Lunes 29 Abril 2024
Mario Mingolla Montrezza, del Batallón de Inteligencia 601 fue detenido en Buenos Aires
 
Por Alejandro Diaz-27 de julio de 2022

Días atrás, Interpol, capturó en Buenos Aires, Argentina al represor, narcotraficante y supuesto religioso, Mario Mingolla Montrezza, uno de los agentes de inteligencia del Batallón 601, que operaban en el extranjero durante la etapa militar de la dictadura cívico, empresarial y eclesiástica que impuso el terrorismo de Estado, no solo en Argentina. El represor, cumplió funciones especialmente en Honduras, en El Salvador y en Bolivia, donde formó parte del escuadrón de la muerte del genocida nazi, Klaus Barbie. Mingolla, fue condenado en Brasil por narcotráfico en 1987. Estando preso se sumó a un culto, supuestamente religioso, donde continuó prestando sus servicios hasta el día que fue detenido. Tenía orden de captura internacional a pedido de la justicia española, por una serie de fraudes investigados en Madrid y en Valencia.  

Hace tan solo algunos días atrás, en Rosario, los jóvenes de Our Voice, presentaban una intervención artística donde, haciéndose eco de las denuncias del diputado Carlos Del Frade, decían que “el 24 de abril de 1978, -en la zona franca boliviana del puerto de Rosario- el almirante Massera y sus amigos esperaban el primer gran cargamento de cocaína”, procedente de Bolivia. Una afirmación que reclama un análisis profundo sobre el tema, respecto a la real naturaleza de ciertos sectores dentro del aparato represivo de las dictaduras latinoamericanas. Sectores que desde estructuras de poder internacional infiltraron los organigramas del Estado y desde allí ayudaron a estructurar la criminalidad organizada transnacional en la región, como la conocemos hoy día. Sectores y grupos de tareas, compuestos por agentes de inteligencia de varios países, y cuando no espías, que fueron mucho más que torturadores y autores de desapariciones de militantes políticos. Estos agentes fueron, y son, terroristas, narcotraficantes, mercenarios, golpistas, asesinos selectivos, siempre al servicio de un poder que permanece en las sombras y que usa a estas bandas de chacales -como supo autopercibirse el capomafia Toto Riina-, cada vez que se necesitaba torcer el curso de algunas historias. 

En la madrugada del pasado 7 de julio, un grupo de agentes de la Policía Federal Argentina, cumpliendo tareas operativas para Interpol, esperó durante toda la noche que se abrieran las puertas del Monasterio Nuestra Señora de Fátima, en la localidad bonaerense de General Rodríguez. El monasterio, dependiente del Vaticano, es el mismo donde el exsecretario de Obras Públicas del kirchnerismo, José López, fue capturado en junio de 2016, mientras descargaba bolsos con más de 8 millones de dólares en efectivo, en una situación nunca esclarecida. A primera hora, se abrió el portón y los días de libertad del represor Mingolla llegaron a su fin.

Mario Mingolla Montrezza, también conocido como “obispo Valerian”, pertenece al culto de la Iglesia Ortodoxa Bielorrusa Eslava, por lo que no se entiende exactamente porque estaba en un monasterio católico. Sí es cierto que, este culto fue sospechado en reiteradas ocasiones de estar vinculado con organizaciones criminales y numerosas actividades delictivas, sobre todo en Europa. Pero mucha agua tuvo que correr por debajo del puente antes de que se despertara la vocación sacerdotal del represor. 

A fines de los 60, el Ejército argentino, creó el Batallón 601, un cuerpo de inteligencia que estaría completamente alineado a la metodología del Plan Cóndor, y que desarrollaría una función crucial dentro de la lógica represiva de la dictadura. Dentro del 601, se conformó un grupo, aún más selecto, que fue el Grupo de Tareas Exterior (GTE), que en la práctica fue un comando de elite, que impulsó matanzas selectivas, golpes de estados y otros crímenes especialmente graves cometidos más allá de las fronteras del territorio.

