Viernes 26 Abril 2024

Y las ataduras de la memoria

La última dictadura cívico-militar en Uruguay comenzó en 1973 y, además de instaurar un acérrimo régimen de control sobre la población en busca de grupos de oposición considerados como subversivos, modificó profundamente la educación, tópico sensible en nuestro país que actualmente incorpora nuevos cambios.

Según números oficiales y un artículo de La Diaria, fueron 116 los uruguayos muertos por los mecanismos del terror que desplegó la maquinaría del régimen: secuestros, torturas y asesinatos. Además, el número de presos políticos asciende a 6.000 y 192 personas continúan en calidad de desaparecidos, sin pistas sobre su paradero y con agrupaciones de la sociedad civil que aún bregan para ubicarlos.

En medio de este panorama, la educación pública y privada sufría cambios en profundidad: fue afectado su presupuesto, se destituyeron más de 5.000 docentes, hubo una reducción en los fondos destinados a la investigación científica y se modificaron programas de estudio censurando temáticas puntuales y autores determinados.

Se implementó el Plan 1976 que planteaba el objetivo de formar a un nuevo ciudadano para la solución final del “problema subversivo” que generó “el marxismo”, apoyada fuertemente en valores y principios propios de la ideología y ética militar en lo pertinente a la instrucción: el patriotismo, el culto a las tradiciones, la unión familiar, el orden y la disciplina.

Más allá de lo estrictamente formativo, la vestimenta también cambió. Los docentes debían usar corbata, camisa y traje o guardapolvos monocromáticos para las mujeres. En el caso de los estudiantes, el mandato era procurar no tener el cabello largo y acudir al centro con el uniforme completo: las mujeres, un jumper azul hasta la rodilla, camisa blanca de manga larga, medias azules hasta la rodilla y zapatos negros; los varones, saco o campera azul marina, camisa celeste o gris y zapatos negros. Debajo podían usar un buzo o chaleco azul, ambos debían usar corbata roja.

De esta manera los cambios llegaron al departamento de Colonia. El docente e historiador Sebastián Rivero afirmó, en un artículo sobre la historia del liceo de Colonia del Sacramento, que algunos docentes eran reportados como enfermos y no volvían a aparecer. Dos casos puntuales ejemplifican los abusos de la dictadura en este periodo de nuestra historia: por un lado, Nibia Sabalsagaray, docente de Literatura proveniente de Nueva Helvecia, fue torturada y asesinada en el 74. Por otro, Aldo Perrini sería asesinado en el Batallón de Infantería 4, en el mismo año.

Sin embargo, al margen de los libros, la ropa y las aulas, la “máquina”, como le llamaba Eduardo Galeano, también se propuso controlar algo acérrimo del ser humano, una de los bienes más íntimos en su haber: la memoria.

Luego del retorno democrático, Julio María Sanguinetti impuso una impronta determinada sobre la aproximación a los hechos ocurridos en ese periodo: llamó a “mirar hacia el futuro” y “no tener los ojos en la nuca” para poder avanzar. El olvido y el silencio aparecían como ideas principales.

A partir de ese entonces, afloraron testimonios y denuncias sobre los sucesos ocurridos en el pasado reciente y los gobiernos comenzaron a interesarse y comprometerse con la temática, sobre todo a principios del 2000. José Pedro Barrán, docente e historiador, fomentó como vicepresidente del Codicen la inclusión del tema en los programas de primaria, abriendo un debate relacionado con la laicidad y la necesidad de dejar “fuera de las aulas” lo político-partidario.

En este sentido, esté o no incluido en programas oficiales, sea o no un tema recurrente en la mesa familiar, es mandatario reconocer y recordar este sangriento pasaje de nuestra historia como país para no estar condenados a repetir los mismos errores, traer justicia y paz a quiénes aún todavía no la obtienen y, de alguna manera, acercarnos como sociedad al permitir que la herida cicatrice.

No podemos permitirnos más olvidos ni silencios, perjudiciales no solo para las nuevas generaciones sino también para las víctimas.

Foto: Sitios de Memoria

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