Domingo 12 Mayo 2024


El mundo que Obama hereda se le presenta lleno de ruinas y profundamente equivocado. También el de Bush abrigaba efectivamente Grandes Expectativas. Pero eran promesas inmateriales, capciosas, que no le han enseñado nada a América y que además la han corrompido, sustituyendo la ideología con la realidad. Es un mundo que ha producido una “mezcla letal de arrogancia y de ignorancia”, escriben Robert Malley y Hussein Agha en el New York Review of Books del 15 de enero, en describir la extrategia norteamericana en Medio Oriente. Hay una especie de milagrismo también en la espera de Obama, reforzado por el hecho de que será el primer presidente negro y que corona una historia dentro de la historia nacional, que le relaciona no solo a Abraham Lincoln sino también a Martin Luther King. Su aprendizaje será duro porque tendrá que responder a las Great Expectations y al mismo tiempo no ser rehén de quien pretende haberle convertido en un rey “llevándole de la mano”. Percibido como mesías, tiene que romper con los “mesianismos” que desde hace siglos capturan las mentes americanas.
El aprendizaje se da solo en la soledad, bajo forma de una amplia desintoxicación que salve la esperanza, pero que sepa también apagarla cuando es irreal. Son muchas y distintas las substancias tóxicas de las cuales se tendrá que depurar el organismo y como medicina urgen terapías radicales : suministración de antídotos, transfusión de sangre, inhalación de oxígeno. En la política es necesario cambiar los paradigmas, como suelen decir los expertos de las finanzas; despedirse de las ilusiones de omnipotencia y de las ideologías que dominan la política extranjera, militar y climática. Es así de poliédrico el cambio que se requiere que la comparación con la transfusión de sangre no está fuera de lugar.
Las substancias tóxicas no han envenenado solo los ocho años de Bush. Son decenios que el Estado americano fabrica burbujas, hipnotizado por el espejismo de contar con una fuerza autosuficiente y universalmente hegemónica. En economía ha imaginado que se podía vivir endeudándose sin límites, consumando sin criterio y fiándose de un mercado que como por magia se autoregula; en política extranjera y militar ha creído de poder modelar el planeta según su propia idea del bien y del mal y no según la utilidad que la mayor parte de los individuos consideraba oportuna. Y sobre este tema la arrogancia se ha unido a la ignorancia, impidiendo a los Estados Unidos tomar en consideración los intereses de otros países y de los nuevos potentados locales; de reconocer sus propios límites además que los límites, en general, de un Estado-nación ocupado en afrontar males y desafíos que ya no es capaz de señorear por si solo.
El tipo de la burbuja es antiguo porque remonta a la idea de la América “faro en la colina”, que tenía que civilizar el mundo, dotada de una supremacía moral y política incorrupta. Dar continuamente una de cal y una de arena forma parte de esta presunción, humillante para los países que son objeto de ello: nadie –quitando quizás Al Qaeda- hablaría así de las relaciones con Washington. No es verdad que Bush se haya desinteresado del Medio Oriente, de Irán, de Asia, de Europa. Según  Malley y Agha se ha interesado incluso demasiado, disminuyendo por ejemplo en Israel el sentido de su propia responsabilidad, de las fronteras geográficas, del límite: Israel tiende a cumplir algún progreso, cuando Washington desaparece y los que hacen de mediadores son quizás los europeos o los turcos. Lo mismo se puede decir de Rusia: cuyos chantajes o vejaciones (en el Caucaso, sobre el gas) son posibles porque América promete un flanqueo y una presencia –en Georgia, Ucraina- completamente engañosas.
Es el motivo por el cual los realistas, en Israel, hoy piden a Obama que empiece finalmente a hablar con las fuerzas generadoras de los conflictos, aunque sean enemigos mortales de Israel como Hamas, Hezbollah, Irán. (“Siga adelante por su camino, Presidente, no escuche a ningún grupo de poder”, escribe Yossi Sarid en Haaretz). En un importante artículo en el New York Review of Books, tres autores (William Luers, Thomas Pickering, Jim Walsh) sostienen que Europa tendría que dar vida a un consorcio con Teherán, favorecido por Obama, que produzca uranio enriquecido en Irán (la fórmula multinacional tiene la ventaja de implicar controles multinacionales). Obama, mientras tanto, debería entablar con Teherán coloquios sin precondiciones, después de las presidenciales iraníes en junio, teniendo en cuenta los intereses de ambos: Irán es esencial para pacificar Irak y también Afganistán, dado que es hostil a los talibanes sunitas. Las sanciones no corren el riesgo de fracasar: ya han fracasado. Así como han fracasado las guerras de Bush: porque han dado origen a caos en el mundo, en vez de estabilidad, satisfaciendo solo por un breve periodo el deseo norteamericano de dominarlo.
Los neocon (neo-conservadores) que han apostato sobre Bush han sido protagonistas durante años de una guerra personal y ensañada contra la realidad, creando mitos repetidamente. Un episodio que contó el periodista Ron Suskind lo demuestra. En el 2002, antes de la guerra de Irak, un consejero de Bush (Karl Rove) le dijo: “El mundo hoy funciona de forma completamente distinta de como imaginaban iluministas y empiristas. Nosotros ya somos un imperio y cuando nos ponemos en acción creamos una realidad nuestra. Una realidad que vosotros observadores estudiais y sobre la cual después creamos otras que vosotros estudiareis aún » (New York Times 17.10.04). La “reality-based community” vivía de hechos, mientras quien vive en el show mistificatorio transciende de ellos, hasta cuando la realidad actua su venganza.
La ruptura con la realidad se ha demostrado contagiosa: desde ahora y en los próximos años será conveniente recordarlo. La quimera del Estado-nación autosuficiente, la prepotencia en conjunto con la ignorancia, rehusarse a negociar, privilegiar el breve plazo respecto del largo, la costumbre de transgredir la legalidad internacional: son venenos de los que la administracción americana tiene que desintoxicarse, pero también Europa, el mundo. Es importante el anuncio de Obama: respetará las convenciones internacionales sobre la tortura y los prisioneros de guerra; cerrará Guantanamo.
Son los civiles los que pagan quimeras y mentiras. Pagan en economía, porque el fundamentalismo del dejar pasar ha afectado a la gente común y no solo Wall Street. Pagan en Gaza y en el Sur de Israel, con la sangre, la muerte o el terror. Pagan en Europa, donde millones de ciudadanos se congelan porque los nacionalismos rusos y ucranianos no gozan de acuerdos multilaterales.
El histórico Andrew Bacevich ha escrito que a los grandes americanos raramente se les escucha en su patria, porque dicen cosas realistas y por ésta razón desagradables, poco cautivantes (The Limits of Power: The End of American Exceptionalism, New York 2008). Descubrir de nuevo esa tradición forma parte de la desintoxicación. En la soledad Obama podrá encontrar el realismo de Reinhold Niebuhr, el teólogo profeta que en la segunda post-guerra denunció el excepcionalismo americano y “el sueño de manipular la historia, nacido de una peculiar combinación de arrogancia y narcisismo: una amenaza potencialmente mortal para los Estados Unidos”.
La Stampa 18.01.09