Sábado 27 Abril 2024
No negó las culpas de Hamas y de muchos Estados árabes, pero invitó a los connacionales a que se concentraran sobre «su propio fardo de culpa». El fardoconsistía en el automatismo del pensamiento militarizado: «¿Los esfuerzos de un primer ministro tienen que tener como fin la paz o constantemente aspirar a que el país sea más fuerte, más fuerte, más fuerte, con el objetivo de ganar una guerra?»
Añadió que personalmente no podía más que leer los informes de sus generales: ¿Es posible que no hayamos aprendido absolutamente nada?” Para ellos existen solo los tanques y la tierra, el control de los territorios y los territorios controlados, la conquista de esta y de esa colina. Cosas que no tienen valor”. El único valor que había que buscar era el de la paz, a la que se puede aspirar con una condición: liquidando las colonias, restituyendo “casi todos, o todos los territorios”, dando a los palestinos “lo equivalente de los que Israel tendrá para si”. Devolver a Siria el Golán, a los palestinos parte de Jerusalén. Así habló el primer ministro de Israel, no un preconcebido enemigo del Estado ebreo y de su pueblo.
Parece que ha pasado un tiempo enorme desde estas palabras y ahora no son más que humo, como en el «Qohèlet». Entonces la oportunidad era imperativa, cercana. Apenas tres meses después se decreta la guerra «sin alternativas». Entonces Olmert parecía que escuchaba a los intelectuales contrarios a las soluciones bélicas: Tom Segev, Gideon Levy, Abraham Yehoshua que ha sido uno de los primeros que ha invocado en La Stampa los tres días de tregua.
Tres meses después se abre brecha de nuevo el pensamiento militarizado y el disenso disminuye. No quedan más que Segev, Gideon Levy, Yossi Sarid. Incluso Yehoshua considera vana una reacción proporcionada a los mísiles de Hamas “porque la capacidad de soporte y de resistencia de los palestinos es infinítamente superior a la de los israelitas”. La pregunta helada de Olmert, en septiembre, era la siguiente y vale todavía: “¿Qué haremos después de haber ganado la guerra? Pagaremos precios caros y después de haberlos pagado tendremos que decir al adversario: empezemos a negociar”. Según Olmert, Israel estaba en un cruce: “Durante cuarenta años nos hemos rehusado ver la realidad con los ojos abiertos (…). Hemos perdido el sentido de las proporciones”.
No son pocas las cosas que se intuyen, aunque se haya prohibido a los periodistas estar en el teatro de la guerra. Ese pasaje que vemos en las pantallas desde hace días, en la espalda del reportero, es prácticamente toda Gaza: no más de 40 km. de larga, 9,7 km de ancha. Con sus 360 km cuadrados Gaza es más pequeña que Roma y viven 1,5 millones de palestinos. Es inevitable que en una franja tan pequeña sean tantos los civiles que caen (la mitad de los muertos, según algunas fuentes). Es inevitable preguntarse si los que gobiernan Israel no persisten en la ceguera, cuando niegan que su guerra sea contra los civiles y que sea un desastre humanitario.
Israel tiene serias razones que aducir: los misiles de Hamas en las ciudades del Sur, desde hace años y a pesar de la retirada unilateral deseada por Sharon en el 2005, causan angustia y un cólera indecible, aunque no sean muchas las personas muertas. Pero hay cosas que no se dicen de quien se indigna con razón: cosas que esconden a ellos mismos, duras de admitir, que no corresponden a verdad.
No es verdad ante todo que el Estado israelita reaccione sin querer penalizar a los civiles. Apuntando a los lugares de donde parten los misiles de Hamas, sabe que Hamas y los misiles se desplazarán a otro sitio que en esos lugares no se quedarán más que los civiles: viejos, mujeres, niños. Lo dicen ellos mismos a los periodistas: «Cuando parte un misil cerca de nuestras casas, escuelas, mosqueas, sabemos que no sufrirá las consecuencias Hamas, sino nosotros». La pregunta es tremenda: ¿Cómo explicar a los habitantes de Gaza la diferencia con represalias que, como en Marzabotto, sacrificaron cientos de civiles en lugar de los militantes imposibles de hallar ?
