Lunes 29 Abril 2024

Carta abierta tras los hechos del 23 de mayo

Estimado fiscal Grasso, han pasado muchos años, usted también fue presidente del Senado, pero para mí seguirá siendo siempre un fiscal de la República.

Como bien sabe, a lo largo del tiempo hemos vivido importantes enfrentamientos, hemos compartido batallas, hemos participado juntos en conferencias hablando de la importancia de la lucha contra las mafias y la corrupción, contra los funcionarios de cuello blanco. También tuvimos discrepancias, con respeto a nuestros roles (usted como magistrado y yo como periodista), sobre ciertas metodologías que se llevaron a cabo cuando usted era fiscal jefe en Palermo o fiscal nacional Antimafia, pero nunca hemos sobrepasado la línea.

Siempre he tenido un gran respeto por su persona, consciente de ese vínculo de amistad que tenía con Giovanni Falcone, pero también por su historia personal.

Por usted, que fue juez a latere en el Maxiproceso contra Cosa Nostra, por usted, que trabajó estrechamente con Falcone en el Ministerio de Asuntos Penales de Roma.

Recuerdo cuando, durante una entrevista, me contó la historia del encendedor que le dio el juez Falcone cuando decidió dejar de fumar, rogándole que se lo devolviera si volvía a empezar.

Ese encendedor que lleva en el bolsillo de la chaqueta como símbolo personal en su memoria y que en estos días ha mostrado en televisión y también delante de estudiantes.

Ahora bien, después de haberlo seguido durante más de veinte años, hoy puedo decir que no solo estoy decepcionado, sino triste y enojado por su silencio cómplice con respecto a los hechos ocurridos el 23 de mayo pasado, donde los estudiantes fueron empujados y aporreados por una acción fascista que quería impedirles participar en el minuto de silencio frente al árbol de Falcone y por cuestionar la nefasta metodología de la Fundación Falcone que acepta que suban al palco figuras políticas que fueron electas gracias al apoyo de hombres indignos, condenados por delitos mafiosos, que tenían relaciones con los que querían matarlo y mataron a Giovanni Falcone.

No hace falta mencionar los nombres de Totò Cuffaro y Marcello Dell'Utri que el año pasado se esforzaron en hacer que fueran elegidos el actual alcalde de Palermo, Lagalla, y el presidente de la región, Schifani.

Sentarse junto a los enemigos de su amigo es una verdadera bofetada a la memoria de nuestros mártires (Giovanni Falcone, Francesca Morvillo, Vito Schifani, Rocco Dicillo y Antonio Montinaro) y no una expresión de desacuerdo con lo que se estaba haciendo.

Y no me responda demagógicamente que Giovanni Falcone respetó a las instituciones hasta el punto de haber aceptado el cargo en la oficina de Asuntos Penales del Ministerio de Justicia, y se sentó junto al ministro Martelli (de quien ya se habló en ese momento), dentro el Gobierno del senador Giulio Andreotti (que tenía relaciones con la Mafia).

Es bien sabido que Falcone usó su cargo en aquel gobierno para empujar a Martelli a dictar las normas antimafia que aún hoy son piedras angulares en la lucha contra el crimen organizado.

Sentarse al lado de ciertos personajes como hizo usted, que está jubilado y no tiene funciones institucionales, tiene un significado completamente diferente.

Volviendo a los hechos del 23 de mayo, quiero tranquilizarlo, con respecto a los temores contenidos en la ordenanza "fascista" dictada a menos de 24 horas de la movilización.

Nadie habría perturbado el momento más sagrado de la conmemoración, el de las 17.58, la hora de la masacre de Capaci. Pero sí se habría escuchado con fuerza el grito "Fuera la mafia del Estado", que retumbó en toda la calle al terminar el toque de trompeta, inmediatamente después de los aplausos. Un mensaje que debería hacer reflexionar a todos. Y que, por el contrario, todavía hoy hace temblar.

Usted estuvo presente en la calle Notarbartolo. No estuvo al lado de sus compañeros, de Lucía y Melillo, que al menos prefirieron no sentarse junto a los Lagalla y a los Schifani de turno. Usted estaba en el palco. Participó activamente en la lectura de los nombres de los caídos en Capaci, así como el de Paolo Borsellino, los policías de la escolta que murieron en via d'Amelio, y las víctimas de las masacres de 1993, de las que se cumple el trigésimo aniversario.

Y todo esto sucedía mientras, hasta momentos antes, jóvenes estudiantes y ciudadanos libres eran golpeados.

Incluso admitiendo que es posible que no haya visto lo que pasaba a menos de quinientos metros de ese escenario, no podemos aceptar su silencio después de todos estos días.

Sin embargo, debe haber visto los periódicos. Habrá visto las fotos. Alguien al menos le debe haber contado sobre esa vergonzosa acción de las fuerzas policiales. También habrá oído que se formularon preguntas parlamentarias al respecto.

No solo fui testigo ocular de lo sucedido, sino también sujeto activo ya que estuve entre los manifestantes que rompieron los cordones dispuestos para impedir la llegada al árbol de Falcone.

Es por eso que ha llegado el momento de que rompa este silencio ensordecedor, precisamente porque usted es uno de los testigos que habla con los jóvenes y cuenta la historia de Giovanni Falcone.

Hoy, ante lo sucedido ¿qué diría de ese encendedor de Falcone, que con tanto orgullo guarda?

Al no poder hablar, permanecería apagado, porque así se traiciona la memoria de Falcone.

A la espera de su respuesta, ya sea pública o privada, permítanos discrepar con el silencio 'omertoso' que nos duele y que hiere, sobre todo, a las jóvenes generaciones.

Imagen de portada: Paolo Bassani