Viernes 26 Abril 2024

Está condenado por crímenes de lesa humanidad y pidió ser liberado

Por Alejandro Diaz-6 de diciembre de 2022

Durante algunas largas horas se extendió la posibilidad de que Alfredo Astiz, el ángel de la muerte de la ex ESMA -condenado por crímenes de lesa humanidad- quedara en libertad luego de un pedido realizado por sus abogados defensores. Pero finalmente, el Tribunal Oral Federal n°5 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, negó el pedido, y el represor continuará su condena a cadena perpetua en la cárcel de Ezeiza.

Los abogados del represor habían presentado ante el Tribunal un recurso solicitando la excarcelación del capitán, quien tiene en su prontuario, el haber entregado a las Madres de Plaza de Mayo, Azucena Villaflor, María Ponce de Bianco, Esther Ballestrino de Careaga y al resto de los 12 de la Santa Cruz, en lo que fue uno de los hechos más aberrantes de la etapa militar de la dictadura cívico, empresarial y eclesiástica, en Argentina.

Según los abogados defensores, Astiz lleva más de 20 años detenido, lo que implicó que pudo acceder al beneficio de la libertad condicional, y para acceder a esto, también reclaman que no sean tenidos en cuenta los informes del Servicio Penitenciario Federal, sobre la capacidad de Astiz de reinsertarse socialmente. Por su parte el fiscal Filippini, pidió a los jueces que no den lugar al pedido por la defensa, por considerar que los cálculos del tiempo de condena son erróneos.

“Bajo las particulares circunstancias que la rodean, entendemos que no corresponde hacer lugar a la soltura peticionada”, sentenció el fallo emitido por los jueces Adriana Palliotti, Fernando Canero y Daniel Obligado, quienes en su fallo agregaron: “Más allá de coincidir con lo expresado por mis colegas preopinantes en cuanto a su postura y fundamentos, no debe soslayarse que nos encontramos frente a una persona que fue condenada por sentencia firme y confirmada por todas las instancias revisoras de la República Argentina, en virtud de la comisión de crímenes que atentan contra la humanidad”.

También aclararon que “en el caso de crímenes de lesa humanidad, el fin de la pena podrá ser la resocialización, pero también, cabe la prevención general, pues el Estado debe evitar la impunidad que favorece la repetición de los hechos y la indefensión de las víctimas y sus familiares, (por lo que) el otorgamiento del beneficio solicitado y por las características propias del delito por el cual fue condenado el solicitante Astiz, implicaría una desnaturalización de los principios antes invocados”.

Recordamos que el represor tiene dos condenas, una firmada en el 2011 y confirmada por la Casación Penal, y la segunda firmada en noviembre de 2017, la que aún está a revisarse por el tribunal de segunda instancia.

El excapitán de corbeta, Alfredo Astiz, representó uno de los aspectos más tétricos de la dictadura, el de aquel predador que a sangre fría se mezcla entre sus víctimas fingiendo empatía y amistad, simulando dolor y compunción. Astiz, bajo órdenes de Jorge Eduardo ‘El Tigre’ Acosta –uno de los violadores seriales de la ex ESMA-, se infiltró en los movimientos de derechos humanos que buscaban desesperadamente a sus familiares que habían sido detenidos por el régimen militar.

45 años del secuestro y desaparición de los 12 de la Santa Cruz

Rubio, alto, de rostro limpio y de una familia prominente, Astiz, pasó meses infiltrado entre los familiares de los detenidos desaparecidos, y en particular entre los círculos de las Madres de Plaza de Mayo, ganándose su confianza, haciéndose pasar como Gustavo Niño.

“Caminaba en el medio de nosotras, nos agarraba del brazo, y nosotras éramos muy ingenuas, todavía somos un poco ingenuas”, dijo en su momento Norita Cortiñas. Incluso llegó a llevar a una detenida a quien presentaba como su hermana, para sostener la farsa. Esa mujer era Silvia Labayru, una de las primeras en denunciar los delitos de carácter sexual y sistémico que ocurrían en la ex ESMA, y no solo.

El 8 de diciembre de 1977, un grupo de tareas de la ex ESMA realizó una serie de operativos ilegales para secuestrar a los 12 de la Santa Cruz, un grupo de familiares, activistas y religiosos que se reunían en la iglesia del barrio San Cristóbal, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, para compartir informaciones, miedos, temores y esperanzas. Además de las Madres de Plaza de Mayo, fueron secuestradas las monjas francesas Alice Domon y Leonie Duquet, los familiares Ángela Aguad, Remo Berardo, Julio Fondevila, Patricia Oviedo, y los activistas Horacio Elbert, Raquel Bulit y Daniel Horane. Según se pudo reconstruir a partir de varios testimonios, el grupo permaneció secuestrado en la ex ESMA, bajo terribles torturas, poco más de una semana, para finalmente ser arrojados al mar en uno de los miles de vuelos de la muerte de la dictadura.

Aquel día de las detenciones, el represor, tal como lo hizo Judas más de dos mil años atrás, besó una por una a sus víctimas para marcarlas ante la mirada inquisidora de los grupos de tareas que seguían desde el perímetro la secuencia.

HIJOS en alerta

La organización de derechos humanos HIJOS, que aglutina a los descendientes de los detenidos desaparecidos durante el proceso militar, fue la primera en prender todas las alertas al conocerse la noticia del pedido de excarcelación. “El genocida Alfredo Astiz pidió ser excarcelado. Salir a la calle. Caminar suelto, como si fuera un vecino. Pero es un asesino del pueblo”, advirtió la organización en un comunicado a través de las redes sociales. Y afirmaron: “El único lugar para un genocida es la cárcel común”.

Este nuevo intento de liberar a un genocida, que nunca mostró un mínimo arrepentimiento, que nunca colaboró ni colabora con los procesos de memoria, verdad y justicia, pretendió volver a vivir entre sus víctimas, y pretendió volver a vivir entre las madres que traicionó.

A días de que en el país se despidiera a una de los grandes referentes en la lucha por los derechos humanos, Hebe de Bonafini, un sistema perverso pretende pavonear su impunidad nuevamente. Pero finalmente definió la justicia, negarle la libertad.

Mientras tanto, el grito de las Madres de Plaza de Mayo continuará haciéndose eco en las voces de quienes asuman su compromiso de no padecer indiferentes ante el poder, por más terrible que este parezca.

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*Foto de portada: diariopopular.com.ar