Cuando a comienzos de la década del noventa eran asesinados, en Palermo-Sicilia, los magistrados del pool antimafia Giovani Falcone y Paolo Borsellino, Roberto Saviano tenía 13 años; era un adolescente de tantos de la falconeborsellinoregión napolitana ; una joven alma advirtiendo todo lo que a su alrededor acontecía: quizás, solo por esa razón Saviano no surgió de la nada; quizás solo por esa razón, diecisiete años después, Saviano nos daba una respuesta, a todos, sobre sus más profundos sentimientos respecto a la mafia.

Nos toca reflexionar – y hasta puede parecer con cierto aire de frivolidad- que los asesinatos de Falcone y Borselino, típicos de mafia, no fueron en vano. Quiero decir: que si bien dejaron dolor, también dejaron enseñanzas; y me atrevería a sugerir, que aún con su sello desgarrador, por su sabor a muerte, la toma de conciencia antimafiosa se multiplicó notoriamente, con el correr del tiempo. Sus verdugos materiales e ideológicos quizás no consideraron tales consecuencias. La guillotina –con rostro de explosivos- cayendo sobre las cabezas de los jueces, cayó también sobre la mafia. Y Roberto Saviano (autor del libro “Gomorra” –un viaje al imperio económico y al sueño de poder de la mafia napolitana) aún siendo un adolescente por aquellos años, quizás así lo intuyó, y de tal forma, que solo años después –al publicarse su libro- se conocería la profundidad de esa su intuición. Una intuición que lo hizo viajar por el sendero en el que tanto los valores de vida y de justicia, como la indignación ante tanto desastre causado por el mal mafioso, tendrían mucho que ver, y serían fuente de inspiración para la elaboración de una de las más firmes sentencias contra la “Camorra” desde el púlpito del periodismo, pero no necesariamente por la publicación misma, sino porque ésta tuvo una resonancia tal, que se transformó en un extraordinario fenómeno editorial a nivel mundial, lo que quiere significar que ese libro ha llegado a todos: en Italia se han publicado más de un millón de ejemplares, en Alemania una cifra superior a los 300 mil, otro tanto en Japón, en Estados Unidos. Si Roberto Saviano no hubiese alcanzado los niveles de best seller la historia sería otra.
En una entrevista periodística Saviano dijo: “me convertí en símbolo, pero perdí todo”.
saviano2En efecto, Roberto Saviano perdió la libertad. Perdió su libertad. Vive sin destino fijo. Vive prácticamente en la clandestinidad. Cubierto día y noche por tres guardaespaldas. Sigue adelante con su causa perdiendo la libertad como Giovanni Falcone, como Paolo Borsellino, como otros jueces que declararon la guerra a la mafia aún a costa de sus vidas.
Ya cuando Saviano alcanzó el éxito editorial de las 100 mil copias de su libro, las autoridades detectaron escuchas telefónicas –entre boss napolitanos- en las que se definía nítidamente que su vida corría serio riesgo.: sencillamente porque los jefes mafiosos de la Camorra lo habían sentenciado a muerte. Fue cuando se decidió darle protección. Una protección que al mismo tiempo fue una suerte de ejecución, porque a Saviano, que ya no tiene vida libre -porque se debe desplazar siempre en un auto blindado y a espaldas de la rutina de un ciudadano normal- la mafia parece haberle deparado una realidad no menos amarga que la muerte misma: en un reportaje que Saviano brindara a la periodista Elisabetta Piqué ésta le preguntó si en algún momento se había arrepentido de haber escrito Gomorra. La respuesta de Roberto Saviano fue directa:”sí, me arrepentí muchas veces. Me arrepentí conmigo mismo. Digamos que públicamente me sale decir que lo volvería a hacer cien veces. Pero no es cierto. Es decir, lo volvería a hacer, pero el que habla es el escritor. Cuando estoy solo, en cambio, muchas veces me pregunto si valía la pena”
Pero si Saviano fue directo en su respuesta, la periodista fue igual o más al repreguntarle si tenía miedo. Saviano fue igualmente frontal: “No tengo miedo porque en la práctica ya me mataron. Tengo mucho que perder obviamente, pero lamentablemente en parte ya me sacaron lo que querían, la libertad. Cuando una vez volví a mi pueblo, Casal di Principe, yo me esperaba indiferencia. Pero no fue así: cuando yo pasaba, la gente bajaba las persianas, cerraba las ventanas. Y yo me quedé mal con esa reacción. Cuando volví a entrar en mi auto blindado, siempre con mis muchachos, ellos en directo tradujeron perfectamente la situación con una frase napolitana que dice “Te hemos hecho el ataúd – refiriéndose a mi auto blindado- sin haber tenido la necesidad de matarte”
Desde que se creó mafia, desde que se respondió con el sentimiento antimafioso, no han sido pocos a quienes se les ha hecho el ataúd, al menos en Italia, en los ya añejos territorios de Cosa Nostra, de Ndrangheta o de la Camorra: jueces, fiscales, carabineros y hasta periodistas. Pero el mayor exponente de esa nueva modalidad de sepultura, por efecto inevitable tras la denuncia, sin duda –y en estos tiempos- lo vive en carne propia únicamente Roberto Saviano, con autenticidad, si se quiere, y también con estoicismo. Estoicismo que por valeroso que fuera, y aunque sin miedos, no deja de estar desbordado de temores , humanamente justificados, porque aunque se niegue, el miedo está presente y tiene vida propia y ejerce su poder oculto, mitigado ocasionalmente por la realización de conciencia , por lpasolini1a vocación de justicia y por la osadía que caracterizó a otro grande de la comunicación de valores universales, ligados con la libertad y con la capacidad de trasmitir y de enfrentar a todo tipo de poder, a todo tipo de demagogia, a todo tipo de manifestación repulsiva y nociva para el desarrollo del ciudadano como entidad libre , y me estoy refiriendo a Pier Paolo Pasolini, cuya personalidad y cuya obra de denuncia –a través del arte cinematográfico- tuvo y tiene mucho que ver con Roberto Saviano.

