Jueves 2 Mayo 2024

¿Quizás por alguna parte muchos protesten, pero los medios de comunicación no nos lo dicen?
¿Dónde están las manifestaciones, como las que en los años ´60 pedían el fin de la guerra en Vietnam? ¿Dónde están los jóvenes que se indignan, que protestan en masa, que rechazan los crímenes y la guerra deseando un mundo mejor?
¿Debemos creer quizás que años de manipulación mental han dado sus frutos domando incluso a las nuevas generaciones?
¿Quizás los jóvenes estén demasiado ocupados buscando amigos en Facebook? ¿Quizás las personas no quieren perderse un capítulo de los “Cesaroni” (programa Tv)?
¿O quizás creen que los militares estadounidenses, armados hasta los dientes, en realidad estén en misión de paz, o en misión secreta, que consistiría quizás en exportar hot-dog y coca-cola?
¿Los occidentales se han vuelto indiferentes ante los estragos cometidos por las potencias imperiales? ¿O quizás muchos no se enteran porque los noticiarios son bien cautos antes de dar a conocer o a entender?
¿Por qué las masas no protestan? ¿Creen que las masacres que se cometen en otros lugares no tengan que ver con los occidentales?
Sin embargo, el mismo grupo criminal que mata en las zonas de guerra crea “crisis” en occidente, es decir, nos hace cada vez más pobres al fin de que no nos entre en la cabeza la idea de organizar actividades “subversivas”, dado que tenemos que preocuparnos por la supervivencia.
¿O quizás se piensa que las guerras actuales estén “justificadas”, al contrario de las de ayer?
Evidentemente, ayer la motivación del “comunista tirano” se digería menos del actual “terrorista que mata por pura locura”.
En realidad, las guerras de ayer contra el enemigo “comunista”, o las de hoy contra el enemigo “terrorista”, han escondido y siguen escondiendo las paradojas del mundo a hegemonía de Estados Unidos. Un mundo que profesa de poseer instituciones democráticas que, después de un análisis profundo, no respeta para nada, basándose en la ley del más fuerte y en el más despiadado colonialismo, disfrazado de “democracia”.
Las autoridades norteamericanas dicen que tienen enemigos “terroristas”, pero después matan cínicamente poblaciones inermes; dicen que realizan “misiones humanitarias”, pero después condenan a millones de personas a morir de hambre a causa de sus políticas económicas, impuestas astutamente a través de instituciones aparentemente Internacionales (FMI, BM, WTO). La élite hegémónica no desea un mundo en el que la riqueza pueda estar mejor distribuida y no le gusta que los pueblos puedan tener voz en capítulo en cuestiones políticas y económicas. A este fin ha encontrado la fórmula para instituir una aparente “democracia”, que esconde y cubre el verdadero poder de naturaleza imperial.
El “terrorismo” se ha convertido en una coartada para cometer cualquier fechoría contra cualquiera que moleste el sistema.
¿Pero un niño de tres años puede ser terrorista? ¿Una mujer que está en su casa cuidando a su familia puede ser una feroz terrorista? ¿Y un anciano sin armas puede ser un terrorista que desafía la superpotencia imperial? ¿Se puede creer en todo ésto?
La verdad es que los bombardeos caen sobre la población. Toda la población afgana, como la iraquí, la sómalí o la palestina, es considerada “terrorista”, dado que lo que el grupo “estegocrático” (que ejerce el poder pero se esconde), entiende por “terrorismo” es el no estar dispuestos a vivir bajo la ocupación extranjera, vejados de distintos modos y privados de los medios necesarios para vivir una existencia digna.
El “terrorismo” se está demostrando un método eficaz para justificar guerras, masacres y genocidios, infundiendo miedo como se hacía en la infancia con el “lobo” o “el hombre negro”. Se nos dice que los grupos terroristas están al acecho, listos para matarnos.
En realidad no resulta que el “terrorismo islámico” haya causado muertos en Italia, mientras la mafia causa cientos de muertos al año y la medicina y farmacologías oficiales matarían al menos 80 personas al día. Sin embargo el enemigo más feroz, se nos dice, es el “terrorista extremista islámico”.
