“Es la historia de un eterno perdedor, la de Giovanni Falcone” observa Nino Di Matteo. Su camino siempre fue muy empinado. Sobre todo tuvo que afrontar a los “enemigos internos”, que no eran otros que los del despacho de al lado. Luego, a los “enemigos externos”, comenzando por Cosa Nostra. Finalmente, como macabro corolario de toda su existencia humana y profesional, a esas “mentes muy refinadas” de cuya presencia tangible Falcone llegó a darse cuenta justamente al haber fallado el atentado de Addaura programado en su contra.
¿Por qué tuvo que pagar un precio tan alto y en todo sentido? No podía ser de otra manera. Y no lo decimos con la conciencia de hoy, sino ya con la conciencia de entonces. Si es cierto, como de hecho lo es, que en 1980 un nutrido grupo de Fiscales palermitanos escribieron y firmaron un documento en el que se quejaban de que se estaba asistiendo a una excesiva “mitificación de la mafia”. A 23 años del asesinato de Falcone, ocurrido con el atentado de Capaci, los magistrados del Distrito han vuelto a interrogarse sobre las razones que determinaron su aislamiento. Muchos son magistrados jóvenes. Muchos de ellos se pusieron la toga por primera vez precisamente al día siguiente del atentado de Capaci. Algunos, que vienen de aquella época, todavía están.
Y se le debe a Nino Di Matteo, que con lucidez y frialdad ha reconstruido esos hechos, el haber recordado la existencia de ese documento, del año 1980, que representa un precioso “ábrete sésamo” para aquellos que quieran saber lo que ocurrió y por qué ocurrió. Ayer por la tarde lo escuchamos (a Di Matteo) en el Aula magna de ese Palacio de Justicia en el que durante años han revoloteado los “cuervos” y los “Judas” que jamás llegaron a digerir el así llamado “protagonismo” de Falcone. Y, mientras hablaba pensábamos que hasta que la magistratura palermitana no encuentre el valor necesario para decir un radical “mea culpa”, cualquier reconstrucción a posteriori implicará inevitablemente un esfuerzo académico, que hasta incluso puede llegar a ser loable, pero seguirá estando siempre separado de la temperie que marcó la historia de esos años.
Y esa falta de “mea culpa” está dando a luz a los enésimos “monstruos” con los que el mismo Di Matteo se tiene que enfrentar hoy en día.
Cuánto se parecen a las “derrotas” en la magistratura sufridas por Falcone las derrotas actuales, siempre en la magistratura, sufridas por Nino Di Matteo.
Cuánto se parece a la abrupta entrada en escena de Francesco Cossiga, en aquel entonces Jefe de Estado, en contra de Falcone y Borsellino, la reciente conducta del penúltimo Jefe de Estado, Giorgio Napolitano, en contra del juicio de Palermo sobre la Negociación Estado-Mafia en el que Nino Di Matteo, junto a sus colegas, Vittorio Teresi, Roberto Tartaglia y Francesco Del Bene, representan a la parte acusadora.
Cuánto se parecen las calumnias proferidas en contra de Falcone sobre el atentado de Addaura y el silencio de tumba, de la magistratura y de las instituciones hasta sus más altos niveles, con el caso del trotil, que se sabe ya ha sido comprado por parte de los clanes mafiosos, destinado a hacer volar por los aires a Di Matteo y a sus hombres de escolta.
Lo que queremos decir es que el “pasado” de aquel entonces, en muchos sentidos, nunca pasó.
De hecho habría que reconocer que muchos magistrados de la época convivían alegremente con el fenómeno mafioso.
Además lo que hay que decir es que muchos magistrados no consideraban en absoluto que fuera una obligación de la magistratura “estar en contra de la mafia”.
Por ejemplo lo que también habría que recordar es que el primer y verdadero arrepentido mafioso, Leonardo Vitale, a principios de la década del '70, por decisión de los magistrados y de los policías, fue enviado al manicomio criminal de Barcellona Pozzo di Gotto, retrasando así, hasta la llegada de Tommaso Buscetta, el descubrimiento de cosas que no se tenían que descubrir en absoluto.
O habría que estudiar y explicar la increíble absolución en primer grado del trio mafioso Puccio, Madonia y Bonanno, arrestados con la pistola humeante en la mano luego del asesinato del capitán de carabinieri, Emanuele Basile, pero que así tuvieron todo el tiempo para poder escapar. O la repetición de una media docena de juicios por el asesinato del Juez Rocco Chinnici. Y podríamos seguir con la lista.
Y, una vez hundido el bisturí en el “pasado” de aquella época, habría que tener la fuerza intelectual para sacar conclusiones sobre la tremenda actualidad a la que estamos asistiendo en estos años.
¿Lograrán hacerlo los jóvenes magistrados de hoy en día? Hay que decir que fue de ellos, en esa Aula magna del Palacio de Justicia de Palermo, de quienes partieron los ensordecedores aplausos por las palabras de Nino Di Matteo.
Y, como es sabido, las buenas ideas, para abrirse paso entre tanta maleza, necesitan tiempo.
Esperemos solo que las buenas ideas no se concreten fuera del tiempo límite.
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