo dijera él mismo, para tener el “derecho de vivir en paz”: una canción que une, que nos identifica y que nos enaltece. Y con una voz, la de Víctor, única, inconfundible, que nos despierta para seguir unidos. Para seguir vivos, junto a él, el que también vive entre nosotros y en cada uno de nosotros.

Un día, el de hoy, es para luchar. Solo luchar, como lo será el día de mañana, y el siguiente, y así hasta que no veamos más, esos nefastos y repulsivos rastros de esa ideología letal, que estremeció Chile, y que estremeció al mundo entero.

Es hora y momento de luchar, insisto, solo luchar, segundo a segundo. Cada uno en su trinchera, estrechando fuertes lazos con los compañeros chilenos. Hoy y siempre.

Foto: La Gaceta