Segundo: no es verdad que no existen alternativas al ataque aéreo y terrestre. Si la tregua con Hamas no ha funcionado es porque nunca inició de verdad. Porque los colonos se habían ido de la franja, pero Israel seguía controlando el territorio desde los cielos, el mar, las fronteras. El cese al fuego negociado en junio preveía la conclusión del lanzamiento de misiles palestinos pero también la remoción del bloqueo de Gaza, imputable a Israel. Los misiles han disminuido, aunque no hayan desaparecido: caían cientos de ellos entre mayo y junio, han caído menos de veinte en los 4 meses siguientes. Nada ha cambiado sin embargo en lo que se refiere al bloqueo.
Este es el “fardo de culpas” israelitas, que no es pequeño, y una vez más la geografía ayuda a comprender. Dice el gobierno de Israel que desde el 2005 Gaza pertenece a los palestinos, pero no ha servido de nada. También esto es falso, porque siendo que Gaza está privada de autonomía, no se le ha puesto a prueba. No le falta solo el control del aire, del mar. Hay seis puntos de pasaje que deberían permitir el tránsito de alimentos, agua, electricidad, hombres (a lo largo de la frontera con Israel el paso Erez al Norte, los pasos Nahal Oz, Karni, Kissufim, Sufa en el Este; en la frontera con Egipto el paso Rafah) y todos están cerrados. Para una miga como Gaza es imposible vivir sin relación con el exterior y están bloqueados desde que Hamas ha ganado las elecciones y ha roto con Fatah. También en este caso una población entera paga por los políticos y cuando el cardenal Martino habla de campo de concentración (otros hablan de prisión al aire libre) no está lejos de la realidad. Los túneles sirven para hacer contrabando de armas, es verdad. Pero también para transportar alimentos, medicinas, recambios industriales. El desastre humanitario en Gaza no empieza hoy. Ese millón y medio está ahí porque lo puso ahí el ejército israelí en 1948.
El castigo es la palabra clave en muchas guerras israelíes. Pero el castigo que recae sobre las masas civiles en realidad no castiga a nadie y alimenta la ira homicida en los contemporáneos y en los descendientes. Es una especie de venganza exhibida. Es una guerra terapéutica que libera de inhibiciones morales. No es solo feroz, sino también vana. Los misiles de Hamas siguen cayendo e incluso han ampliado el radio de acción: ahora ya caen en Beer Sheva (a 36 km de la central nuclear de Dimona) y en la base de Tel Nof (a 27 km de Tel Aviv).
Gaza y Cisjordania dependen más que nuncan la una de la otra. Lo que sucede en Cisjordania ha pesado amargamente en Gaza y pesa todavía. En este caso sí: no hay alternativa a la descolonización y a la retirada. También Israel, como muchos imperios, tiene que pasar por ahí. Tiene que dejar de separar los teatros de acción: de edificar nuevas colonias cada vez que negocia y cada vez que guerrea en otros frentes, en Líbano y en Gaza. Es lo que teme también hoy Dror Etkes, coordinador de la asociación israelita Yesh Din (voluntarios por los derechos humanos) : «Puedo certificar que precisamente en estas horas están allanando tierras en Cisjordania para una nueva colonia en Etz Efraim y para una avanzada en Kedumim». En un libro de Idith Zertal y Akiva Eldar (Lords of the Land, New York 2007) está escrito que la paz no se puede alcanzar si no se reconoce que cada colonia, y no solo las así llamadas avanzadas ilegales, viola la ley internacional; si no nos despojamos de la obsesión de las armas y de las tierras idolatradas, que el mismo Olmert ha denunciado hace pocas semanas.
La Stampa 11 de enero 2009.