Sábado 18 Mayo 2024
Por Claudio Rojas, desde Chile-16 de diciembre de 2021

¿Cuál es la elección? Es una elección entre el pasado y el futuro. Ambos candidatos saben que estamos en graves problemas, pero reaccionan ante ellos de forma totalmente opuesta. Kast mira hacia atrás, ve la solución en la vuelta al pasado de Pinochet que todos conocen. El problema no es solo que él idealice ese pasado, el verdadero problema es que en la última década o dos el capitalismo global ha cambiado tanto que ese retorno solo puede llevar a una catástrofe. Todos conocemos la escena de los dibujos animados en la que el gato se acerca al borde de un precipicio y sigue caminando tranquilamente, sin darse cuenta de que no hay nada bajo sus pies; solo se cae cuando mira hacia abajo y se da cuenta de que no hay suelo firme debajo... Creo que Kast, el oponente de Boric, es como un gato sobre el precipicio: no se ha dado cuenta de cómo está cambiando nuestro mundo de forma dramática.

En Chile, la derecha ataca a Boric y a la izquierda con todas sus ramificaciones por querer “politizar la política”, mientras que Kast, promete solo libertad y progreso. Pero lo que se necesita hoy es precisamente una nueva visión política que pueda movilizar a la gente, no solo la administración de los expertos. Lo que ofrece Kast es como la cerveza sin alcohol o el café sin cafeína -una “política sin política” descafeinada-, mientras que Boric ofrece un verdadero café fuerte que se necesita en la política real.

Kast promete estabilidad mientras asusta al electorado con la incertidumbre y el caos si gana Boric. Aquí hace una clara trampa: el caos de los años de Allende fue causado por la movilización reaccionaria contra su gobierno. Hoy, en la era de la pandemia, el calentamiento global y el desorden social, es la vuelta a Pinochet lo que traería el caos, y son solo los cambios que propugna Boric los que nos dan la posibilidad de un futuro estable.

El pasado quiere volver, pero no un pasado amable, el pasado de una dictadura a través de las alabanzas del presente, el negacionismo, esa víbora que intenta negar los crímenes de antaño para repetirlos en el futuro, ese velo que cubre el altar del templo para ocultar los campos de concentración, las torturas, las humillaciones, el hambre, el intento de destruir la dignidad del ser humano, cubrir la desigualdad imperante y las injusticias de una sociedad.

Frente a él, un futuro joven, no el del pasado, un futuro que supera el pasado, que corrige sus errores, que no cae en la tentación del revivir y acepta el desafío de construir un futuro incierto que requiere de todas y de todos, que requiere de un diálogo que va más allá de depositar un voto, un diálogo que implica el respeto por la opinión de quien diverge, que se enriquece con la opinión que al diferir aporta.

Dos candidatos se enfrentan en este momento histórico: José Antonio Kast, representante de una extrema derecha dura que intenta cubrirse con el velo del olvido, un candidato que reivindica la dictadura, que llama al voto del fantasma supremo, “si Pinochet estuviera vivo, votaría por mí”, un candidato que llama al orden y seguridad de los dictadores, vengan de donde vengan.

Frente a él, Gabriel Boric, 35 años, y no rasguemos vestiduras, “es muy joven”, “es inexperto”, “se formó en las marchas”. Produce temor el que sea la generación sin miedo, la que no conoció en carne propia la dictadura la que asuma las riendas del país. Atacan la juventud aquellos que callan frente a la entronización de viejos patriarcas, candidatos a repetir el pasado, candidatos de promesas no cumplidas, candidatos del status quo y no del futuro.

Vemos cómo la ultraderecha intenta presentarse como una fuerza política ridículamente desideologizada o con mala memoria, lo que es inaceptable, porque esta ultraderecha de hoy representa a la derecha que en su forma de pensar y en su práctica política es antidemocrática y es tributaria de tradiciones que fundamentan su rechazo al pluralismo político. Es la derecha que en el pasado fue la principal defensa del autoritarismo totalitario y que disfraza en un anticomunismo obsesivo, tal cual lo ha expresado el propio candidato ultraderechista, la persecución y el encarcelamiento de quienes son calificados de activistas de izquierda, lo que no es otra cosa que la persecución también obsesiva del enemigo interno, para lo cual utilizan a las FFAA y a carabineros.

Este militarismo que aísla ideológicamente a las FFAA de la sociedad, de sus intereses y preocupaciones, implica que, en un momento de conflicto social, como lo fue la rebelión social de 2019, se manifieste el desprecio del militarismo por las instituciones democráticas, lo que quedó transparentemente en claro con las acciones y declaraciones de los mandos de carabineros, desautorizando a las autoridades del gobierno y con las acciones represivas brutales que cometieron en contra de la población, violando los derechos democráticos y los derechos humanos de las personas.

La ultraderecha, como lo repite su candidato, estima que estos hechos no existieron, a pesar de las constataciones hechas por organismos internacionales y nacionales, quienes constataron la gravedad de lo sucedido o a pesar de los asesinatos y del daño físico y sicológico que causaron en cientos de jóvenes, incluyendo a quienes aún están en prisión sin acusaciones que justifiquen el encarcelamiento. Para la derecha la explicación es la misma que por años dieron a los crímenes cometidos por la dictadura, que eran “inventos de los comunistas” o que, si existieron, solo fueron acciones aisladas e individuales de militares y carabineros.

Hoy, Chile se enfrenta a su destino y a la historia, la nueva historia, la de una sociedad que avance por el espinoso camino de la justicia social, del respeto a las mujeres, del respeto a la diversidad sexual, del respeto a quien quiere alimentar a su familia pidiendo un salario que así lo permita, una sociedad que permita que los sueños no tengan un techo de cristal que los limite, pero también que las familias tengan un techo bajo el cual cobijarse.

Este domingo cada chileno se enfrenta a su destino, cada chileno es libre de votar por quien desee, nadie tiene derecho a decirle a otro por quién votar, eso es democracia. Pero enfrentado a un momento histórico, cada chileno tiene derecho a expresarse libremente, y nos comprometemos, al igual que hace 51 años atrás.

La disyuntiva que enfrentamos los chilenos no es entre libertad y comunismo, como lo quiere caricaturizar la derecha; el dilema es entre el cambio y el estancamiento, entre un futuro para nuestras futuras generaciones o mantenernos sometidos al abuso, a las desigualdades sociales y económicas, a la corrupción, es entre la libertad, la democracia y el autoritarismo militar.

Esta vez no hay un dogma que proteger, el modelo económico diseñado y que nos impusieron a balazos en 1973, no es el dogma que debemos acatar por encima de todo, esta vez no se puede repetir el esquema en el cual los impulsores de estos dogmas y de las elites son los que esperaban ocupar cargos para profitar de ellos y luego entregarlos a otros en los próximos periodos de elecciones.

Esta vez el futuro gobierno de Boric tiene el desafío y el deber de respetar al pueblo que le llevará a la presidencia, porque ya no se trata de solo elegir un presidente sino de cambiar el modelo de país que ya no quieren las mayorías, respetando la voluntad popular, concretando las promesas que se le han hecho a los chilenos y chilenas con la verdad y sin tratar de imponerles nada.

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*Foto de portada: lamañana.uy