Un Roberto Saviano que valoro y comprendió al Pasolini realizador, al Pasolini comunicador, al Pasolini -por cierto extravagante- pero innovador y atrevido para su época; al Pasolini como ser íntegro –que desde siempre- hizo y deshizo para hacer temblar a muchos con su “Yo sé”, su célebre escrito de denuncia, en contra del poder y de la malicia de los poderosos del sistema, los mafiosos, entre ellos.

Un Roberto Saviano que un buen día –y solo- visitó su tumba en el cementerio de la calle Valvasone, en Casarsa, no para homenajearlo, no para celebrarlo, sino simplemente para buscar un sitio: “sitio donde todavía fuera posible reflexionar sin vergüenza sobre la posibilidad de la palabra. La posibilidad de escribir sobre los mecanismos del poder; más allá de las historias; más allá de los detalles. Reflexionar acerca de si todavía era posible decir los nombres, uno a uno, señalar los rostros, desnudar los cuerpos del delito y convertirlos en elementos de la autoridad. Si todavía era posible perseguir como cerdos truferos la dinámicas de lo real, la afirmación del poder, sin metáforas, sin mediaciones, con la sola llama de la escritura” según sus propias palabras, documentadas en su libro “Gomorra”, su “Yo sé” de estos tiempos.
Tiempos de renovar los bríos del coraje para dar el espaldarazo a los que fueron devorados –solo físicamente, no en sus ideas, no en su energía, no en su esencia, no en su obra- por el mal mafioso, explotando por los aires o acribillados a balazos.
Estos tiempos; tiempos propicios -si nos lo proponemos- para permitirnos ejercer nuestros derechos, no para hacer gala del ocio literario, sino para regocijarse de la valentía de asumir un compromiso. Un compromiso con la vida, con el futuro. Un compromiso que Saviano renueva día a día, satisfecho y realizado por ejercer su libertad de pensamiento, para darle sentido a su “Yo sé”, como denuncia, como herramienta, como puente, como despertador de conciencia y si se quiere, como la conciencia misma de una sociedad, que en su gran mayoría “vive” adormecida por la rutina, por la falta de información y por la indiferencia: una sociedad que paga con creces toda esa abulia frente al abuso de poder, porque claro, siempre es más cómodo asimilarse a él, disfrutarlo , encubrirlo o alcahuetarlo, para beneficio propio, porque total, ya han habido, ya hay otros y ya habrán otros, que lo harán por ellos.
Y uno de esos otros, ha sido y es Roberto Saviano, que no se ha descansado en “Gomorra”, para el disfrute de sus ganancias o de sus egos, sino que todo lo contrario, se ha sentido impulsado a profundizar en sus principios, me atrevo a decir, con el mismo sentimiento –de nobleza admirable- que lo inspiró a llegar a la tumba de Pasolini , como quizás habría llegado ante las lápidas de Falcone y Borsellino y de muchos más.
No tengo dudas, y lo afirmo, que su libro “Gomorra” es solo su primer eslabón de una cadena de denuncias que están en marcha. Su “Yo sé” dinámico. Que late segundo a segundo, mientras redactamos este escrito, mientras lo revisamos y mientras lo leemos. Un latido que se advierte en Italia y fuera de ella. Un latido que también nos habla de otras realidades.
México es una de ellas.
