Sábado 18 Mayo 2024

En la capilla ardiente la despedida de los agentes que protegían a "Zu Vicé". "Nos ha dejado la persona que siempre luchó por la justicia y la verdad"

 "Fin del servicio para siempre. 'Monza 500' se ha ido al cielo". El corazón en la garganta, las lágrimas contenidas con dificultad, el inquebrantable sentido del deber. Transmisor en mano, los custodios de la Policía Estatal de Vincenzo Agostino comunicaron a la comisaría que se había completado el último servicio de protección al anciano padre de Nino Agostino, el policía asesinado junto con su esposa Ida Castelluccio el 5 de agosto de 1989. "Zu Vicé", como lo llamaban, murió el domingo en Palermo. Por la tarde se instaló la capilla ardiente en el hospital. Mucha gente acudió a darle el último adiós antes del funeral celebrado esta mañana por un inmenso Corrado Lorefice en la Catedral de Palermo. Entre estos no podían faltar los agentes de su escolta que lo protegieron durante años, convirtiéndose casi en su familia. Ángeles guardianes silenciosos que lo acompañaron allí donde fue invitado a presenciar el drama que lamentablemente sigue afligiendo a su familia desde hace 35 años.

La custodia de Vincenzo Agostino estuvo con él en las escuelas, en los tribunales, en las manifestaciones y conmemoraciones antimafia (a las que nunca faltó). Ella lo acompañaba en sus largos y agotadores viajes a las montañas de Castell'Umberto, en Nebrodi, donde cultivaba sus tierras. Y volvió a estar con él esta mañana en la Catedral, sosteniendo su ataúd.

Sus agentes de escolta fueron su segundo bastón de apoyo, después del de madera que siempre llevaba consigo. Eran su segunda familia, un hombro en el que apoyarse, en el que confiar y abandonarse a alegrías, dolores, recuerdos y esperanzas. Esto es lo que hizo Vincenzo y esto es lo que hicieron, y siguen haciendo, sus hijas y nietos. En la historia de la lucha contra la mafia ha sucedido que, entre los agentes de custodia llamados a proteger, a costa de sus vidas, la seguridad de las llamadas "personalidades" se crea con ellos una relación de estima y verdadera amistad que atraviesa la línea de formalidad entre la persona a proteger y las personas dedicadas a la protección. Esto ocurrió en el caso de Vincenzo Agostino. Sus ángeles custodios siempre estuvieron ahí, humana más que físicamente, en todos los momentos más significativos de sus últimos años de vida. Es decir, desde que, en febrero de 2016, el Comité Provincial de Orden y Seguridad le otorgó una escolta con dos agentes y un vehículo blindado.

Una decisión ciertamente difícil de aceptar, pero necesaria. Estos valientes hombres, en su mayoría de la histórica Oficina de Escolta de Palermo, estaban presentes cuando sólo unas semanas más tarde Vincenzo vería y reconocería, en un enfrentamiento al estilo americano, al hombre que fue a su casa para pedir información sobre su hijo Nino unos días antes de la emboscada. Era "Cara de Monstruo", como se lo llamaba entonces, que tanto le atormentaba el alma: Giovanni Aiello, un ex policía que la fiscalía general de Palermo cree que fue (murió en 2017) "un hombre de enlace entre Cosa Nostra y los sectores desviados de los servicios secretos". Así como uno de los sujetos que, según los arrepentidos, participó en el crimen de Nino e Ida. La escolta de Agostino vivió esto y más con él. Mucho más. Sufrieron con Vincenzo y se sacrificaron junto con Vincenzo y por Vincenzo. Una carga que estos servidores del Estado vivieron con honor hasta el pasado domingo cuando quien llamó no fue uno de ellos, sino la muerte. Estos hombres, de los que lamentablemente se habla muy poco, cumplieron su misión. Lo hicieron con dignidad y con el corazón destrozado por el fallecimiento de una persona que formaba parte de su vida diaria. E incluso antes, por la partida de otro familiar de una víctima de la mafia que no conoció la verdad y la justicia en vida.

El camino de vida que compartimos se puede comprobar en cómo uno de ellos, una vez que todos los familiares y amigos abandonaron la capilla ardiente, se quedó unos minutos más y acarició el cuerpo de Vincenzo. Fue casi como una vigilia. O quizás un servicio de acompañantes, el último. Tal vez. Una vez finalizado el acto, el mismo agente, junto a su compañero, regresó al vehículo blindado y notificó por última vez el fin del servicio de protección diario a la estación de policía. "Nos ha dejado la persona que siempre luchó por la justicia y la verdad", dijo, ahogando las lágrimas en su garganta. "Seguiremos avanzando por la verdad y la justicia. Estamos aquí para luchar contra el crimen y por la paz. Seguiremos luchando". Una pausa de unos segundos, un respiro profundo antes de volver a hablar. "El '310' volverá a estar en servicio para siempre. ¡Viva Vicente!". Al otro lado del transmisor una voz dolorida rompió el silencio que se había creado en esos segundos. "Aquí central. Recibido".

*Foto de Portada: © ACFB