Sábado 5 Octubre 2024

FOTO1-157.2014.3UCRANIA: UN ARMA EN CONTRA DE RUSIA Y DE EUROPA
Por Giulietto Chiesa - 18 de Marzo de 2014
¿Nos estamos encaminando hacia una guerra fría, nueva, o hacia una guerra caliente? Y ¿de qué guerra se trata? Nadie habla de paz, y esto ya tendría que preocuparnos.
Al final del artículo presentamos un video extraído de Pandora TV.
¿Nos hemos encaminado hacia una guerra fría, nueva, o hacia una guerra caliente? Y ¿de qué guerra se trataría? Claro, nadie habla de paz, y esto ya tendría que preocupar a muchos. En cambio no es así: todos parecen ignorar el peligro. Pero, en el silencio casi general, hay quienes piensan en nuestro futuro.

Por ejemplo en los Estados Unidos está en curso la resurrección de los “sovietólogos”, es decir, aquellos que, aconsejando a Clinton, contribuyeron y no poco con el desmantelamiento de la URRS. Parece ser que en Washington hay una carencia de cerebros preparados en caso de necesidad, es decir, para el desmantelamiento, esta vez, de Rusia. En un artículo del New York Times, significativamente titulado “Porqué Rusia no puede permitirse otra guerra fría”, Anders Aslund y Strobe Talbott indican el camino para una “contención” más o menos blanda para la Rusia de Putin. Además, según ellos, no hace falta, porque al líder ruso ya lo consideran prácticamente difunto. Al menos desde el punto de vista político.
No es un optimismo aparente. Es la convicción de que los Estados Unidos ya han ganado también esta ofensiva. ¿Crimea pasará a ser rusa? Puede que así sea, pero Ucrania ya ha sido conquistada. Lo bastante para llevarla a la OTAN, es decir para hacer volar por los aires todo el sistema de seguridad europea llevando los misiles 300 km más adelante en dirección Norte y en dirección Este. Crimea será recuperada inmediátamente después, cuando tanto Putin como Rusia habrán sido ambos liquidados.
Hay quienes incluso especulan con la movida crimeana del Presidente ruso: pobre, no podía hacer otra cosa. ¿Porqué? Porque – escribe el New York Times – “la Bolsa de Moscú le estaba haciendo, mientras él apretaba sus músculos, un referendo hostil”. Mientras Putin mandaba a sus marines a reforzar la dotación de Crimea y la base naval de Sebastopol, el índice RTSI caía un 12% en pocas horas, en pleno pánico, llegando a provocar una pérdida de más de 60.000 millones de dólares, más de lo que costó la organización de las Olimpíadas de Sochi. El rublo en caída libre obligaba al Banco Central ruso a elevar la tasa de interés en un 1,5% para evitar una verdadera caída.
Naturalmente Aslund – que ahora es senior fellow del Instituto Peterson para las relaciones internacionales – usa el arsenal propagandístico de Washington, atribuyendole a Putin la intención de invadir Ucrania, algo que Putin ni siquiera ha tomado en consideración. En Washington usan muy seguido el artificio consistente en atribuir al adversario lo que ellos piensan. Rusia – que también persigue su propio interés y, por lo tanto, tiende a compactar nuevamente a su alrededor a la mayor cantidad de ex Unión Soviética que sea posible. Pero Putin ha repetido que sus intenciones y las de Rusia no incluyen la reconquista militar de ninguno de los Países ex URSS, por lo tanto ni siquiera de Ucrania. De hecho hay muchas cosas que confirman que Moscú habría preferido un referendo más suave del que fue decidido en Simferópol. Pero, ante la reacción de miedo de los rusos de Ucrania y de Crimea, después de la carnicería de la plaza Maidan, una línea dúctil habría provocado una extensa protesta no solo en Ucrania, sino en toda Rusia.