Recientemente, públicamente en una entrevista radial concedida a un medio de comunicación mexicano, ha dicho que México se ha convertido en el número uno en el tráfico de drogas y que “siempre se pensaba que Colombia era el número uno y no se dieron cuenta de que México había avanzado mucho” fueron las expresiones de Roberto Saviano que viene elaborando un libro sobre el narcotráfico mexicano.
Hablando por video conferencia desde un punto no definido ni divulgado de Roma, Saviano ha dicho que desde México “llega la droga a Estados Unidos y África. De África pasa a Europa y este movimiento es manejado por los cárteles italianos. Pero también Saviano advierte sobre el surgimiento en México de una nueva generación de burgueses criminales, personas con estudios, ya no más “gente de la calle” y considera que las autoridades mexicanos actuaron demasiado tarde y que ni siquiera, con la ayuda de los Estado Unidos, se podrá resolver este desafío, si no se convierte en una prioridad internacional a nivel del terrorismo.
Asimismo explicó que “de acuerdo con versiones de la Agencia Antidrogas Estadounidense (DEA) y Naciones Unidas existen pruebas de que (los narcotraficantes) en México y África construyeron estructuras más grandes y estables que las de las instituciones”.
En ese dramático contexto el presidente mexicano Felipe Calderón, envió más de 36.000 militares a combatir a los cárteles mexicanos, a los que se atribuyen más de 6.400 asesinatos desde el año 2008, concentrados especialmente en la frontera con los Estados Unidos. En tal sentido y a juzgar de este panorama, Roberto Saviano –en el diario La República de Italia- hace pronósticos verdaderamente preocupantes: entiende que los grupos delictivos tienen la posibilidad de adquirir más poder ante la crisis económica reinante “porque disponen de la liquidez que necesitan los bancos. Hoy en los bancos de todo el mundo, también en los italianos, entran de manera preponderante capitales de origen ilícito, sobre todo del narcotráfico, que , cuando termine la crisis, hipotecarán la recuperación económica”
Saviano continúa diciendo que son las mafias “las que cuando hay crisis tienen el dinero, y serán ellas las que decidirán a qué grupos conceder créditos. Basta con observar un dato para entenderlo: respecto al pasado, los bancos han denunciado un número muy bajo de movimientos sospechosos. Porque si antes el dinero apestaba un poco, hoy no tiene olor”
Pero no solo México ha sido o es terreno fértil para la mafia italiana; como en tiempos ya pasados, fuera de la bota italiana, y en particular de Sicilia, de La Calabria o de Nápoles, el continente sudamericano ha sido escenario elegido por el crimen organizado y ni hablar de los Estados Unidos, en los tiempos de Al Capone y otras familias mafiosas asentadas en esos lares.
El autor de Gomorra –a quien hay que darle la derecha en estos temas, asegura también que “cuando estalló la crisis económica en Argentina, en el 2001, todas las mafias del mundo extendieron sus redes en el Río de la Plata. Todos fueron a la Argentina, hasta los más débiles. De los napolitanos por ejemplo fue el clan de los Fabrocino, que abrió ventanillas bancarias. No obstante la presencia de la mafia italiana en Argentina se remonta a muchos años antes. Los clanes napolitanos fueron los que vendieron las armas a la Argentina durante la Guerra de Las Malvinas”.
El criterio de Saviano apunta a precisar sin restricciones que en América Latina la población es ingenua respecto a lo que puede hacer la mafia en su tierra, y en particular el narcotráfico: “piensan que Colombia es el centro de la cuestión, pero aunque Colombia es importante, por la cocaína que se produce allí, ahora ese país pasó a un segundo plano, está detrás de México, que es la cuna de los cárteles más famosos, en estos días.”
Entonces el mensaje de Roberto Saviano resume el mensaje de los muchos que entregaron su vida a la causa antimafiosa, a diferentes niveles. La posición franca y valerosa del periodista supera todas las expectativas de quienes tienen el coraje de denunciarla y de contribuir al desmantelamiento de las organizaciones mafiosas dentro y fuera de las fronteras italianas, en una caja de resonancia fértil, en territorios sudamericanos , fértiles ayer y –gracias a la globalización- más fértiles aún hoy.
Con franqueza, convenimos, que seremos muchos los que deberíamos visitar la tumba de Pier Paolo Pasolini para buscar un sitio –muy bien definido- para reflexionar junto a él, en su esencia, que late en nosotros, fuera de su tierra natal y de su época, para hacer más eterno aún ese escrito de denuncia, ese “Yo sé”, rotundo, firme, legítimo, auténtico, único, que nos permite tener la posibilidad de la palabra, para comprender que ellos, los mafiosos son la negación de la vida. Por acá y por allá.