Jueves 2 Mayo 2024
Hace 72 años los soviéticos entraban en Birkenau
El genocidio salió a la luz, pero otros siguen en el olvido
 
Por Karim El Sadi y Jamil El Sadi-27 de enero de 2022

El 1º de noviembre del 2005, en el Palacio de Cristal, sede de la ONU, mediante la resolución 60/7, la Organización instituyó el día de la Conmemoración de las Víctimas del Holocausto. La fecha elegida fue el 27 de enero, día en el que, en el lejano 1945, las tropas del Ejército Rojo, nunca suficientemente recordadas por la opinión pública occidental, involucradas en la ofensiva antinazi hacia Alemania, liberaron el campo de concentración de Birkenau (Auschwitz). Cuando los soviéticos abrieron las puertas del campo, todos los reclusos fueron liberados: judíos (incluidos mujeres y niños), eslavos, romaníes, disidentes políticos, homosexuales, comunistas y muchos otros. Su liberación permitió al mundo conocer por primera vez los horrores que los nazis cometieron entre esos muros y los de los demás campos repartidos en Alemania y Polonia, como los de Belzec, Sobibor y Treblinka. 

Con el avance de los soviéticos por un lado y de los aliados por el otro, los campos fueron abandonados pero los nazis intentaron enterrar los crímenes que cometieron en estas fábricas de muerte prendiendo fuego y enterrando pruebas. En vanos intentos. Porque las atrocidades igual salieron a la luz. Se estima que alrededor de 15 millones de prisioneros fueron retenidos en los campos durante los años del nazi-fascismo. El descubrimiento de Auschwitz y los testimonios de los sobrevivientes revelaron plenamente el horror del genocidio nazi por primera vez en el mundo. 

En Nuremberg, los miembros de las SS y todos los líderes del Tercer Reich fueron condenados a muerte, como Hermann Göring o Heinrich Himmler (en la foto), el número dos de la Alemania nazi que traicionó cobardemente a Adolf Hitler al intentar negociar la rendición con los aliados. 

Hoy la televisión, los diarios, las universidades y las escuelas conmemoran el horror del genocidio judío con imágenes, reportajes, programas y películas (como la legendaria "La vida es bella" de Roberto Benigni). Iniciativas sacrosantas, necesarias, imprescindibles. Es preciso recordar para evitar que lo que sucedió en los años del nazi-fascismo vuelva a suceder en el futuro. Como ciertamente debemos subrayar, la excepcionalidad del Holocausto que ve por primera vez un genocidio teorizado, regulado e implementado por un estado soberano.

Pero creemos que es justo, sobre todo hoy que la sensibilidad de la opinión pública parece haberse acentuado por fin en varios temas sociales, aprovechar la conmemoración de este día para recordar los otros genocidios o limpiezas étnicas que se produjeron durante el siglo pasado, y también en este, pero que, sin embargo, fueron olvidados por los medios y la política.

Es el mismo discurso pronunciado, recientemente, por el actor e intelectual judío Moni Ovadia, quien para el Día de la Memoria organizó una serie de eventos en Ferrara dedicados a la memoria de la Shoah, pero también al genocidio de los tutsis en Ruanda, a la cuestión kurda y al exterminio de los grupos romaníes. 

Ovadia fue duramente refutado por la Comunidad Judía de Ferrara que afirmó que "el riesgo del Festival es que se produzca un efecto de banalización, dilución y espectacularización de una tragedia que es única en términos de finalidad, tanto numérica como territorialmente, en cuanto a modalidad y ferocidad científica". Ovadia, con razón, respondió que no hay "jerarquía de víctimas, exterminios y dolor", y que "cada genocidio es una tragedia en sí mismo con sus propias características, pero hay que hacer un esfuerzo para evitar el 'celebracionismo'".

La observación es correcta. Y, de hecho, para captar el significado de este día, también es necesario recordar los otros genocidios que mancillaron el siglo XX. Comenzando con los nativos de América del Norte, donde hubo de 55 a 100 millones de muertos en cuatro siglos. Pasando por el genocidio armenio, "el pueblo mudo", perseguido en la época del Imperio Otomano a principios del siglo pasado con 1,5 millones de muertos. O del genocidio de Anfal contra los kurdos en Irak con 182 mil muertos. O el de los casi 4 millones de ucranianos que murieron de hambre a causa de la colectivización agraria ordenada por Stalin.