Dicho esto, para liberar el campo de la propaganda, hay que admitir que los números que ha brindado Aslund son reales. Los Estados Unidos tienen elementos decisivos, a nivel financiero y político como para negociar con Putin, en el caso que no quisiera ceder nada en lo que concierne los intereses de Rusia. En Washington saben perfectamente que las mayores compañías eléctricas de Rusia son estatales en su mayoría. Ponerlas en problemas significaría poner en crisis el presupuesto de toda Rusia. Al mismo tiempo todas las compañías rusas globalizadas cotizan en las Bolsas de Wall Street, Londres, París y Fránkfurt. Casi la mitad de los accionistas de Gazprom son norteamericanos (según la JP Morgan Securities) y el banco que custodia sus assets es el Bank of New York Mellon. Es la globalización, belleza, dice Strobe Talbott, ahora presidente del Brookings Institution. Todos los bancos rusos están asentados firmemente en el sistema financiero global. Así como lo es Rosneft, actualmente la primera compañía petrolera mundial.
Por lo tanto en Washington piensan que podrán castigar a Putin, en el caso que siga insistiendo, en varias formas. La Ucrania conquistada se convertirá en una nueva arma – energética – para atarle las manos. Casi la mitad de la exportación rusa está dirigida a Europa, y la tercera parte de la misma corresponde a gas y petróleo. Y todo esto pasa en gran parte por los oleoductos ex soviéticos que atraviesan toda Ucrania. Una Ucrania “norteamericana” significa que esas llaves de paso se pasan a ser norteamericanas. Claro está que Europa necesita del gas ruso, y en caso de que se cierren esas llaves de paso, tendrá que sufrir y no poco. Pero ¿acaso la señora Nuland no había dicho "fuck the EU"? Lo esencial es que cerrar esas llaves de paso significaría provocarle a Rusia una pérdida de 100.000 millones de dólares por año.
¿Podrá Putin mantener el nivel de consenso del que goza actualmente en Rusia, si llegara a pedirle a los rusos que se ajusten los cinturones y que reduzcan el consumo? Y ¿qué harán los oligarcas rusos que han realizado transferencias a los bancos occidentales de algunos trillones de dólares, que podrían ser secuestrados de improviso por los Estados Unidos, congelados por tiempo indeterminado para castigar a la Rusia indomable? ¿Se puede permitir Putin todo esto? La respuesta de Talbott es “no”.
Queda claro que será necesario prometerle algo a cambio a los europeos, que tienen todo que perder. Por ejemplo el gas natural noruego. Y el gas que los Estados Unidos y Canadá están comenzando a producir a partir de los esquistos bituminosos: gas a bajo precio, aunque sea terriblemente destructivo a nivel ecológico. Pero ¿qué importa? Obama ya partió a gran velocidad. Hay un nuevo “El Dorado” a pocos metros bajo tierra. Será suficiente para los próximos quince años, para garantizarle a los Estados Unidos una menor dependencia de la importación energética extranjera, y además, al mismo tiempo, para encadenar a toda Europa a los Estados Unidos.
Lamentablemente todo este gas primero tendrá que ser licuado, en el punto de origen y luego nuevamente gasificado, en el momento que llegue a destino. Se anuncian inversiones colosales. Pero ¿cuánto tiempo llevará? No menos de seis o siete años. Mientras tanto tenemos que saber que podrán llegar aumentos muy grandes en la factura del gas. Y un golpe para todas las empresas manufactureras europeas, alemanas inclusive.
¿Y Rusia? También se verá en problemas por un efecto espejo. Moscú tiene otro mercado que está esperando su gas. Más grande que el europeo. Es China. Pero también serán necesarios seis o siete años para que ese gas pueda llegar a destino.
Washington ha pasado a la ofensiva, caminando sin mucho cuidado. Por primera vez, desde la segunda guerra mundial un Gobierno europeo es abiertamente nazi. ¿Porqué se ha dado una aceleración de ese tipo? La respuesta no llega desde Washington: sobre los destinos de Occidente se asientan nubes muy negras. Hay que ganar antes de que llegue la tormenta. Así piensan. Después de ellos, el diluvio.
Fuente: ilmanifesto.it/loccidente-sanziona-chi
Extraído de: megachip.globalist.it
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