Mario Mingolla, siendo civil, y teniendo un pasado en la Concentración Nacional Universitaria (una facción de extrema derecha), se vinculó a la Triple A, en primer lugar y luego fue reclutado por el Batallón 601. Hacia 1979, se instaló en Honduras, donde colaboró, bajo órdenes del teniente coronel José Osvaldo Riveiro y el mayor Santiago Hoya, en la instauración del Batallón 3-16, que sería uno de los brazos armados del genocidio en Centro América, financiado por la CIA.

El desempeño del “obispo”, le valió un traslado a Bolivia, donde bajo órdenes del criminal de guerra nazi Klaus Barbie y el mafioso italiano Marco Marino Diodato, organizaron los escuadrones de la muerte que trabajaron para el Golpe de Estado dado por el general Luis García Meza y el coronel Luis Arce Gómez, en completa sintonía con Roberto Suarez, “el rey de la cocaína”. Esta vinculación no se limitó a la financiación y al pago de sobornos, por el contrario, como denuncia Del Frade, los grupos tareas, los comandos de espías, trabajaron de manera organizada en la construcción de redes delictivas abocadas al tráfico de estupefacientes. Una historia repetida en otros puntos del planeta. 

A fines de 1982, la situación en Bolivia es un tanto inestable. Los distintos grupos de poder operantes en el lugar -que incluye a militares y narcotraficantes locales y colombianos, así como nazis, neofascistas, mafiosos, y agentes de inteligencias de varios países- se disputan el territorio y lo que se convertiría en un rio de oro blanco, como lo supo titular el escritor italiano Antonio Nicaso, al gran negocio de la cocaína. En este contexto Mingolla cae brevemente en desgracia y queda preso de la breve presidencia de Hernán Siles Zuazo. En esta transición el investigador Kai Hermann, realiza una serie de encuentros con Mingolla, mientras este estaba detenido, que sintetizara en un informe publicado en 1984*.

Mingolla cuenta sobre sus orígenes, y su formación en la “escuela de espías”, donde se especializó en formación teológica, con la intención de infiltrar los movimientos católicos y los circuitos en torno a los curas tercermundistas. También detalla, que en un principio fue entrenado por el ejército israelí, y luego por el norteamericano en la Escuela de las Américas. Deja en claro que, a partir de 1978, año en que se jugó el Mundial de Futbol en Argentina, muchas de las operaciones se trasladaron a Centro América.

Para ese tiempo, Klaus Barbie comienza reclutar gente en Europa y en América para preparar el golpe de Estado en Bolivia. Se pone en contacto con los agentes de inteligencia argentinos por intermedio del doctor italiano Emilio Carbone, quien trabajaba junto a Stefano Delle Chiaie, y con quien habían compartido actividades terroristas en Chile para derrocar a Allende. El cuadro se completa con la presencia de los representantes de la Secta Moon, quienes oficiaron como vínculo con la CIA.

Mingolla ya no tiene patria, trabaja para un sistema que tiene muchos tentáculos, que se turnan según la conveniencia. En 1983, envía un informe a la Argentina, donde realiza un detalle de las estructuras de inteligencia y otros grupos de mercenarios, que operan en Bolivia. Luego se pierde del radar, hasta que vuelve a aparecer en 1987, en Brasil, cuando es detenido con casi 400 kilógramos de cocaína. Las dictaduras estaban prontas a terminar, pero la estructura criminal organizada por los distintos agentes de inteligencia y criminales, continuaría operativa, hasta hoy. 

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(*) "Klaus Barbie: A killer’s career” (“Klaus Barbie: la carrera de un asesino”, ndt), publicado en el boletín n°25 de “Covert Action: Nazis, the Vatican, and CIA” (“Acción Cubierta: Nazis, el Vaticano y la CIA"), en 1984  

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*Foto de portada: tiempoar.com.ar