A este enemigo se le describe como insensato, feroz, irracional. El sistema, en otras palabras, juega la carta del enemigo obscuro, incomprensible, que tiene que dar mucho miedo porque está loco.
Como si, en cambio, bombardear sobre las personas inocentes fuese racional y civil.
La Casa Blanca ha hablado de un enemigo obscuro e indescifrable, una especie de demonio escondido que amenaza y mata por el gusto de hacer daño. El nuevo enemigo es un enemigo no descifrado, no delineado, tan solo vagamente, en las intenciones y en los motivos. Es el mal en si, una categoría que hay que precisar de vez en vez, pero que hace alusión al análogo concepto bíblico obscuro y místico. Este enemigo es llamado “terrorismo”.
En realidad era indispensable un nuevo enemigo, porque los “estegócratas” ya sabían que las políticas de globalización habrían generado un sistema político dictatorial, al que muchos se habrían rebelado. Esto es lo que emerge dramáticamente en los documentos del FMI y de la BM, en los que incluso las sublevaciones están previstas y decididas en el ámbito del “programa de reestructuración”. Joseph Stigliz observa: “Las hemos llamado sublevaciones del FMI”. En los documentos del FMI y del BM las sublevaciones populares forman parte del “programa” y están indicadas también las “intervenciones de la policía, los tanques, la represión”.
El premio Nobel por la paz Adolfo Pérez Esquivel, que ya ha hecho varias batallas en defensa de los derechos civiles, a propósito de las políticas que están a la base de la globalización, sostiene que la “liberalización” económica y la represión están estrechamente ligadas una a la otra.
Todo esto debía hallar una justificación en la “lucha contra el terrorismo”.
De esta forma las autoridades estadounidenses pueden justificar la enorme ayuda militar y financiera que dan a las dictaduras.
Es así que ha emergido una nueva “misión” contra una especie de monstruo, contra el que hay que combatir sin piedad porque de lo contrario destruiría los valores americanos. Este monstruo no puede ser “convertido” porque no es racional como se presume que sea quien combate contra él.
Algunos están convencidos de que el sistema actual sea racional. Ahora se ha vuelto de moda incluso aseverar que los blogger independientes que denuncian los crímenes del sistema serían “irracionales” (ya no saben que inventarse).
¿Y en qué consistiría esta presunta racionalidad del sistema? ¿Masacrar personas inocentes diciendo que se están matando “terroristas” sería racional? ¿Creer que se vive en una “democracia” cuando en cambio hay todas las características de la dictadura, sería racional? ¿Las torturas que se han cometido en Guantánamo y en otras cárceles son un signo de racionalidad? ¿Imponer un sistema favorable solo para pocos sería racional?
¿Cerrar los dos ojos ante los crímenes que han cometido las autoridades occidentales en el Tercer mundo sería racional?
¿Y si entre los muertos inocentes bajo los bombardeos estuviese vuestra madre, hermana, o alguno de vuestros hijos estaríais todavía dispuestos a defender a espada desnuda esta presunta impecable racionalidad?
Esta “lógica” que ve lo irracional donde lo que se quiere es desenmascarar la propaganda, daría escalofríos incluso a Orwell.
Los métodos de manipulación de las opiniones y de los comportamientos de las personas se manifiestan en aspectos no racionales, como el miedo.
La imagen del enemigo obscuro arraiga en muchos, que en vez de sublevarse y de protestar por la muerte de niños inocentes, casi lo agradecen. Se sienten protegidos. Cuando escuchan en el noticiario “muertos talibanes” o “descubierto atentado terrorista” se sienten aliviados. Piensan: “nos están protegiendo”, “están impidiendo que vengan a matarnos”. Ignoran que el grado de mistificación de la realidad ha tocado el máximo.
Por ejemplo ignoran que el extremismo islámico ha sido potenciado y financiado por las mismas autoridades estadounidenses que se sirvieron del gobierno paquistaní y de sus servicios secretos (ISI), para adiestrar 100.000 militantes islámicos, entre el 1982 y el 1992. Crearon los combatientes mujaheddin, que utilizaron en muchas guerras.
