Domingo 8 Diciembre 2024

Setenta años después de la explosión de la primera bomba atómica, sigue existiendo una amenaza real

Por Aaron Pettinari-6 de agosto de 2022

"El coronel Tibbets, comandante del B-19 'Enola Gay', condujo el aparato a 8000 pies de altura, hacia el centro de la ciudad de Hiroshima. El armero puso en marcha el mecanismo de lanzamiento de la bomba. Luego apuntó al objetivo. La bomba cayó. Llevaba colocado un paracaídas que, mediante un aparato especialmente diseñado, se abrió como estaba previsto.

La bomba osciló, en su descenso hacia al suelo, colgada del paracaídas.

Las manecillas del reloj marcaban las ocho, con catorce minutos y cincuenta segundos.

La bomba estaba a 600 metros del suelo.

A las ocho y quince minutos había descendido otros cien metros, momento en que otros dispositivos inventados por los científicos activaron el encendido dentro de la bomba: los neutrones provocaron la desintegración de algunos átomos de un metal pesado, el uranio 235. Y esta desintegración se repitió en una reacción en cadena de velocidad asombrosa.

En un millonésimo de segundo, un nuevo sol se encendió en el cielo, con un resplandor blanco y deslumbrante.

Era cien veces más incandescente que el sol en el firmamento.

Y esta bola de fuego irradió millones de grados de calor contra la ciudad de Hiroshima.

En este segundo, 86.000 personas fueron quemadas vivas.

En este segundo, 72.000 personas resultaron gravemente heridas.

En este segundo, 6.820 casas fueron desintegradas y arrojadas – por la succión de un vacío de aire – a kilómetros de altura en el cielo, en forma de una colosal nube de polvo.

En este segundo se derrumbaron 3.750 edificios cuyos escombros ardieron. En este único segundo, los mortales rayos de neutrones y rayos gamma bombardearon el lugar de la explosión en un radio de un kilómetro y medio.

En este segundo, el hombre que Dios había creado a su imagen y semejanza, llevó a cabo, con la ayuda de la ciencia, el primer intento de aniquilarse a sí mismo.

El experimento resultó exitoso...".

Hoy es 6 de agosto del 2022. Y me vino a la mente este pasaje que leí en un libro de ficción para niños hace muchos, muchos años.

Se llama "El gran sol de Hiroshima", escrito por Karl Bruckner. Todavía estaba en la secundaria, creo.

Un libro que cuenta la historia de Sadako, una niña japonesa que sobrevivió a la explosión nuclear de Hiroshima en agosto de 1945.

La historia del hombre quedó profundamente marcada en esa fecha, cuando una bomba atómica fue lanzada sobre una ciudad por primera vez en un conflicto.

Evidentemente, sin embargo, no había sido suficiente.

Una segunda bomba fue lanzada sobre Nagasaki el 9 de agosto, poniendo fin, de hecho, a la Segunda Guerra Mundial, 6 días después, con la rendición incondicional de Japón.

Setenta y siete años después la locura del hombre no se ha detenido. De hecho, la proliferación de armas nucleares se ha desarrollado en todas partes del mundo.

Nueve son las potencias que las poseen: Estados Unidos, Reino Unido, Rusia, China, Francia, India, Pakistán, Corea del Norte e Israel.

De estos países, Rusia y Estados Unidos poseen los arsenales más grandes (el 90%), con 6500 y 6185 cabezas nucleares, respectivamente.

A la locura atómica de la humanidad (o mejor dicho de los poderosos) la acompañó una incontenible pasión por los conflictos.

Como si la Tercera Guerra Mundial fuera un juego.

El conflicto en Ucrania y la crisis de Taiwán son temidos porque en él se despliegan fuerzas como las de Estados Unidos, sus aliados de la OTAN, Rusia y China. Pero la tierra también arde a causa de las bombas en otros lugares.

La tierra de Palestina, en Gaza, está sangrando, porque Israel sigue masacrando y golpeando impunemente a todo un pueblo. Mujeres, niñas, niños y hombres se ven privados de la libertad de sonreír en su propia tierra. El bombardeo se prolongó durante toda la noche y ya se anunció que la operación "Breaking Down" durará al menos una semana.

Y esto sucede en el silencio culpable de Occidente, siempre inclinado y condescendiente con el estado sionista de Israel.

Recorriendo las páginas de muchos medios de información se puede ver que las nuevas armas atómicas, comparadas con las que pulverizaron Hiroshima y Nagasaki, son "más pequeñas", pero ciertamente no menos peligrosas.

Si se lanzaran bombas atómicas, toda la humanidad sería aniquilada. Algunos golpeados por la explosión; otros debido a las consecuencias provocadas por la onda expansiva; muchos más por la radioactividad y las terribles enfermedades que provocaría en las personas (en Europa todavía pagamos los efectos de Chernobyl), y el resto por el invierno nuclear provocado por las explosiones y el consecuente levantamiento de polvo, terremotos, etc.

En poco tiempo, muchas formas de vida en el planeta se extinguirían.

Y la humanidad se vería obligada a vivir en un mundo envenenado, donde la tierra ya no sería capaz de dar frutos y donde apenas llegaría la luz del sol.

El hombre sin memoria borra Hiroshima y Nagasaki como hechos lejanos que han ocurrido en el tiempo y finge no saber. El planeta sigue siendo destruido para continuar una loca carrera hacia la aniquilación.

Sin humanidad, sin vida. Sólo Silencio y Olvido.

--------------------

*Foto de portada: Antimafia Duemila