Hasta los tiempos de hoy con el genocidio silencioso de los uigures en China. Y luego nuevamente las masacres de cientos de miles de hombres, mujeres, niños, ancianos que se pueden contar en India, Camboya, Japón, Indonesia, Madagascar, Congo, Guatemala, Timor Oriental y muchos otros, que fueron anteriores, contemporáneos y posteriores a la Shoah judía. 

Cada uno con su propia historia. Cada uno con su propia tragedia. Pero todos deberían ser conmemorados. Todos deberían ser recordados. Porque debemos ser capaces de lidiar con el pasado como lo hizo Alemania cuando reconoció sus errores y erigió monumentos en memoria de judíos, romaníes y antifascistas. 

No se puede decir lo mismo de Italia, donde la política primero usa la kipá y luego le hace un guiño al fascista (como los de la Liga y Forza Italia). Y no solo eso. Italia es uno de los países de la OTAN que está entre los principales aliados de Israel, otro país manchado de sangre. Y aquí es donde nos gustaría desarrollar nuestra segunda observación en este día histórico, centrándonos en Israel.

Cuando se habla del Día de la Memoria, quienes se preocupan por los derechos humanos no pueden apartar la vista de lo que sucede al otro lado del Mediterráneo: una población indígena, los palestinos, aplastada durante más de 70 años por una colonización militar fascista, hija de una ideología política colonial, el sionismo. En Palestina, como hemos dicho varias veces, se está produciendo un genocidio, o si queremos usar las palabras de uno de los principales intelectuales israelíes, Ilan Pappè, una "limpieza étnica". Ciertamente no podemos comparar lo que les pasó a 6 millones de judíos en Europa con lo que todavía les está pasando a los palestinos, incluso si los judíos alemanes Anna Harendt (autora de "La banalidad del mal" sobre el juicio de las "SS" en Jerusalén) y Albert Einstein habían aventurado similitudes muy fuertes en el momento de las masacres de Haganah (el ejército israelí en los años '40) en las aldeas palestinas. Pero tampoco podemos ignorarlo cuando celebramos este día que sobre todo quiere recordar a los seis millones de judíos internados en campos de exterminio. Hoy el Estado judío  como se definió Israel en 2018, el "Estado-nación" de los judíos con una ley segregacionista y nacionalista que excluye efectivamente, como la Sudáfrica pre Mandela, a una parte de la población, en este caso el 20% de árabes- está cometiendo crímenes que ciertamente no enorgullecerían a los caídos en los campos de Birkenau o Belzec. Se trata de crímenes que hacen un guiño a determinadas políticas o ideologías propias del fascismo de mediados de siglo, como denunciaron Harendt y Einstein en una carta enviada al New York Times en 1948 (año del nacimiento de Israel) contra Menachem Begin, comandante de la organización paramilitar sionista Irgun y futuro primer ministro israelí.

"Las confesiones públicas del Sr. Begin no son útiles para comprender su verdadero carácter", escribieron Harendt y Einstein tras una visita de Begin a los Estados Unidos ese año. "Hoy habla de libertad, democracia y antiimperialismo, mientras que hasta ahora ha predicado abiertamente la doctrina del Estado fascista". Y siguen diciendo que "Entre los fenómenos más preocupantes de nuestro tiempo surge el relativo a la fundación, en el nuevo estado de Israel, del Partido de la Libertad (Tnuat Haherut), un partido político que en la organización (de la que Begin era líder, ndr), en los métodos, en la filosofía política y la acción social aparece muy relacionado con los partidos nazi y fascista". 

Las palabras de los dos intelectuales no son tan anacrónicas. La vena fascista ha alimentado a Israel desde sus inicios y lo sigue haciendo hoy con el actual gobierno de Naftali Bennett y antes el de Benjamin Netanyahu. Está claro que los hijos y nietos de las víctimas del nazi-fascismo han olvidado lo que se escribió en aquellos oscuros años en una de las puertas del campo de Birkenau: "Quien olvida la historia está condenado a revivirla". Todo el sentido en unas pocas palabras. Es la memoria la que nos hace libres. La memoria es la única capaz de romper de raíz las cadenas del revisionismo, del oscurantismo, de la violencia en todas sus formas. Y es la memoria la que nos salva del olvido. Por esto debemos celebrar el 27 de enero.

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*Imagen de portada: Reelaboración gráfica de Paolo Bassani