Fueron dados millones de dólares mediante los servicios secretos al fin de que el extremismo islámico se fortaleciese al punto de combatir en muchas partes del mundo. Las autoridades americanas hicieron publicar y difundir en las escuelas muchos libros que aclamaban al odio contra el Occidente. A este propósito, el “Washington Post” del 23 de marzo 2002 escribía:
“Estos manuales cepos de referencias al Jihad y de imágenes de fusiles, proyectiles, soldados y minas están a la base del programa escolár nacional. También los talibanes han usado libros publicados con dinero americano (...) Libros que han fomentado la violencia en una generación entera.
Las autoridades estadounidenses iniciaron en el 2000 medidas contra Afganistán. El “Toronto Sun” escribía el 4 diciembre del 2000: “Los Estados Unidos pusieron en acción contra Afganistán, devastada por la guerra, un embargo parecido al de Irak, en un momento en el que una buena parte de los dieciocho millones de habitantes del país estaba sin un techo y se estaba muriendo de hambre”.
El embargo y las operaciones militares de los EEUU tenían el objetivo de destruir y plegar el país para poder controlarlo. El embargo perjudicaba a la gente común y no a los Talibanes. Murieron al menos tres millones de personas, de los que muchísimos eran niños. En Afganistán los americanos estaban practicando los mismos métodos de exterminio de civiles practicados en Vietnam, en Camboyia, en Irak y en muchos otros países. No se combatía contra el “terrorismo” sino contra el “pueblo”, haciéndole pasar hambre, bombardeándolo y privándole de la posibilidad de tener una vida normal.
No todos saben que la intervención bélica en Afganistán del 2001 fue efectuada porque las autoridades estadounidenses querían restablecer la producción de droga, que había precipitado después de los acuerdos que los Talibanes habían sancionado con la ONU en el 2000. La ONU había impuesto la prohibición de cultivar las amapolas. Con la victoria de los EEUU, la producción de droga pasó del 1,4 % (2001) de la producción mundial, al 78% (2003). Alcanzó casi los niveles record de 1999 (79%). Los EEUU pusieron en el gobierno a Hamid Karzai, un ex agente de la CIA, que había trabajado en Afganistán en el periodo en el que la UNOCAL estaba tratando con los Talibanes para la construcción de un oleoducto.
Y no muchos saben que las fuerzas de la OTAN han despachado los muertos civiles por Talibanes. Peace Reporter ha documentado que algunos de los fusiles eran colocados encima de los muertos para hacerles pasar por Talibanes: La aviación bombardea las aldeas donde se piensa que haya Talibanes. Dejan soltar artefactos de 500 libras, que de seguro no distinguen entre combatientes y civiles. Después del raid aéreo intervienen en el lugar las fuerzas especiales para comprobar el resultado del ataque y redactar un informe para el comando... Estas patrullas se llevan siempre detrás una bonita escolta de kalashnikov incautados en otras ocasiones y los ponen al lado de los civiles. Sacan una bonita foto y es así que esos muertos se convierten en talibanes en el informe. El sistema lo han inventado los estadounidenses, cansados de ser siempre objetos de acusaciones por los así llamados “daños colaterales”: con estas puestas en escena y con las pruebas fotográficas saben que pueden salir libres de cualquier acusación. Pero ahora han aprendido a hacer lo mismo también los británicos y los canadienses. Aunque dicha práctica se está demostrando estratégicamente contraproducente, porque la población local, que en el pasado no apoyaba mínimamente a los talibanes, prefiere ir a combatir con ellos por venganza o simplemente porque tanto, si deben morir igual, mejor morir en batalla... “Muertos 50 talibanes aquí, 90 talibanes allí”, en realidad se trata siempre de civiles despachados como talibanes con el jueguito de los fusiles ubicados cerca de los cadáveres... La OTAN bombardea sin descanso, de día y de noche... Disparan a todos, sin mirar si son civiles o Talibanes”.
Y no muchos saben que incluso el concepto de “terrorismo” no está todavía bien definido con claridad ni en la legislación americana ni en la europea. Las autoridades europeas y americanas citan muy a menudo el término “lucha contra el terrorismo”, sin dar una definición clara y unívoca. El quedar en la ambigüedad hace posible la falta de distinción entre terrorismo y protestas de los civiles contra gobiernos injustos o contra la ocupación extranjera. Esta distinción tendría notable importancia para la tutela de los derechos humanos.
Incluso los movimientos sociales que denuncian crímenes e injusticias en muchos países del mundo pueden ser etiquetados como “terroristas” o “antiamericanos” y acusados de ir detrás de una especie de “teoría del complot” en contra del poder “libre y democrático” de los EEUU. De esta manera se ofuscan peligrosamente las tentativas de defensa de los derechos humanos y se intenta criminalizar a quien denuncia el crimen y no a quien lo comete.
El término terrorismo se asocia siempre al problema de la pobreza, lo cual esconde no pocas insidias para los pobres. Las sublevaciones y las protestas de la gente desesperada no tienen nunca como fin el matar a alguien, bien si el de obtener los medios para la supervivencia o una sociedad más justa. El poder, si no quiere conceder nada, define toda protesta un acto terrorista, para criminalizar las protestas y tener un motivo más para defender la “seguridad”. El concepto de “seguridad” se repite de forma obsesiva, para justificar la ausencia de libertad y el control continuo de los civiles por parte de las fuerzas armadas.
La importancia de distinguir el terrorismo de las rebeliones en contra de las ocupaciones extranjeras o de los gobiernos injustos es fundamental para la tutela de los derechos humanos. Sin embargo esta distinción no se hace a fin de consentir a las autoridades occidentales que puedan intervenir donde quiera que sea para reprimir a las poblaciones, dándoles la posibilidad de decir después que se trataba de “operaciones para combatir el terrorismo”. En realidad estas represiones, bombardeos, masacres y controles- son ya de por si operaciones terroristas.
Con el pretexto de la lucha contra el terrorismo las fuerzas armadas americanas se han vuelto la más potente máquina de guerra con licencia de enfrentarse contra cualquiera, inclusive contra el mismo pueblo americano.
Y si los italianos se rebelasen contra la ocupación militar estadounidense o contra el sistema inicuo que empobrece cada vez más sufrirían el mismo trato que los afganos y los iraquíes y los crímenes se llamarían “lucha contra el terrorismo”.
Si esto no sucede es solo porque gran parte de los italianos se bebe la propaganda de régimen y cree que la lucha contra el terrorismo les proteja o que los gobiernos estén ocupados en resolver la “crisis”.
La guerra se hace en contra de todo aquel que tenga algo porque protestar o luchar contra un sistema injusto y criminal. La guerra actual es una guerra que se articula en torno a las zonas más pobres del planeta, para combatir las reivindicaciones de los pobres y para mantener el control del poder económico que produce hambre y muerte.
Es una guerra global, así como ha sido globalizada la economía de la pobreza. El concepto de “terrorismo internacional” permite legitimar esta guerra y hacer que sea necesaria. Como si la lucha contra un presunto grupo de criminales pudiera justificar masacres y guerras contra poblaciones inermes. Como observa Gore Vidal: “La guerra no es una opción practicable. Las guerras se hacen contra las naciones, no contra las bandas de delincuentes que carecen de raíces... (en Italia contra la mafia) a nadie le ha venido a la mente la idea de bombardear Palermo”.
El grupo actual de poder querría que todos aceptaran pasivamente de dejarse explotar, engañar o masacrar. Querría un mundo en el que las masas permaneciesen pasivas ante los crímenes y las injusticias, sostenida por la fe religiosa, que da una esperanza ultraterrena, la única que se les puede conceder.
Para terminar, si no encontramos viejos amigos en Facebook vivimos igual. Si no nos emocionamos por los concursantes de un reality show vivimos igual. Si no compramos el último objeto tecnológico vivimos igual. Pero si no nos indignamos por los crímenes cometidos en los países agredidos no vivimos igual. Una vida en la que nos quedamos indiferentes ante las injusticias, ante el sufrimiento de los demás, ante los genocidios y ante las guerras no es vida.
Nuestra misma esencia de seres humanos nos pide que vivamos no solo por instinto de supervivencia y no solo por nosotros mismos.
La vida verdadera es comprender lo que sucede en el mundo, elevar la propia voz. Y rechazar un sistema que reduce la humanidad a ser marionetas o mártires.

27 de mayo 2009